Otra Miami convive con los seguidores del sol, con los bañistas que surfean en el azul de sus playas, con los remeros que navegan en sus regatas por los canales. Hay Miami para todos, cotorras que se encaraman en los brazos de los niños con sus poses perfectas para la foto, ballenas y delfines pavoneándose en las piscinas a cambio de un postre de pececitos, masas de cabezas amarillas a paso lento en el distrito Deco de South Beach, tras el cheff de ocasión y el último diseño de temporada.
Hay Miami para los escénicos atardeceres de Key Biscayne, o las caminadas tranquilas por Coconut Grove, el Miami del Down Town con sus almacenes y restaurantes para todos los gustos, el Miami de los ancianos que asolean sus años en las poltronas de las piscinas, el de los judíos que caminan con su inconfundible atuendo por los caminos de madera que bordean las playas, el Miami de la rumba hasta el amanecer, el de los niños, el de los comerciantes que vienen a mercar ropa en los Outlets para vender en sus países. Miles de caras para una misma ciudad.
Ahí está un Coral Gables para el deleite de la mirada con su amplia muestra arquitectónica del estilo español de la Florida, que además de su riqueza en diseños, ha conservado su concepto de parques y jardines con plantas centenarias que se toman los prados con sus raíces gigantes, todo un elogio a la vida apacible que coexiste con las romerías de gente que va de ronda los viernes por sus galerías de arte, donde el visitante, además de admirar variadas propuestas, es agasajado con una copa de vino.
Esos y otros rincones de Miami, los que hacen famosa a la llamada ciudad de “mármol”, (mar y Mall), como destino turístico por excelencia; son también la morada de una diversa y numerosa población de inmigrantes de todos los orígenes, donde el mundo latino ha tomado tanta importancia que ya no se puede discutir su consagración como la gran capital hispanoparlante de América, lo cual le concede una identidad muy especial.
En Miami es posible caminar por Cuba, Colombia, Venezuela, Argentina, Chile, Nicaragua, Salvador, Honduras, Guatemala, como si se estuviera allí, hablando en su acento, comiendo sus platos regionales, oyendo sus giros idiomáticos y participando de una inmensa Babel donde todos hablan distinto pero todos se entienden.
Nuevas generaciones de inmigrantes han llegado, cambiando el perfil del latino que salió a perseguir el sueño americano como alternativa económica ante una América que no supo pagar su capacidad de realizar trabajos arduos. Ya no solo de mucamas y obreros está compuesto el paisaje de los actuales hispanos que se han tomado la ciudad. Segundas generaciones de estos latinos que cruzaron el charco desafiando controles y peligros, ya son ciudadanos americanos que se han apropiado de sus derechos y se han educado en sus universidades.
También una generación de intelectuales, de profesionales de todas las áreas del conocimiento, artistas, gente con maestrías y doctorados que no encuentran en sus países de origen un modo de vida digno; prefieren jugársela en empleos de medio tiempo o con subsidios del estado para poder dedicarse a sus búsquedas creativas. El clima que le gusta a los cocodrilos, le viene bien a estas nuevas generaciones de artistas que eligieron a Miami como residencia final.
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