La vaca esférica

Publicado el eltrinador

Así podría ser la vida en Marte

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Los hombrecillos verdes

Finalizaba el siglo XIX y un millonario estadounidense llamado Percival Lowell (1855 – 1916) se intrigó por las observaciones del planeta Marte hechas en 1877 por el astrónomo italiano Giovanni Schiaparelli (1835 –1910). En ellas, se mostraba lo que parecían ser canales en la superficie del planeta rojo.  Para Lowell fue irresistible la idea de que existía una civilización marciana responsable de la construcción de estos canales con el fin de irrigar, con agua, las regiones áridas del planeta. Con el fin de verificar su hipótesis, Lowell decidió dejar sus labores diplomáticas y convertirse en astrónomo de tiempo completo. Con el dinero de su fortuna, construyó un observatorio y se dedicó a estudiar los canales marcianos. En 1895 reportaría sus primeras observaciones donde detallaba los canales y la cultura popular llegó a soñar con la posibilidad de alguna vez establecer contacto con aquella civilización responsable de esas majestuosas obras de ingeniería.

El contacto entre la civilización terrestre y la marciana no necesariamente sería pacífico. Basado en las observaciones de Lowell, el escritor  Herbert George Wells (1866-1946) publicó, en 1898, la novela «la guerra de los mundos»  donde relataba la invasión violenta y sin piedad del planeta Tierra a manos de los habitantes de Marte.

Con el tiempo, observaciones más detalladas al planeta evidenciaron que los canales observados por Lowell no existían y posiblemente sus observaciones se debían a la mala imagen del planeta que conseguía el telescopio  acompañadas de un poco de sugestión de Lowell quien insistía en ver lo que quería ver. Lo que se nota a primera vista es un enorme cañón que atraviesa la superficie marciana, Este gigantesco accidente topográfico llega a ser varias veces mayor al gran cañón del Colorado. Se puede ver en la imagen a continuación.

Imagen satelital de Marte donde se muestra el gran cañon marciano cientos de veces mayor que el cañon del colorado
Imagen satelital de Marte donde se muestra el gran cañon marciano cientos de veces mayor que el cañon del colorado

Desde entonces, la idea de encontrar vida en Marte ha fascinado a generaciones y la búsqueda de evidencias  ha sido objetivo de varias misiones no tripuladas. Debido a las condiciones duras por la atmósfera tan ténue y el frío reinante, era claro que en el planeta no se encontrarían hombres verdes u organismos complejos sino, quizá, microorganismos. Así que la NASA planeó varias misiones con el objetivo de estudiar el planeta rojo y más específicamente de encontrar evidencias de vida aunque sea microbiana.

Las evidencias de posible vida microscópica

La primera de estas misiones en tener éxito fueron las sondas Viking I y Viking II enviadas al planeta durante la década de 1970. Los robots enviados en las misiones realizaron cuatro experimentos con resultados negativos en tres de ellos y resultados dudosos en las primeras observaciones del último experimento aunque negativos en los demás intentos. En conclusión, no se pudo descartar completamente la existencia de organismos vivos en la superficie del planeta. Sin embargo, para los más escépticos, los resultados descartaban totalmente la vida en Marte, al menos en las muestras tomadas, y pareció cerrarse la discusión.

Sin embargo, algunas observaciones realizadas después de los experimentos de Viking volvieron la atención a los científicos al planeta rojo.

La primera se dió, durante la década de 1980. Tres de los treinta y cuatro meteoritos marcianos que se han descubierto en la Tierra, revelaron posibles indicios de vida. Evidencias como formaciones microscópicas con la forma de bacterias fosilizadas así como elementos orgánicos. Sin embargo, no se pudo descartar que estos últimos se debieran a contaminación terrestre.

bacterias marteLa segunda fue la presencia de metano en la atmósfera marciana. Este gas no se encuentra fácilmente si no hay vida que lo produzca, por otro lado, se degrada fácil al ser expuesto a la radiación Solar y además es muy liviano para permanecer en la atmósfera del planeta por más que unos cuantos millones de años.

