La sabana occidental de Bogotá fue el escenario del más reciente ‘concierto’ de la Sinfonía del Pedal. Al subir el telón quedó al descubierto ese majestuoso camino que conecta a Mosquera, Facatativá, El Rosal y Subachoque.
Bogotá, 25 de octubre de 2020. Cada uno de los ciclistas llegó al sitio de encuentro con las ‘partituras’ en la cabeza, dispuestos a hacer su mejor interpretación. Una neblina dominguera y sorpresiva hizo parte de los primeros kilómetros de calentamiento o ‘afinación’ de los pedalistas convocados.
Lo más bello de todo es que toda la ‘presentación’ fue hecha en ‘clave de sol’, pues la neblina simplemente había sido el augurio de un día radiante como ninguno. La magnificencia de Changó, el dios del sol y el fuego se instaló como una alfombra de principio a fin, llenando de felicidad a los amantes de la velocidad.
La ‘clave de sol’ embelleció todo a su paso: las vías, los potreros, los cultivos, los pueblos, los animales y a la gente misma. Así transcurrió el primer movimiento o tramo, entre Siberia y Facatativá.
El segundo movimiento o segmento del recorrido, entre Facatativá y El Rosal, también estuvo engalanado con notas paisajísticas del mejor calibre. La mayoría de los participantes transitaron esos parajes por primera vez.
El tercer movimiento, entre El Rosal y Subachoque, fue una constante combinación de cambios de ritmos por los repechos que caracterizan al sector. A pesar de que algunos perdieron el compás, no tardaron en retomar el orden de la agrupación de biela y pedal.
Tras dejar el intenso olor a pino, los ciclistas enfrentaron el reto de la mañana, el movimiento más difícil de realizar: el alto de Canicas, una subida de mediana dificultad y de seis kilómetros de longitud. Allí tuvo lugar un breve ‘intermedio’, el momento ideal para hidratarse y recuperar energías con una deliciosa torta de plátano.
El movimiento final, comprendido entre el alto de Canicas y Siberia, fue como los finales de casi todas las sinfonías: agitado y altisonante, pues había que cerrar con broche de oro. A medida que pasaban los kilómetros y se aproximaba el final, aumentaba la cadencia y el ímpetu de los intérpretes ciclistas.
Sortearon el viento, esquivaron los cientos de ciclistas que encontraron a su paso y remataron con ardor en las piernas, pues hay que pedalear mientras se pueda.
Pronto daremos conocer la ruta de nuestro próximo concierto…
Agradecimientos a: Kike Barona (fotografía), Tatiana Nossa (Fisioterapia, logística) y Jaime Bautista (conductor acompañante y amigo)
Escrito por César Augusto Penagos Collazos
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