La revolución personal

Publicado el larevolucionpersonal

017 – Aceptar las consecuencias de nuestros actos en La Revolución Personal

Aceptar las consecuencias conciente, equilibrada y responsablemente de nuestros actos es La Revolución Personal.

Somos capaces de aceptar las consecuencias de ese tipo de actos?

Cuando discutimos con otra persona estamos generalmente invadidos de ira, insultamos, herimos y tratamos de encontrar un chivo expiatorio a la causa de nuestra ira; cuando creemos que nuestra idea o nuestra creencia es la mejor y tratamos de imponerla por encima de los demás; cuando pensamos que todos los diferentes están equivocados; cuando no obtenemos lo deseado y buscamos ardides como el engaño, la violencia, etc, para lograrlo.

Frecuentemente hemos escuchado personas que han asesinado a otra persona y han dicho que no querían hacerlo, es más, algunas veces dicen que no se dieron cuenta. Solamente desahogaban sus frustraciones y se encontraron en una situación que se salió de su control, acarreándoles consecuencias que ellos mismos nunca imaginaron.

Si hubieran alcanzado a recapacitar, si hubieran tenido equilibrio conciente o por lo menos un poco de conciencia, ellos no hubieran cometido esos actos. Podemos tener ira, frustraciones, desengaños pero debemos encausarlos hacia otro lado, haciéndonos responsables de nuestros actos. Todos los seres humanos nos equivocamos, pero debemos ser concientes de nuestras experiencias y las consecuencias de nuestras equivocaciones.

Cualquier acto: pensar, decir, o hacer, trae consecuencias, (la famosa ley de acción y reacción). Estas pueden ser “buenas” o “malas”. Por ejemplo si nos han encargado un trabajo, pero a cambio decidimos irnos de parranda con los amigos; sabemos de hecho y aceptamos las consecuencias de no haber realizado el trabajo, puede ser que nos despidan del empleo, o si no somos empleados, puede ser que no nos vuelva a ocupar la persona que nos contrató para el trabajo.

Aceptar responsable y concientemente las consecuencias, significa que estamos practicando el equilibrio y hemos decidido concientemente desviarnos un poco de ese equilibrio. También que nos conocemos como individuos y somos consecuentes con nuestros actos, demostrando una serie de valores, ya que hay que tener valor para reconocer que nos equivocamos. Además adquirimos experiencia de nuestros errores y podremos en un futuro tomar decisiones que no nos afecten negativamente.

Pongo el ejemplo del torero, cuando él decide entrar en esa profesión, sabe que tiene un alto riesgo de morir ensartado en las astas del toro. También si yo ando atropellando, abusando, asaltando y tratando mal a las personas, corro el riesgo de que alguna de ellas se rebele y hasta me quite la vida para que lo deje en paz.

Muy por el contrario, si usted anda por el mundo regalando sonrisas, compartiendo con todos, sirviendo, “haciendo el bien sin mirar a quien”, todo eso traerá como consecuencia, que usted también sea bien tratado. Estemos seguros que las cosas que hacemos modifican nuestro presente y nuestro futuro, y el de nuestro entorno, pues es posible que nosotros no lo notemos pero nuestras acciones dan a los nuestros una enseñanza silenciosa. Ese es el secreto del éxito en la vida.

El final de una acción que pretendamos ejecutar, es la representación anticipada de las consecuencias y esa representación debe estar acorde a lo que pretendamos conseguir con esa acción. Como personas concientemente equilibradas, podemos prever las consecuencias, o, estamos obligados como mínimo a intentarlo. La ignorancia de estas consecuencias no nos exime de la responsabilidad de tener que asumirlas.

Cuando hablamos de responsabilidad nos referimos a la virtud de asumir las consecuencias de nuestras propias decisiones ante nosotros mismos y ante los demás. Cuando no sopesamos las consecuencias nos volvemos poco confiables ante los demás y ante nosotros mismos.

*

Recomendamos leer El diario de Spandau de Albert Speer, en el que el autor se justifica diciendo que actuaba cumpliendo órdenes, aunque obviamente bajo los valores que le habían inculcado. Berthold Konrad Hermann Albert Speer, fue el arquitecto predilecto y ministro de armamentos y guerra de Adolf Hitler durante la Segunda Guerra Mundial.

Recomendación: cuando estemos enojados, retirémonos. Mas tarde “en frío” retomemos el tema de nuestra ira. No tomemos ninguna decisión rápida, tomémonos siempre nuestro tiempo y por lo menos auto-debatamos la idea dos veces.

Mantengamos la mente equilibrada concientemente para no tomar decisiones equivocadas y no nos dejemos llevar tontamente por situaciones intempestivas que se nos presenten.

Sonriamos permanentemente, digamos siempre palabras mágicas como: buenos días, por favor, y muchas gracias.

Texto: Dhyanamurti

Edición: Vilma V.

Crotos (Fotografía: J. P. A.)
Crotos (Fotografía: J. P. A.)

Comentarios