La tercera se dio cuando se realizaron cálculos sobre las condiciones de la Tierra primitiva. Algunos procesos que se suponían podían producir moléculas orgánicas complejas, necesitaban la ayuda de elementos muy extraños en la Tierra primitiva como el Boro y cierto óxido de Molibdeno pero posiblemente comunes en un ambiente como pudo haber tenido Marte en esa misma época.

Estos indicios llevaron a algunos científicos a suponer que, aunque en la actualidad el planeta rojo puede ser muy árido para la vida, en el pasado pudo albergar algunos microorganismos simples antes que la Tierra y, siendo algo más osados, estos microorganismos pudieron llegar a nuestro planeta gracias a algún meteorito proveniente de algún volcán del planeta rojo pues este que presentaba actividad volcánica y tectónica hace muchos millones de años. Así, la vida se habría originado en Marte y habría colonizado nuestro planeta.

Con la idea de indagar acerca del pasado del planeta, se envió la sonda Curiosity que llegó al planeta en 2012 y actualmente realiza misiones de investigación sin publicar un resultado final.

Las agrestes condiciones del planeta marciano

La misión que sí dio resultados recientemente fue la Mars Reconnaisance Orbiter (MRO), un satélite que ha tomado mediciones de la superficie marciana con una exactitud tres veces superior a la del satélite de Google Earth y ha registrado fotos muy exactas de la superficie del planeta, algo que Percival Lowell envidiaría.

Este satélite, recientemente reveló evidencia concluyente de la aparición de corrientes de agua en algunas épocas del año marciano y ha causado gran conmoción a la comunidad en general pues la presencia del líquido vital podría abrir una gran posibilidad de la presencia de vida en la actualidad. Tal vez no de hombrecillos verdes sino de microorganismos. Algunos como los que podemos encontrar en los ambientes más extremos de nuestro planeta.

La vida adaptada a extremos

Corría el año 1965 y un microbiólogo estadounidense llamado Thomas D. Brock (1926-) se preguntó por qué algunas fuentes termales en el parque Yellowstone tenían colores vivos. Su idea fue que estos colores no tendrían que ver con tintes especiales sino con la presencia de organismos vivos. Su investigación concluyó en que efectivamente, en los lagos termales, vivían microbios que habían evolucionado hasta adaptarse a temperaturas tan altas como 80ºC. Al preferir entornos muy calientes, los llamó termófilos (amantes del calor).

yellowstone

Estas investigaciones abrieron un camino enorme de investigación que mostró que ecosistemas que pensábamos que eran inhóspitos como desiertos muy secos, aguas muy ácidas o fondos oceánicos con presiones enormes, en realidad, estaban poblados de microorganismos especialmente adaptados. Se llamaron extremófilos.

La mayor parte de extremófilos, aunque son microorganismos, no se pueden considerar bacterias y recientemente se han propuesto que pertenecen a un Dominio llamado «Arquea». De hecho las arqueas, en términos bioquímicos, son más parecidas a nuestras células que a las bacterias mismas.

Estos microorganismos tienen los records de vida extrema aunque siempre necesitan la presencia de agua líquida para vivir. Por ejemplo, en ambientes donde el agua es lo suficientemente salada para no congelarse (como se cree que pasa en Marte), la planococcus halocryophilus puede soportar temperaturas tan bajas como -20ºC (típicas en el ambiente Marciano).

Si buscamos organismos que resistan el calor, podríamos encontrar arqueas aún más extremas. La que descubrió Brock se llama Thermus aquaticus y puede soportar temperaturas entre 50ºC y 80ºC. Las investigaciones en esta arquea mostraron herramientas genéticas que no existen en organismos «normales» como nosotros y que le permiten reproducirse en estos ambientes donde nosotros simplemente nos cocinaríamos. Estas sustancias químicas actualmente son ampliamente usadas en todo lo que te tenga que ver con genética; desde tests de paternidad pasando por diseño de organismos transgénicos hasta diagnóstico de enfermedades hereditarias.

