¿Quién de nosotros no ha sido testigo de camionetas oficiales mal parqueadas en las calles, o de agentes de policía que van por los andenes esquivando peatones o de escoltas que paran el tráfico para que pase la camioneta de algún “importante personaje”? ¿De cuándo acá la comodidad y el tiempo de los servidores públicos vale más que el tiempo y la comodidad de los ciudadanos de a pié que deberíamos beneficiarnos con la labor de éstos?. Hace unos días Daniel Samper Ospina, director de la revista SOHO, empezó a promover una campaña para recolectar fotos y testimonios de casos en que los servidores públicos y altos personajes directivos del país estuviesen saltándose las normas de tránsito y de convivencia mínimas. Pues bien: me uno a esa campaña. Los servidores públicos, mandados a crear la ley y a hacerla cumplir y que existen precisamente para servirle al público, no pueden ser los primeros en incumplirla ni ser los primeros en irrespetar al ciudadano en un país equilibrado.
En términos generales podríamos hablar de dos grandes grupos de abusos que se cometen constantemente: El primero, y peor de todos, es el abierto y descarado incumplimiento de las normas de tránsito. Así, se ha vuelto común encontrar numerosas camionetas y motos (muchas veces de la misma policía) estacionadas en lugares donde no se puede, caravanas de escoltas que se pasan los semáforos en rojo o camionetas blindadas andando con exceso de velocidad. Este tipo de conductas resultan completamente inaceptables más aún si quienes las realizan son precisamente los mandados a hacer cumplir esas normas. Los funcionarios públicos son quienes deberían estar dando el ejemplo en especial si se tiene en cuenta el poder persuasivo que su actuar cotidiano puede provocar en los ciudadanos sea para bien o para mal. Este tipo de casos a lo único a lo que está ayudando es a perpetuar el desorden y la cultura del mas fuerte que impera en las ciudades.

El segundo gran grupo, si bien no se refiere a una violación directa y abierta a la ley como en el caso anterior, resulta tan reprochable como cualquiera, esta vez desde el punto de vista del respeto y condición del servidor público hacia el ciudadano. El caso perfecto que muestra este abuso es la ya normal situación en la que escoltas oficiales paran en tráfico para darle prioridad en el paso a su “protegido”. Así, sin importar si los semáforos están en verde o en rojo y si los demás ciudadanos llevamos horas en un trancón, los escoltas de manera osca e irrespetuosa paran el tráfico y hacen que acelere el camino por donde viene la caravana. Esta conducta se ha justificado por razones de seguridad. Y claro: no hay que ser un genio para imaginarse que un carro parado es mas fácil de atacar que uno que está en movimiento. Pero ¿será realmente necesario que TODO el que tenga escoltas pare el tráfico? ¿Se volvió imposible garantizar la seguridad de las personas “amenazadas” sin necesidad de pasar por encima del tiempo de los demás?. Los servidores públicos se deben a los ciudadanos. Existen para funcionarle a los ciudadanos y, por ende, para respetarlos por encima de cualquier otra cosa. Todos los cuerpos de escolta deberían recibir formación alrededor de su posición en el Estado colombiano, en general, y ante nosotros, los ciudadanos, en particular. Si de alguien merecemos y debemos exigir respeto y consideración es precisamente de los servidores públicos.
Me uno, entonces, a la voz silenciosa pero sentida de protesta en contra de esta cantidad de pequeños abusos que no hacen mas que reforzar la imagen de sociedad ilógica y desfazada de la realidad. Es precisamente mediante la depuración de pequeñas conductas y consideraciones que podremos meternos en las venas la idea de un país construido al derecho y respetuoso de principios mínimos.