Bogotá, 8 de enero de 2025. En el ciclismo aficionado y recreativo encontramos una amplia baraja de prácticas, que hacen de este deporte una fuente casi inagotable de nuevas experiencias. Una de esas ‘modalidades’ es la travesía, tal vez, una de las más exigentes y a la vez más satisfactoria por lo que ella implica.

Hablar de travesías en bicicleta es hablar de recorridos largos, fortaleza, experiencia, exploración, reflexión y turismo. Pongo como ejemplo mi más reciente viaje entre Bogotá y San Agustín, en el departamento del Huila, que realicé con mi amigo Arkadiusz Peryt de Polonia, durante la última semana de 2024.

Esta ‘mini’ travesía de cuatro días, 550 kiómetros, 20 aguaceros, 15 cervezas, 12 tintos y un pinchazo, para mí fue mucho más que pedalear como un autómata. Inconscientemente, estuve recogiendo mis pasos, pues este mismo trayecto Bogotá-San Agustín, fue mi primer viaje largo en bicicleta en junio de 2014, año en el que apenas me había contagiado con el ‘virus’ del ciclismo.

Dicho de otra manera, estaba celebrando 10 años de esa mi primera travesía, que había repetido en la Semana Santa de 2022. En ambas ocasiones me había embarcado en solitario, confiado de mi capacidad de estar conmigo mismo durante varios días, una de las cualidades deseadas para las travesías.

Diez años después, con muchísimos kilómetros en las piernas y experiencias acumuladas, disfruté de esa gran capacidad física de hacer las mismas jornadas que hice en 2014, sin sentirme tan agotado como en aquella ocasión. Rodar 150 kilómetros diarios en promedio, con 5 kilos de peso extra, me parece que es la medida justa para mi gusto y mis capacidades.

Trayecto:

Primer día: Bogotá – El Espinal
Segundo día: El Espinal – Neiva
Tercer día: Neiva – Guadalupe
Cuarto día: Guadalupe – San Agustín

Soy huilense, entonces, tengo una conexión especial con esta región llena de gente amable y parajes entrañables. En especial, he sido ‘víctima’ de una atracción por San Agustín, aquel palacio de fauna y flora, ciudad arqueológica del sur de Colombia. Ya perdí la cuenta de las veces que he visitado ese lugar y las camitas que he realizado visitando sus maravillas naturales, como la laguna que le da vida al Río Magdalena, en el páramo de las papas, en el límite geográfico entre el Huila y el Cauca.

Una ‘mini’ travesía como esta ya contiene todo lo que un gran viaje de dos semanas implica: cambios bruscos del clima, retos mecánicos, pueblos atractivos, caseríos para olvidar, miedos, pequeños descubrimientos…

Tan importante como llevar una maleta ligera, otra de las más deseables recomendaciones, también lo es llevar una buena compañía, otro aspecto crucial para disfrutar el camino.

En esta ocasión, mi amigo extranjero ‘Arek’, fue la mejor rueda posible, pues no sólo coincidimos en el ritmo del pedaleo, la calma en la manejo de las dificultades, sino un carácter flexible propicio para negociar la mayoría de las decisiones tomadas sobre los lugares en los cuales parar, donde y qué comer, entre otros asuntos de convivencia, que a lo largo de los días son determinantes.

El escarabajo polaco lleva una larga estadía en Colombia, por lo que está más que adaptado a nuestra cultura. No era su primera, ni su última travesía en bicicleta. Este profe de inglés de una universidad privada de Bogotá ha tenido la oportunidad de pedalear largo en sitios icónicos de Europa y, más recientemente, en China, donde vivió en los años de pandemia.

Es un ciclista. Con ello quiero decir que es un minimalista. Un estoico. No hay otra manera de ser ciclista, eso se aprende con el paso de los años. ¿Qué se aprende? A navegar la vida tal cual como venga en el siguiente kilómetro. Se disfruta o se sufre lo que hay en el tiempo presente.

– ¿Sobre qué conversan durante 150 kilómetros? – Me preguntó Alejandra, cuando llegamos a Neiva.

– Sobre todo, y sobre nada- le respondí

Porque de conversar sobre el clima, pasamos a describir la jornada anterior o hablar sobre lo que estaba por venir. En ocasiones practicamos nuestro speaking en inglés, en otras he trato de aprender algo de polaco, cuando no, hablamos sobre las mujeres de nuestros sueños y dónde podríamos encontrarlas. !Don Quijote y Sancho!

Sin duda ser buen conversador o intentar serlo, es más que necesario. Aunque, también hay muchos kilómetros de silencio.

‘Leyes’ de la travesía:

Bicicleta en buen estado
Óptimas condiciones físicas
Equipaje ligero (menos de 3 kilos)
Pedalear sin afán
Actitud estoica
Planificación de la ruta
Detenerse a disfrutar paisajes
Disfrutar la gastronomía regional
Ser buena compañía consigo mismo o con otros
Cargar efectivo

Diez años después de mi primer viaje Bogotá – San Agustín en bicicleta, puede apreciar algunas variaciones. Por ejemplo, la mejoría de la vía entre Neiva y San Agustín, la cual está terminando de ser repavimentada. ¡Un punto a favor de dicho destino!

Hace diez años no existía la represa del Quimbo, cuya construcción cambió muchísimo el paisaje entre Gigante y Garzón. En 2014, aprecié solamente existía la represa de Betania, por hablar de algo polémico para muchos opitas. Noté que los pueblos por los que pasamos, en su mayoría, están más plagados de motocicletas y ruido.

Pero no sólo aprecié cambios arquitectónicos, sino humanos. Mis amigos que visité en la primera ocasión ahora son padres y madres de niños de 10 años. ¡Hemos ido acumulando experiencias, sin duda!

En mi interior advertí una gran fortaleza, por hacer estas cosas. Lo resalto porque ha pasado una década. He visto a mucha gente pasar por esta orilla. No sé cómo, pero me he mantenido en pedal de lucha.

El recorrido ciclístico terminó en esos cuatro kilómetros al 7% de dificultad que preceden la entrada triunfal a San Agustín. Para variar, nos acompañó un un aguacero enceguecedor, sin precedentes.

En ese pueblo de la magia arqueológica, nos alojamos en la Finca Tierra Activa, ubicada en la vereda el Purutal, un punto estratégico para las actividades turísticas.

No sé cuál sea mi próxima travesía, si mi cuarto viaje a la costa Caribe o mi primer gran tour a Quito, Ecuador o una exploración a los llanos orientales. Lo que sí tengo claro, es que cuento con el entusiasmo para dar el primer pedalazo.

Agradecimientos:

Alejandra Vallejo con quien compartimos un par de cervezas y una cena rápida en Neiva
Hugo Calderón y Patricia Trujillo por las cervezas, la comida abundante y el alojamiento en Guadalupe
Daniela Trujillo por las achiras originales y el tinto en Altamira
Finca Alojamiento Tierra Activa en San Agustín por acogernos con tanto cariño

Galería de fotos

Escrito por César Augusto Penagos Collazos
Instragram: la_sinfonia_del_pedal

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