Deberíamos preguntarnos si la gente aprendió la lección del ridículo histórico que hizo el país al apoyar la propuesta presidencial de Rodolfo Hernández, quien caminó impúdicamente por el escenario político colombiano, exhibiendo sus miserias éticas, morales e intelectuales, recitando libretos anodinos y falaces, mientras, amenazante, se acercaba cada vez más a las borlas doradas del poder que en Colombia ya antes han presumido sátrapas, incompetentes irredentos, poetas de media panela, ignorantes crasos y codiciosos compulsivos.
Pero esta vez -por primera vez-, el maligno perdió la batalla y desde la uña de Hernández que coronaba su brazo derecho erizado a punto de tocar el trono presidencial, hasta la uña del dedo del pie con el que se empinaba rabiosamente, el Boletín número seis de la Registraduría, a las 4:50 de la tarde, lo reventó en un santiamén y sólo quedó un puñado de ceniza pestilente que sus áulicos, aún aturdidos por los efluvios hormonales de la contienda, no notaron, y se quedaron viendo la imagen de sus fantasías, la de un cojonudo coloso, una curiosa combinación de superhéroe y gavillero, cuando lo que en la realidad se vio al diluirse el humo del combate, fue un remedo de candidato, un puñado de cobardía, inmoralidad y fanfarronería.
A lo largo del país quedó un rastro mísero de compungidos damnificados, tronchados por el resentimiento y la incertidumbre de saberse por primera vez en la historia a la vera del poder, aunque en algunos siguió haciendo efecto el vaho alucinante de los que pensaban que el indigno candidato se convertiría en el nuevo ‘manda a callar’ de la política nacional. La verdad era la contraria y el desastre, que al principio se disimulaba con lisonjas hipócritas, hoy está claramente a la vista.
El presidente es otro, el mal habido ‘ingeniero’ se achicharró en las brasas de su propia soberbia y mediocridad; los sueños calenturientos de los que supusieron que obtendrían el oro y el moro estando de su lado, se convirtieron en la estéril pesadilla de la derrota.
Ojalá le sirva la experiencia a esta tierra colombiana cada vez más fascistoide; en especial debería servirle a los ‘notables’ de todos los pelambres, los Uribes, los Galanes, los Fajardos, los Robledos, esos que, conociendo la roñosería del candidato, lo apoyaron, o intentaron hacerlo, porque también aspiraban a las migajas. Hernández se les quemó en la puerta del horno del infierno, donde suelen hornear estos Duques, Pastranas y Turbays, pero ya se están amasando los esperpentos morales de esa misma derecha arrogante, carterista, ignorante, cínica, baladí, desalmada. Por ahora lo ganado es eso y nada más.