Bogotá, 23 de octubre de 2019. Esta historia tiene una banda sonora y me gustaría que la escucharan al tiempo que la leen. Es el cuarto movimiento de la Sinfonía No. 6 de Beethoven https://www.youtube.com/watch?v=hiCJjD5bXXQ
Había llovido toda la noche en Bogotá y los planes de estrenar la nueva camiseta de La Sinfonía del Pedal tambaleaba. La lluvia apenas había mermado cuando los cinco ciclistas aficionados se despertaron para cumplir la esperada cita.
Por las ventanas de sus casas vieron que la oscuridad estaba mojada y cada uno luchó en silencio contra el demonio del desánimo. Ninguno encontró un pretexto. La conquista del mítico Alto de Letras era un compromiso inaplazable. Eso sí, en el momento del encuentro ya habían salpicado el uniforme de barro y agua sucia.
La camiseta azul oscuro, casi morada, con una clave de sol bien pegada en pecho, un pentagrama que le da vuelta, los apellidos en la manga derecha y un fucsia en la parte inferior, había sido confeccionada con profesionalismo por la empresa colombiana de ropa deportiva HYF.
Los primeros pedalazos por la calle 13 fueron difíciles, pues la maltrecha vía estaba llena de pozos de agua turbia, buses y tractomulas. Sin embargo, llenos de paciencia e ignorando la lluvia que arreció pasando Mosquera, cruzaron por Facatativá, el Alto de la Tribuna, Albán y Guayabal de Síquima, donde el clima dio una tregua, justo después de haber atravesado un espeso bosque de niebla.
En adelante, el sol les permitió lucir sus colores como las aves que se sacuden para recibir el día. Descendieron hasta el Río Contador, el punto más bajo de la vía, para luego iniciar la inspiradora subida a Bituima, un puerto de montaña que se extiende por el municipio de Vianí y concluye a la altura de Chaguaní, sumando 22 kilómetros.
Más felices no podían estar los ciclistas, pues además del sol que los recompensó contaron con el acompañamiento de Sebastián Siachoque (fotografía) y Jaime Gómez (‘Director Técnico’ y conductor) a bordo de un automóvil. Ambos fueron claves en el cumplimiento rotundo del objetivo trazado por los integrantes de la Sinfonía. La hidratación, alimentación y ayuda mecánica, nunca se hicieron esperar.
La preparación parar conquistar el Alto de Letras
Durante casi dos meses estuvieron sumando kilómetros en todos los terrenos: hicieron muchas vueltas a la sabana, pedalearon el páramo del Verjón desde Choachí, recorrieron El Triunfo, Mesitas del Colegio y realizaron la ‘Vuelta Lucho’ (Bogotá – Fusagasugá – San Miguel – Bogotá). La preparación cerró con una tremenda jornada de montaña: Bogotá – Boquerón – Fusagasugá – San Miguel.
Lo que para los músicos es el ensayo, para los deportistas lo es el entrenamiento y ese principio básico del desempeño lo tiene claro La Sinfonía del Pedal. La mejor ‘improvisación’ es la que se prepara con mucho tiempo. Conquistar las grandes cumbres sin desfallecer requiere de una gran acumulación de kilómetros. Más allá de la obsesión por los tiempos, la clave del ciclismo es rodar, rodar y rodar.
Más que ciclismo
Una de las razones por las que cada día hay más gente ‘enviciada’ al ciclismo es porque su práctica nos permite conocer a nuestro propio país. Este viaje al Alto de Letras nos permitió andar por nuevas vías, visitar pueblos cuyos nombres nos cayeron en gracia, las conexiones geográficas entre departamentos, apreciar los ríos, saber de nuevos árboles, ver animales, escuchar los acentos de cada región y una lista larga de nuevas impresiones que sólo experimentamos cuando verdaderamente estamos vivos.
Por ejemplo, luego de haber descendido al municipio de Cambao, la carretera nos llevó directo al encuentro con un recuerdo doloroso de este país: la tragedia de Armero. Varios integrantes del combo nunca habían pasado por entre las ruinas que dejó la infausta avalancha de 1985.
Tal vez, todos habían escuchado en noticias o en alguna clase de sociales lo relacionado a la tragedia de Armero, pero esa información fría no se compara con la experiencia de estar en medio de las tumbas agrietadas de un pueblo que desapareció de la noche a la mañana. En esa breve peregrinación no recordamos otra catástrofe reciente de esa magnitud: 20 mil vidas humanas perdidas.
Así, entre la lluvia, la neblina, el sol; subidas, bajadas; ríos, planicies y lugares históricos terminó el primer día de 190 kilómetros. Era el calentamiento para lo que seguía. Salieron de Bogotá a las 6:30 de la mañana y llegaron a San Sebastián de Mariquita a las 2:30 de la tarde.
