La Sinfonía del Pedal

Publicado el César Augusto Penagos Collazos

Sierra Morena, el puerto de montaña que emergió durante la cuarentena

Sierra Morena es uno de los lugares descubiertos por los ciclistas aficionados, durante las restricciones de la cuarentena.  Los deportistas están diseminados por lugares que antes eran inconcebibles como El Codito, Boquerón, 20 de Julio, Los Laches y La Conejera, entre otros sitios de arraigo popular.

Bogotá, junio 19 de 2020. “Una mañana, me levanté muy temprano y vi una cantidad de ciclistas y pensé en montar una venta de jugos”, relata Ignacio Amador, mientras atiende a su naciente clientela en el mirador de Sierra Morena, un balcón en el sur de Bogotá, donde la mirada abarca un inmenso mar de barrios disparejos.

En ese balcón sin materas, ni flores, pero lleno de aire fresco, Ignacio instaló una carpa, dos mesas y cinco sillas. Sobre la mesa tiene las vasijas con jugo de naranja y zanahoria y una docena de empanadas de carne. Los termos del tinto están al lado del exprimidor y una caja de vitacerebrina.

Ignacio Amador, empresario y habitante del barrio Santa Viviana

Como lo había previsto Ignacio, sus clientes son mayoritariamente ciclistas que en medio de las restricciones de la cuarentena empezaron a aparecer como aves extraviadas. “A la gente le gusta venir aquí a ejercitarse y pues tenemos una muy buena panorámica al estilo Calera y una muy buena seguridad”, explica Ignacio.

5 kilómetros para entrenar

Sierra Morena, un barrio nacido legalmente a principios de los 80s, sobrevivió al estigma de ser uno de los lugares más peligrosos de Ciudad Bolívar, pues era un territorio en constante dispuesta entre las pandillas del sector. Y a pesar de que el progreso ha sido real en términos de seguridad, vías, acceso a servicios públicos y oportunidades de toda clase, en el imaginario colectivo persiste el rótulo de ‘lugar peligroso’.

En el mirador de Sierra Morena los ciclistas tienen la panorámica más amplia de Bogotá

Por eso es tan llamativa la aparición de los ciclistas sobre la vía principal que serpentea, desde la avenida Villavicencio, hasta el barrio Santo Domingo, donde los buses terminan sus recorridos y la altitud llega a 2818.

“El terreno se presta para entrenar y la policía está para arriba y para abajo haciendo controles. Son 5 kilómetros buenos para templar la pata”, dice Jairo Sánchez, quien vive en el sector y pedalea esta cuesta, entre semana y los fines de semana, desde que el gobierno autorizó el deporte y la actividad física cerca a la casa.

Al igual que Jairo, muchos habitantes del sector descubrieron que tenían un buen lugar donde entrenar y empezaron a explorar su propia localidad, como una salida a las restricciones que les impedía salir de la ciudad y entrenar en los concurridos puertos de Patios y el Verjón.

“Así es como empezamos a entrenar dentro de la misma ciudad ya que no podemos salir y es muy agradable ver tantos deportistas. Además del buen entrenamiento y el aire que se respira, el tema del paisaje es increíble”, comenta Camilo Salamanca, instructor físico.

“Uno ve todo tipo de ciclistas, desde personas que hasta ahora están empezando a montar en bicicleta, hasta aficionados curtidos y profesionales. Igualmente, hay gente trotando y otras haciendo su caminata. Incluso, algunos habitantes de la zona nos motivan diciéndonos ¡vamos! ¡Ya falta poco!”, detalla David Triana, quien combina trabajos de esfuerzo y cadencia.

El ‘Patios’ del sur

Entrada a Sierra Morena por la sede tecnológica de la Universidad Distrital

Iniciamos en la transversal 33 o Avenida Gaitán Cortés, que tras sobrepasar la Avenida Boyacá, se convierte en carrera 51, para luego transformarse en la Diagonal 68D sur, una vez se pasa la Avenida Villavicencio. En la pata de la subida encontramos la sede tecnológica de la Universidad Distrital y la Estación de Carabineros de la Policía.

Inicio de la subida, frente a la Estación de Carabineros. Foto: Google

El primer tramo tiene 1.1 kms y una media del 7% de dificultad, es el segmento más duro de todos. El latigazo es suficiente para obligar al uso de una relación suave y pararse en pedales, pues hay unas cuantas losas del 10%, antes de llegar al ‘Monumento’, donde podemos regular la respiración.