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Si la presión en el agua es suficientemente alta como en el fondo del mar, esta puede permanecer líquida a temperaturas más altas que 100ºC. Así, en fumarolas de volcanes del fondo marino se descubrieron las «hipertermófilas» como la pyrococcus furiosus que puede vivir tranquilamente a 100ºC pero no en el «frío» de manera que muere a temperaturas menores de 70ºC. Sin embargo, el récord de temperatura y presión se lo lleva methanopyrus kandlery que soporta temperaturas de 120ºC pero muere en «fríos» de menos de 90ºC. Además, soporta presiones de unas 200 veces la presión atmosférica. Seguramente hay otras aún más extremas pero producir semejante presión en los laboratorios usuales ya resulta muy difícil.

Ecosistemas absurdamente salados como el Mar Muerto son el ecosistema ideal para que vivan arqueas del género Halobacterium (antes se pensaba que eran bacterias pero no, son arqueas). En lagos no tan salados como algunos en Bolivia, consiguen vivir también algunas algas que no utilizan clorofila para su fotosíntesis sino un pigmento rosado llamado carotenoide que le da su color característico a los flamingos que la consumen.

Marte no tiene un campo magnético que proteja su atmósfera de rayos de partículas por lo que gran parte de su atmósfera ha desaparecido ionizada por esos rayos y gran parte de su superficie es expuesta a rayos de luz solar muy peligrosos que destruirían el ADN de células normales en pocos días. Sin embargo, existen arqueas capaces de resistir cantidades terriblemente peligrosas de radiación como la Thermococcus gammatolerans. Mientras que una dosis de 10 Gy es suficiente para matar a un ser humano, y una dosis de 60 Gy es capaz de matar todas células en una colonia de bacterias, esta arquea puede resistir una dosis instantánea de hasta 30000 Gy sin morir.

bacterias

Una mención especial merece el filo Tardigrada capaz de entrar en un estado de inanimación en la cual puede resistir ambientes extremos como temperaturas cercanas al cero absoluto (-273ºC) o temperaturas mayores a las que pueden resistir las mejores arqueas conocidas (150°C), dosis de radiación enormes e incluso el espacio exterior y ambientes secos por varios años. Sin embargo no es que este animal viva, como las arqueas, en esos ambientes sino que, simplemente, es capaz de resistirlos.

Si alguna vez hubo vida en Marte, es posible que hayan evolucionado microorganismos capaces de resistir los ambientes extremos de ese planeta como lo hacen las arqueas en la Tierra. Existe un fenómeno marciano que posiblemente sea causado por colonias de bacterias. Cuando el hielo (principalmente de dióxido de Carbono sólido) se derrite en ciertas regiones entre 60º y 80º de latitud sur en el planeta, a principios de la primavera, unas manchas en su superficie aparecen cada año. El 70% de ellas aparecen en el mismo sitio pero otras en otros lugares, y al cabo de un tiempo su color cambia de gris a negro. Aunque pueden ser causadas por varias cosas, aún no se sabe qué lo hace, todo son especulaciones.

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Las condiciones de Marte no son tan extremas para que vivan microorganismos y más ahora que se ha mostrado que tiene agua líquida. De hecho posiblemente algunos microbios terrícolas hayan conseguido colonizarlo como polizones en nuestras misiones no tripuladas. Aún no lo sabemos.

Esto ha planteado un debate moral sobre ¿qué hacer si se encuentran microorganismos marcianos? Aún no se han visitado las zonas donde fluye el agua líquida y se tiene un miedo con que se contamine este ecosistema con arqueas terrestres y se inicie una «invasión» tan violenta como la relatada en la guerra de los mundos pero a nivel microbiológico.

Para terminar con el artículo, dejaré este par de citas célebres. La primera atribuida al científico y periodista Carl Sagan (1934-1996), quizá la persona más apasionada con el asunto de la vida extraterrestre quien impulsó las misiones Viking I y II y la serie Cosmos: a personal voyage donde muestra la trascendencia que tendría para nuestra especie encontrarnos a otro tipo de seres vivos fuera del planeta.

carl2La segunda, atribuida a Sir Arthur C. Clarke (1917 – 2008), uno de los escritores de ciencia ficción más importantes del siglo XX célebre por su libro 2001: una odisea al espacio.
clarke

@eltrinador

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