PEQUEÑA CRÓNICA DE MI VIDA EN EL EDÉN, en La Revolución Personal
En el tiempo que llevo en Sasaima muchas personas se me han acercado y me preguntan: “Y usted qué hace allá en El Edén, no se aburre, no se siente solo, no le da miedo?”.
A todos les contesto: “Estoy regalándome lo que me queda de vida de forma consciente”. Es que disfruto mucho la naturaleza y admiro desde la salida del sol hasta las deliciosas “Lluvias Nocturnas”, pasando por ver las flores con sus innumerables colores y aromas, los frutos de la Madre Naturaleza con sus sabores; afortunadamente en El Edén lo único que no se da es lo que no se siembra, pero tenemos desde cocos de tierra caliente hasta papa de clima frío.
Me hipnotizan los pájaritos comiendo banano, y sus cantos durante el día, (la veterinaria dice que en Sasaima hay mas de cien variedades), los grillos y chicharras con su agudos sonidos, las pequeñas hormiguitas arrastrando sus “pesadas” cargas, los chupaflores con su extraordinario batido de alas posándose de flor en flor, los búhos ululando al amanecer y las ranas croando al caer la noche. Lo peor son mis gaticas, felinas por naturaleza, agazapadas tras de algún pajarito, una mariposa o un grillo, trato de espantarlas, pero la naturaleza del felino puede mas! Ni modos!
Camino descalzo sobre la grama para sentir el contacto con la pacha mama, como dicen los indígenas colombianos, si no han hecho el experimento los invito a que lo hagan pero con plena consciencia, sintiendo cada sensación en cada centímetro de la planta de los pies y en comunión con la tierra, es una experiencia de vida plena, de esta forma podrán sentir que realmente están vivos. También abrazo los árboles, tengo una ceiba que dicen tiene alrededor de 150 años y me fascina abrazarla. Bueno les cuento que les hablo, les canto y les silbó a mis maticas, les digo lo lindas que son y hasta las beso. Son mis novias. Ahora ya lo saben tengo muchas novias… Ha…
Siento el viento en mi rostro al caminar en El Edén, al hacer la ronda por la finca lo llamo yo, y los rayos del sol sobre mi piel; luego cuando llego al río Dulce, me derrito escuchando su cauce corriendo por entre las piedras y escucho su murmullo al pasar, me dice que me ama y yo le contesto que está bien correspondido. Siento el agua fría del mismo río en mis pies, en mis manos y en mi cuerpo.
Grito de emoción cada vez que descubro una nueva fruta en los árboles o una nueva flor en los jardines. Me siento bajo un naranjo, un mango, o cualquier otro árbol cargado de frutas y me como una docena allí bajo su sombra, me saben a cielo, es lo mejor!!!
Claro que también siembro, podo, cosecho, limpio, plateo, descalceto, elaboro compost; en fin todos los trabajos que demandan un terreno como El Edén. Es duro el trabajo, pero cuando termino siento una enorme satisfacción junto al cansancio, me doy una ducha y quedo nuevo.
Leo, escribo y hago mis prácticas físicas y espirituales llamadas en sanscrito “Sadhana”, yoga, meditación, oración, mantras, y algunos rituales especiales como el Agni Hotra y cantos espirituales como kirtans
Escucho música, especialmente clásica, cantos gregorianos, baladas, bambucos, boleros, tangos, infantiles, bailables y como ya casi es diciembre escucho una buena dosis de villancicos.
Además, como yuca, plátano, chayote (Guatila o watila en Colombia), chachafruto, y otras muchas cosas que he sembrado.
Les parece a ustedes que esto me debe causar aburrimiento, soledad o miedo?. No lo experimento así solo siento felicidad!
Aquí está el video del río Dulce.