El Monumento en Sierra Morena. A la derecha está la mega estación de policía de Ciudad Bolívar. Foto: Google

El segundo tramo trasiega por los barrios San Antonio, Sierra Morena III sector y Santa Viviana, una sección de 3.4 kms al 6% de dificultad en promedio, con descansos, curvas y contracurvas que por instantes marcan 10% de gradiente.

A medida que se avanza, el color rojizo de los ladrillos pelados de las casas impregna el paisaje, que contrapuntea con espacios verdes y una zona de ‘camping’ en la que pernoctan algunos desalojados de Altos de la Estancia.

Curva, Altos de la Estancia

En el mirador de los tanques o Colegio Sierra Morena, inicia la última parte de 400 metros al 5% promedio, fragmentado en dos repechos muy cortos con porcentajes de doble dígito.

Últimos repechos antes de llegar al barrio Santo Domingo

El ascenso termina en el barrio Santo Domingo, un lugar donde los perros todavía callejean con un libertinaje ya extinto en los caninos de la Bogotá que hemos dejado abajo.

Cima del ascenso en el barrio Santo Domingo

“Lo mejor de esa subida fue la vista casi total de la ciudad, desde una perspectiva que pocos ciclistas solemos buscar. También fue interesante conocer el barrio, hablar con los vecinos y ver cómo el ciclismo aficionado, en medio de esta crisis tenaz, está llevando oportunidades a varias familias de comerciantes”, destacó el periodista y aficionado de las bielas, Sinar Alvarado.

El periodista Sinar Alvarado surte el último repecho antes de llegar al mirador

Para quienes no se conforman con estos 5 kilómetros, hacen repeticiones o siguen de largo por Tres Reyes, hasta conectar con la Autopista Sur, en Protabacos y regresar por el mismo camino, escalando paredes hasta del 20%.

El duro ascenso desde Protabacos

“Desde Bosa La Estación, la subida a Sierra Morena es un verdadero reto de 2 kms, que pone el corazón a tope y que requiere de técnica para coronarlo sin bajarse de la bici”, recuerda Sebastián Tabares uno de los pocos aficionados que sube por ambos lados.

El ciclismo transforma vidas

Desde su aparición, la bicicleta no ha dejado de transformar al mundo. Recordemos que en sus orígenes la bicicleta, además de ser una revolución en sí, ayudó a la emancipación de la mujer, a la vez que estuvo al servicio de la comunidad afrodescendiente.  Hoy, la bicicleta está reconquistando el dominio que le perteneció a finales del siglo XIX e inicios del siglo XX.

Para una muestra podemos mirar los nacientes y actuales ríos de ciclistas que fluyen por las calles de Bogotá, metrópoli en la que los pedalistas se han multiplicado sin distingo de sexo, edad o estrato social, durante el periodo de confinamiento.

Los corredores exclusivos habilitados por la Avenida Carrera 68, Avenida Primero de Mayo, Avenida Caracas, Calle 68 y Carrera Séptima, entre otras arterias viales, han dado un impulso potente a esa manera sencilla, divertida y eficiente de transportarse.

En cuanto a la práctica del ciclismo aficionado, los deportistas están diseminados por lugares que antes eran inconcebibles: Sierra Morena, El Codito, Boquerón, 20 de Julio, Los Laches, Parque Nacional y La Conejera, entre otros sitios de arraigo popular.

¿Una nueva oportunidad?

Mirador de Sierra Morena

A Ignacio Amador ya le salió competencia, pues hace pocos días otra venta de jugos fue instalada a pocos metros de su puesto. No obstante, Ignacio considera que las oportunidades deben ser para todos y pronostica que esto contribuirá a mejorar la atención y la calidad de los productos.

“Los ciclistas le están dando un ambiente de seguridad y un ambiente turístico a la zona, podría decirse que es una etapa nueva de Ciudad Bolívar, que muestra que es segura, que hay gente buena, emprendedora, deportistas y que aquí nos cuidamos entre todos”, concluyó.

Ciclistas escampan en la venta de jugos de Ignacio

Tal vez, el deporte y la cultura logren lo que no ha podido la política a lo largo de 40 años: resignificar la vida de cientos de miles de personas que viven invisibilizados como lo describió el escritor Arturo Alape en su libro Ciudad Bolívar, hoguera de las ilusiones: “Bogotá es una trama de espacios incomunicados, cada cual le ha puesto cerrojo al suyo, cada cual se sumerge en el suyo como en una cueva”.

Por: César Augusto Penagos Collazos

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