En condiciones normales, a ningún ciclista profesional o aficionado se le pasa por la cabeza la idea de ‘colgar’ la bicicleta. Imaginarlo o mencionarlo es un sacrilegio. No obstante, nadie está exento de parar temporal o definitivamente por asuntos de fuerza mayor. ¿Les ha pasado?

Bogotá, 11 de mayo de 2023. En mis nueve años de ‘cadencia ciclística’, he sido testigo del retiro temporal de varios de mis conocidos por razones muy variadas, desde los que han sufrido lesiones de consideración, pasando por los que han cambiado de país, hasta los que han enfrentado serias dificultades de convivencia con sus parejas.

Siempre me había sentido orgulloso de haberle dado continuidad a mi pasión, a pesar de momentos difíciles como los confinamientos impuestos en la pandemia; los periodos de altísima carga laboral, como los tiempos de desempleo; las conquistas amorosas, como los fracasos sentimentales. Ni los inviernos, ni las sequías, ni la inseguridad, habían quebrantado mi voluntad.

Pero el día menos esperado, un antiguo propósito habló duro y se hizo escuchar: el aprendizaje de un segundo idioma, al que le había invertido tiempo y dinero, porque antes de ‘convertirme’ al ciclismo, solía asistir a clubes de conversación en inglés, participaba en reuniones, conferencias y eventos relacionados a esa lengua.

Antes de que el ciclismo entrara con tanta fuerza en mi vida, al punto de cambiarlo absolutamente todo, soñaba con complementar mis cursos de inglés estudiados en Bogotá, con un viaje al exterior, donde alcanzaría un punto más alto de bilingüismo.

Así es como recientemente estuve siete meses en Malta, una isla del Mediterráneo, entre Sicilia y Túnez, donde me dejé llevar placenteramente por mis nuevas rutinas.

Parar para respirar

Carrera popular de Aranjuez, Espana. 10 Kms.

Contrario a lo que imaginaba, no extrañé el ciclismo. ¿Cómo puedo explicar eso? Tal vez, hacía mucho tiempo, el cuerpo me estaba pidiendo un descanso, pues hubo épocas largas en los que pedaleé entre 400 y 600 kilómetros semanales y tuve años en los que sumé más de 20 mil kilómetros.

Después de recorrer buena parte del país, de madrugar como ninguno, participar en eventos, crear grupos de ciclistas, enseñar y de emprender, el ciclismo se había convertido en un tatuaje muy personal. Tal vez, inconscientemente, sentir que lo había dado todo, me dio una tranquilidad inesperada para disfrutar con plenitud de un descanso bien merecido.

Tal desapego me permitió probar otras actividades, especialmente el atletismo, una actividad en la que incursioné con mucho respeto. A lo largo de siete meses y en compañía del mar, construí la fortaleza para tomar la partida en una carrera de 10K y de hacer por mi cuenta, media maratón.

Paralelamente, tuve mis momentos de reconexión con la natación, el ajedrez y los ejercicios de fortalecimiento, que a veces derivan en yoga o gimnasia. Todo eso, sumado a las clases de inglés, me permitieron compartir con muchas personas de distintas edades y nacionalidades.

En la distancia

Caminata intensa por Paris

Ese aire fresco me permitió ver con cierto desapego algunas particularidades de nuestra cultura ciclista. En ese desdoblamiento, si así lo puedo llamar, me llevó a considerar que definitivamente en nuestro país está bien consolidada una cultura ciclista. La fiebre ya no depende de las conquistas de los ciclistas colombianos en las grandes carreras europeas, pues hemos sabido transformar el ‘triunfalismo’ en un verdadero estilo de vida.

A través de la vitrina de las redes sociales, algunas imágenes me hicieron recodar que los ciclistas aficionados en Colombia, hemos existido a pesar de tener en contra la falta de vías adecuadas, la intolerancia de los conductores, la inseguridad y, más recientemente, el incremento exponencial de los precios.

Con el sonido de las olas del Mediterráneo, también observaba cierta obsesión en nuestros pedalazos, pues me pareció que, solemos ir más allá de lo normal. Recorridos sobrenaturales, retos impensados y el nivel casi profesional de muchos aficionados, por mencionar algunos aspectos, muestran que para los colombianos montar en bicicleta en más que un deporte.

En mi opinión, el ciclismo no sólo ha canalizado las cualidades atléticas inherentes de muchos compatriotas, sino que ha encauzado ese mar de preocupaciones tan intrínseco de nuestra sociedad. Un sociólogo podría profundizar mi hipótesis, según la cual, buena parte de la rabia colectiva, está siendo ‘procesada’ a pedalazos.

Es evidente el gran cariño construido, hacia el ciclismo, porque, además, ha sido la actividad por excelencia para crear nuevas comunidades ejemplarizantes. Incluso, en algunos casos, gracias a la cultura ciclística, ha sido posible la participación masiva de mujeres y la integración de clases, en un contexto machista y extremadamente inequitativo.

No menos importante es cómo la comercialización de la actividad, ha traído nuevos comportamientos, estilos, modas, que han distorsionado un poco el espíritu deportivo. Sin embargo, eso también hace parte de la cultura ciclística actual.

El regreso

Primera Vuelta a la Saba, luego de siete meses de ausencia

Ya sabemos lo que significa regresar a la bicicleta, luego de una semana de inactividad. Ahora, imagínense, el costo de retomar, luego de siete meses de ausencia sobre el sillín. Prácticamente, es como empezar de nuevo, para lo que hay que tener mucha paciencia.

Sin embargo, encuentro muy necesario volver a ser un principiante, pues es un camino largo, que siempre está lleno de nuevas personas y aventuras. Eso sí, es imprescindible dejar atrás los logros del pasado, para vivir la alegría de cada nuevo pedalazo.

Ahora, dentro mis objetivos deseo combinar el ciclismo, el atletismo, la natación y la gimnasia. Bajo esa misma lógica, proyecto reconectar con mi profesión y explotar otros temas de mi interés que han estado contenidos, como la escritura, el interés por las artes en general, la historia, entre otros campos. La versatilidad es buena para la salud.

Probablemente no sea el mejor momento, pero me invadió el deseo de cambiar de bicicleta, tras una ‘eterna’ relación con mi ‘dama’ de aluminio y, de conformar un dúo ciclístico; me gustaría entrenar y competir en pareja, una variación dentro del ciclismo, que me llama poderosamente la atención.

Como si eso fuera poco, traigo el gran reto de mantener el avance logrado en mi segundo idioma. Ahora más que nunca, mientras voy ‘chupando’ rueda, sin aire, con la lengua de rastra, necesito coequiperos que estén dispuestos a inaugurar el primer club de inglés en bicicleta. What do you make of this?

Escrito por César Augusto Penagos Collazos

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