Un monumento conquistado
“Para mí era un reto y un sueño hacer el Alto de Letras, por eso le dediqué muchas horas de entrenamiento, pues quería hacer un buen ‘debut’. Lo asumí dándolo todo, como buen ciclista aficionado; subí con la mente y el cuerpo al 200 %”, compartió David Martínez, uno de los integrantes de la expedición.
La marcha del quinteto sinfónico inició a las 5:30 de la mañana, el domingo 20 de octubre. Pedalearon en la oscuridad un poco más de media hora, hasta cuando los rayos del sol llegaron acompañados de lluvia. Pero los pedalistas asumieron un estoicismo ejemplar hasta el alcanzar los 3800 metros de desnivel en un tramo de 80 kilómetros.
“Siempre tuve dudas de conquistar el Alto de Letras de esta manera, viajando desde Bogotá hasta Mariquita y al otro día levantarme y pensar que me iba a enfrentar a uno de los puertos más exigentes del mundo. Fue duro por todas las dificultades del clima, lluvia, calor y frío. Era más fácil renunciar, pero en mi mente solo estaba la firme idea de cumplir el reto”, aseguró Guillermo Pinillos, aficionado al ciclismo desde hace un par de años.
“Lo más gratificante fue llegar a la cumbre, por primera vez, en un tiempo nada despreciable de seis horas, sin poner pie en el piso, todo de un solo envión, con el valor agregado de haber pedaleado 190 kilómetros el día anterior”, concluyó Guillermo.
Esa mojada mañana de domingo, los ciclistas de la Sinfonía del Pedal habían hecho el primer tercio de la jornada cuando los habitantes de Fresno apenas abrían los ojos. Las calles del municipio tolimense de acento paisa, estaban anegadas y algunas de sus inclinadas calles se habían convertido en verdaderos riachuelos.
“Para mí ha sido el reto más bonito de todos, lo disfrute al máximo; compartir con un grupo de tanta calidad humana y tener un carro acompañante me hizo sentir pro. Conocer nuevos pueblos y su gente fue una gran experiencia, estoy contento de hacer parte de la Sinfonía”, comentó David Triana, el debutante que llegó primero.
La lluvia mermó en Padua, la mitad del camino. Los siguientes 20 kilómetros transcurrieron por entre la niebla que apenas dejaba mirar unos cuántos metros de la vía. El paisaje adornado de los geométricos surcos de plantas de café, ya había sido sobrepasado y los pinos anunciaban otro piso térmico.
En ese punto, el quinteto de ciclistas sinfónicos se había despedazado y cada quien remaba con lo que podía. El ‘director técnico’ Jaime Gómez, se tomó el papel del acompañamiento en serio y midió las diferencias entre los corredores en cada uno de los puntos estratégicos. “El puntero va a 18 minutos, a 18 minutos”. “El de adelante va a 25 minutos, a 25 minutos”, alertaba con dramatismo don Jaime, quien fue ciclista aficionado durante varios años.
“Uno va con muchos miedos y las oportunidades de desistir siempre estuvieron ahí. Cuando empezamos a subir a Letras nos llovió tres horas y es lo hace dudar a uno. Eso implica una confrontación directa con los medios y con uno mismo”, profundizó Camilo Ávila, el ‘primíparo’ más joven del grupo.
“Por otra parte, quiero destacar las alegrías que trae el hecho de haber llegado a Letras con un equipo de locos que disfruta de ese tipo de experiencias; en contadas ocasiones nos dimos ánimos, pero uno se siente acompañado implícitamente en el silencio”, ahondó el profe Camilo.
Tras el paso de Delgaditas, el punto que marca los últimos 15 kilómetros, el sufrimiento se hizo presente. Todos buscaron el piñón más cómodo y buscaron fragmentos de fuerza en los rincones más recónditos de sus cuerpos.
Yo sabía que era el segmento más duro de todo el camino, por lo que había regulado para no desfallecer. Esta era mi tercera vez en Letras, sin embargo, es imposible evitar el sufrimiento a partir de los 2500 metros sobre el nivel del mar. Fue muy interesante el ritmo parejo del grupo, porque la diferencia entre el primero y el último no fue mayor a 25 minutos.
Al final, la felicidad de haber conquistado el puerto más largo del mundo, sin poner pie en tierra, ni para ir al baño, nos hizo sentir orgullosos de ser ciclistas aficionados. Habíamos acumulado 5200 metros de desnivel. Como dijo un filósofo, lo importante no es llegar lejos, sino alto.
Escrito por: César Augusto Penagos Collazos
Comentarios y sugerencias: [email protected]
Facebook: @LaSinfoniaDelPedal
Instagram: la_sinfonia_del_pedal