Bogotá, 18 de diciembre de 2024. Este año ha sido una verdadera transformación! He consolidado mi pasión por el deporte y he descubierto nuevas facetas de mí mismo. Del ciclismo he pasado a correr y nadar, lo que ha enriquecido mis rutinas y me ha permitido alcanzar metas que antes creía imposibles. El entrenamiento cruzado me ha enseñado la importancia de la diversidad y la constancia.

Atletismo

Sin duda, los avances saltan a la vista en el atletismo, disciplina en la que sigo avanzando cada día. Me sorprende haber cultivo la capacidad de correr algunos kilómetros por debajo de 4.0. No hace mucho, correr por debajo de 5.0 era mi gran sueño.

A lo largo de este año construí una solidez física y mental para instaurar nuevos récords personales:

5K — 20’49”
10K– 42’20”
15K– 1H 4’53”
21K– 1H 37’34”
Patios– 33’22”
Monserrate– 25’57”

La mayoría de esos registros los logré en entrenamientos, pues este años solamente participé en dos eventos: Media Maratón de Bogotá y Media Maratón de Cundinamarca. Agradezco no haber podido correr el Maratón de Medellín, porque creo que aún no estoy listo para algo de esa categoría. Además no tengo afán.

Ciclismo

En lo relacionado al ciclismo, este fue el año de reconexión con la bicicleta. Parece que no fui el único que enfrentó una especie apatía o desinterés por el pedaleo, luego de 10 años dedicados a esta actividad recreativa.

Siento que logré esa reconexión gracias al trote y a la natación que llegaron a quitarle presión a las rodadas, en las cuales, descargué mi entusiasmo durante un periodo no menor.

Ahora, cuando siento que el día no pinta para pedalear, salgo a trotar o separo una práctica libre de natación o voy al gimnasio. Es difícil sentir que uno ‘pierde’ terreno sino rueda un día, teniendo este abanico de posibilidades, porque, además, todas son valiosas.

Cuando dedicaba mi tiempo libre exclusivamente a la cicla, solía mirar por encima del hombro otras actividades. Correr, nadar y fortalecer me parecían menores en comparacion.

Además de esa variación, conté con con la compañía constante de mis amigos Arek, René y Samuel, con quienes regresé a sitios a los que pensé que jamás volvería en bicicleta. El Romeral, La Cuchilla, Choachí, La Vega, entre otros que suman gran desnivel y consumen muchas horas, me acogieron de nuevo.

Es que una vez uno se engancha a trotar, es inevitable comparar el tiempo invertido en el ciclismo, que supera de lejos a cualquier otro deporte. Tanto en atletismo y en natación una hora intensa es más que suficiente para quedar a gusto.

Natación

En natación también realicé grandes progresos este año. Puedo mencionar la sesión en la que más metros hice en una hora, 3.400. Pero también puedo compartir mi capacidad de resperirar por ambos costados (derecho e izquierdo) y, por su puesto, mi incursion en aguas abiertas, en el embalse de Tominé.

Lo que me parecía una locura, ahora es casi una rutina. Nunca me hubiese imaginado braceando en el agua fría de un embalase que de solo mirarlo me congelaba. Es tan cierto que los límites existen en nuestra mente y que los recreamos a cada instante. Eso sí, sólo basta un cambio de perspectiva para apreciar una realidad distinta.

Además de Tominé, en 2024 me di el gusto de nadar en el lago de El Juncal, en el Huila. En ese escenario, dicho sea de paso, realicé un triatlón que incluyó 800 metros de natación.

Allí probé la agitación dolorosa de nadar en competencia. Si bien 800 metros no parece la gran distancia, éstos son suficientes para llenarse de agua si se pierde la calma y el rumbo.

Para hacer el cuento corto, por medio del deporte viví una transformación espiritual a lo largo de 2024. En mi caso, cada vez que he necesitado recuperar el equilibrio, el deporte ha sido una salvavidas.

Escrito por César Augusto Penagos Collazos
Instagram: @la_siinfonia_del_pedal

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