Imagino la extrañeza que debe haber causado en Washington, la pataleta de nuestro Presidente
con su ultimátum a la potencia del Norte, de “suspender envío de comunicaciones y otros tratos
con agencias de seguridad… mientras se mantenga el ataque con misiles a lanchas en el Caribe”.
Excusemos la lamentable redacción, talvez por su afán de mandar de inmediato y por canales
extraoficiales, una orden presidencial imperativa sobre un asunto de seguridad con un país que no
es propiamente “un moco pegado en la pared”. Cuál puede ser el interés presidencial con esa
orden? No creo que Petro piense que Trump atienda su mensaje… es fantasioso pero no tanto.
Creo sí, que solo busca mostrar que él no se arruga ante el poderoso, que no le teme; que
Colombia es soberana y no se arrodilla. A Petro lo envuelve la fantasía de ser un líder mesiánico
pero incomprendido, que predica su visión de la amenaza del fin de la Vida, donde él sería el
salvador y sí esto no camina, sería por culpa de los oligarcas vendidos al imperialismo,
antipatriotas y chupasangre de un pueblo que clama por su independencia y su liberación del yugo
oprobioso que lo explota y oprime. Puede ser inclusive un discurso impactante, pero sin capacidad
alguna para transformar la realidad. Palabras que se lleva el viento, mientras que la realidad
permanece congelada.
Volviendo al tema inicial, estamos de acuerdo en la necesidad de combatir el narcotráfico, pero no
así. Estados Unidos tiene la información y los medios para capturar a los narcotraficantes,
juzgarlos y condenarlos, pero no es lo que está haciendo, teniendo en cuenta que la suya es la
principal demanda, pero que poco hace por controlarla. Para simular que actúa, bombardea
lanchas del narcotráfico, matando a sus tripulantes. Parecería que olvidan que es su insaciable
demanda lo que hace tan lucrativo el negocio de las drogas, pues siempre habrá quienes se le
midan y encontraran la manera de ponerlas en el mercado. La persecución puede disminuir
temporalmente la oferta, pero ciertamente aumenta su precio de venta. Es un negocio donde van
aparejados la utilidad esperada y el riesgo asumido. La demanda crece y crece y con ella, los
riesgos del negocio, que obligan a estimular la creatividad para explorar e impulsar nuevos
estupefacientes y nuevos canales para su distribución; aumentan el costo y el riesgo de hacerlo y,
a la par, las utilidades. Es la contundente dinámica del viejo principio de que oferta y demanda son
interdependientes.
Es facilista y falso plantear que fumigando los narcocultivos, se resuelve el asunto de las drogas.
Para lograrlo de verdad, se tienen que sentar, frente a frente, países productores y consumidores,
pues a ambos compromete.Y hacerlo, no para chutarse la responsabilidad sino para elaborar una
estrategia compartida, integral y realista que, entre otras enfrente su posible formalización
(¿cuáles, cómo?) y la coordinación de un programa de cultivos alternativos y de protección
ambiental, a escala del problema a resolver.

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