La escritura del crimen

Publicado el Miguel Mendoza Luna

ASESINOS CANÍBALES

“La humanidad había tardado milenios en sofocar impulsos culturalmente aceptados en sus orígenes (la antropofagia, entre otros) para recuperarlos mediante fórmulas del lenguaje poético o familiar”. Julio Ramón Ribeyro.              

El reciente escandaloso caso del policía neoyorquino Gilberto Valle, acusado de conspirar y planear el ataque violento de mujeres (incluida su esposa), con el objetivo de devorar sus cuerpos, una vez más alerta a la sociedad sobre la extraña compulsión caníbal que puede emerger en algunos casos de homicidio sexual. ¿Se trata el canibalismo de un estado regresivo, involutivo?, o ¿acaso del advenimiento de un nuevo aterrador capítulo de nuestra especie?, ¿responde a una secreta fantasía sádica que albergan algunos seres humanos?

El consumo de carne como parte de los actos de agresión sexual no es nuevo en los expedientes de los asesinos en serie. Desde los perturbadores homicidios cometidos por Jack el destripador, en 1888, hasta casos como los del estadounidense Jeffrey Dahmer o el inglés Dennis Nilsen -ambos responsables de docenas de asesinatos en la década de 1980- se reconocen aterradoras prácticas caníbales como parte del modus operandi de este tipo de criminales.

Jeffrey Dahmer, el caníbal de Milwaukee
Jeffrey Dahmer, el Caníbal de Milwaukee
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Dennis Nilsen, asesino en serie y necrófilo.

En Brasil, entre 1991 y 1992, causaron estupor los 14 crímenes cometidos por Marcelo Costa, un joven llamado en los medios el Vampiro de Niteroi, el cual bebía la sangre de sus víctimas y les extraía los corazones. De forma similar aconteció en 1999, en la zona venezolana del Tachira, cuando Dorángel Vargas, un marginal llamado el Comegente, sembró el terror al asesinar y canibalizar a una docena de habitantes de la calle.

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Marcelo Costa de Andrade, El vampiro de Niteroi
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Dorángel Vargas, asesino y caníbal en serie.

En París, en 1981, el japonés Issei Sagawa asesinó y canibalizó a una bella joven europea de la cual era compañero de estudios literarios. Sagawa, después de ser capturado y enjuiciado por el cruel homicidio, apenas pasó un breve tiempo recluido en tierras francesas. Luego fue deportado a su país donde, absurdamente, quedó libre y se convirtió en una suerte de celebridad en torno al tema caníbal, incluso llegó a publicar varios libros al respecto.

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Issei Sawaga, asesino caníbal.

En Alemania, en el año 2001, Armin Meiwess, de 43 años,  por medio de un chat en Internet entabló diálogos con otras personas interesadas en el tema del canibalismo. Posteriormente lanzó su nefasta propuesta de encontrar un hombre que deseara ser canibalizado; fue así que contactó a Bern Brandes con el cual pactó asesinarle para luego devorar su carne. El siniestro ritual fue consumado e incluso grabado en video. Durante el juicio, la fiscalía alemana pudo demostrar que aunque Brandes deseaba ser devorado por Meiwess, este -además de manipular la patología masoquista de Brandes-, disfrutó del atroz proceso. Al final, se le desenmascaró como un cruel y astuto psicópata que pretendió simular ser un benefactor de su víctima.

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Armin Meiwess, el canibal de Rotemburgo.

Ante estos casos, en primera instancia se podría pensar, como lo hicieran los criminólogos de principios del siglo XX, que tales actos de canibalismo implican la regresión del ser humano a estados primitivos y salvajes. No obstante, al repasar el largo camino durante el cual nos convertimos en seres capaces de experimentar empatía, sentimientos genuinos y considerar a los otros como iguales, descubrimos que tal carrera evolutiva ha implicado precisamente la exclusión de tales comportamientos.

Incluso el mito del salvaje caníbal ha quedado atrás, apenas permanece relacionado con prácticas mágicas o de carácter simbólico. La imagen del aborigen caníbal, auspiciada por algunos cronistas que ni siquiera pisaron tierras americanas, ha caído en descredito; las imágenes de hombres blancos amarrados y sumergidos en ollas africanas, ya hacen parte de una historia irreal, fantástica, de nuestros antepasados.

Además de la evidente perversión que implica el canibalismo, su práctica se relaciona con un código de poder donde el asesino erige una invasión total sobre su víctima. Tal antropofagia con motivaciones hedonistas define la expresión máxima de sometimiento y degradación de un ser humano sobre otro. Es entonces reflejo del vacío supremo que experimentan y el cual pretenden llenar de forma literal.

El riesgo de las fantasías caníbales

La defensa del caso Valle alega que tan solo se trató de una fantasía sexual fetichista (un «juego de rol»), y como tal esto no debería representar delito alguno. Este argumento, que por supuesto genera controversia sobre los límites de ciertas acciones humanas y sus alcances morales y por supuesto reales, falla en la medida en que ignora a propósito dos aspectos cruciales.

Primero, una fantasía sexual que implica matar, violar o canibalizar a otro ser humano deriva de un desajuste psicológico grave que refleja un carácter sádico y una personalidad psicopática. Segundo, de acuerdo a Robert Ressler (autoridad máxima en asesinos en serie), el paso inicial de un criminal de este tipo implica una etapa de fantasías sexuales sádicas que tarde o temprano conducirán a dicho sujeto a actuar en la realidad.

Ressler afirma que las fantasías sexuales que implican contenidos violentos o de abuso sexual, son una alerta de la peligrosa condición emocional de un ser humano. De acuerdo a los expertos en crímenes sexuales, una persona que ante su mundo interior poblado de horror y crueldad no se sorprende, que además experimenta complaciente y placenteramente imágenes de sometimiento y ultraviolencia, debería pedir ayuda psicológica o psiquiatra inmediata, antes de que sea demasiado tarde.

En el proceso contra el oficial Valle, si el argumento del «juego de rol» llega a ser aceptado, derivaría en la peligrosa aceptación legal de que las violencias y deseos perversos interiores del ser humano no hacen parte de su ser real.  Desestimaría toda la historia de la psicología y reduciría al ser humano al nivel puro de sus actos.

Los seres humanos debemos ser responsables (moral y legalmente), no solo de nuestros actos, sino también de nuestros pensamientos, incluso de nuestros apetitos; si estos nos controlan y derivan en planes de crueldad y sadismo, entramos en el territorio donde realidad y fantasía son una sola cosa. Recordemos que muchos casos de homicidio sexual han evidenciado que la fantasía caníbal funciona como un tipo de premeditación. Los diversos casos que hemos citado y muchos otros de asesinos en serie, se iniciaron en torno a un oscuro proceso mental que delataba la necesidad de cruzar la delgada línea de la fantasía antropófaga.

Resulta más probable que el canibalismo expresado por estos asesinos ( y por aquellos que sueñan con hacerlo) no refleje un estado regresivo, atávico, sino uno aterradoramente “nuevo”, en el cual emergen seres que solo mediante la aniquilación del otro logran experimentar placer. Estos monstruos humanos que fantasean con comerse a otro, como escribió Julio Ramón Ribeyro sobre el caso Sagawa, tarde o temprano deciden tomar la metáfora al pie de la letra.

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Gilberto Valle, acusado de planear homicidios y actos caníbales.

 

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