La pluma del águila

Publicado el laplumadelaguila

Ay, los hoteles

Ser huésped de un hotel es sinónimo de tragedia. No hay excepciones. En todos se sufre. Mientras mejores sean, peor. Mientras más malos, también. No hay hotel bueno, por bueno que sea. Empecemos: Si el hotel es muy bueno, va a llegar mucha gente, simultáneamente; proveniente del mismo o de varios aviones. Es decir: Hay fila para chequearse. Si quiere estar a la vanguardia, debe estar en remodelación, o sea, alguien martillará desde muy temprano, o manipulará una máquina que limpia el techo por donde respiran las máquinas del aire acondicionado para poderlo pintar, o podará el césped. Esto para hablar de algunos ruidos del exterior. Al interior de las habitaciones, siempre el huésped será víctima de varias rutinas que aunque trate de detenerlas con el letrero de “No molestar”, serán visibles, pues los mismos empleados suelen hacer la trampa para que parezca que el letrero se cayó o alguien lo volteó para el lado que dice “Favor arreglar la habitación” y así podrás disfrutar del ejemplar servicio 5 estrellas que golpea la puerta diciendo: Buenos días… ¿Tiene ropa para lavandería?, ó, buenos días… ¿Ha consumido algo del minibar?, ó, buenos días: ¿Desea que le arregle la habitación?, ó, buenos días, el hotel le envía estas galletas o estas frutas, o estas flores de cortesía, ó… Por otra parte, la calefacción suele estar en reparación, el agua tibia, las cobijas y las sábanas metidas debajo del colchón para que uno quede sepultado como una momia, a menos que tenga la fuerza de un titán para sacarlas después de desgarrar las uñas. Las duchas tienen unas originales maneras de abrirse, tales que, o te matas desapretándolas, o te quemas, o te hielas, o te cae un chorro que te saca los ojos de las órbitas, o te salen unas gotas como para alimentar un pájaro, cuando necesitas enjuagarte el champú. Las almohadas son o muy grandes o muy pequeñas, las cobijas muy livianas o muy pesadas. Si hace frío te congelas, si hace calor te asas. El aire acondicionado, aunque supuestamente se pueda regular, ejerce su tiranía, hace lo que le da la gana, está en contra tuya. Siempre alguien pasará aspirando los pasillos, los huéspedes que madrugan, o los que llegan tarde, pasan hablando a todo volumen, sin pensar que todo se oye, los niños ni se diga, las camareras se gritan de un corredor al otro: “¡no tengo un solo jabón!”, o cuentan sus cuitas personales con un desparpajo infinito; las supervisoras pasan taconeando, no hay salvación Si tu avión llega a las 7 de la mañana te dirán: El Check in es a las 3 de la tarde. Si te vas a las 5 de la tarde te dirán: El Check out es a las 12 de la mañana. Por eso se ven legiones de derrotados huéspedes insolados, durmiendo por horas sobre sus maletas en el hall del hotel, en pleno final de viaje de placer. Nunca te informan que la tarifa presupuestada incluye un impuesto local, otro regional, otro nacional, otro internacional y otro abismal que debes pagar sin derecho a preguntas. El uso de internet no está incluido y no puedes suspender el pago del tiempo que no uses. Te asignan la pieza que tiene una puerta que se podría abrir para integrarla con otra, y siempre en la otra habrá una familia de 3 muchachitos que saltan en los colchones mientras 3 tías se ríen de antiguas anécdotas. Te pasas de habitación y te toca la sonata de una noche de bodas. Siempre oirás el televisor del vecino, tu nevera no funciona, la lámpara del escritorio tampoco, la conexión de internet necesita una instrucción telefónica dictada por un especialista que tarda media hora para adaptarla a los requerimientos locales. Por la noche, cuando al fin apagas todas las lámparas y cierras el black out, el detector de humo, como un faro alumbrará intermitentemente durante toda la noche. Vale más lavar la ropa que volverla a comprar. Los más mínimos movimientos de los botones y los meseros, deben pagarse a una tarifa por segundo, muy superior a la de un ejecutivo de alto rendimiento. En fin. Uno que otro detallito. ¡Si esto es con cinco estrellas…!

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