La droga, ¿y Colombia?

Publicado el Jorge Colombo*

Wikileaks y la guerra contra las drogas

En un artículo publicado el 25 de Diciembre en el New York Times, se nos explica como los documentos de WikiLeaks ponen en evidencia lo que es la DEA:

La DEA se ha transformado en una organización de inteligencia global con un alcance que se extiende mucho más allá del control de narcóticos, y en una operación de interceptación de comunicaciones tan extensa que tiene que rechazar a políticos extranjeros que la quieren usar contra sus enemigos políticos, de acuerdo a comunicados diplomáticos secretos.

Como todo lo demás que se ha hecho evidente gracias a los documentos de WikiLeaks, esto no sorprende a cínicos. Pero sí merece un análisis, pues lo que muestra encima de la futilidad del enfoque prohibicionista es toda la depravación que trae la guerra contra las drogas.

El último Manual de Políticas Públicas del Instituto Cato recomienda liquidar la DEA. Este indica que administrar las leyes de control de drogas cuesta, contando únicamente los gastos del gobierno federal gringo, 19’000 millones de dolares al año (el presupuesto del 2011 de la Secretaria de Educación de Estados Unidos, con estímulo incluido, será de 94’000 millones). Pero aún así, desde que empezó la guerra contra las drogas, el flujo del tráfico solo ha incrementado. Con el siguiente agravante, en Estados Unidos:

Los narcotráficantes se han convertido en los habitantes visiblemente más exitosos de las comunas, son los que tienen dinero, ropa y carros. El orden social esta invertido si la gente más exitosa en la comunidad son criminales. La guerra contra las drogas hace la paz y la prosperidad virtualmente imposible en las comunas.

Aún más, según el mismo manual, casi la mitad de la población carcelaria en los Estados Unidos en prisiones federales esta cumpliendo penas por crímenes relacionados a las drogas.

En uno de sus últimos editoriales al frente de la revista Foreign Policy, Moisés Naím nos advierte de los peligros de esas políticas públicas que se autodenominan como «guerras» contra un problema social (tales como «guerra contra el terrorismo», «guerra contra la pobreza»…):

Son metáforas perdurables y populares. Desafortunadamente, llevan a malas decisiones gubernamentales […] Hay muy buenas explicaciones del porque declararle la guerra a un problema social o lanzar un Plan Marshall para ayudar a un país o a una región son metáforas atractivas a los políticos. Las guerras unen países y sofocan a los disidentes internos. […] La metáfora de la guerra también es atractiva porque las guerras reales – aquellas entre estados-naciones y no aquellas contra conceptos o malas tendencias socio-económicas – son finitas. […] La guerra contra las drogas, por ejemplo, ha sido más exitosa en desovar inmensas burocracias, en obtener grandes presupuestos y en servir a grupos políticos parcializados que en eliminar el consumo de drogas.

Esto último es exactamente lo que sale a la luz con los documentos de WikiLeaks: la DEA pidiendo presupuesto para expandirse pues ahora resulta que los terroristas se lucran del dinero de la droga (¡vaya novedad!), el presidente de Panamá buscando a la DEA para que le ayude a chuzar oponentes políticos, el ex-presidente de Paraguay exigiendo que se le comparta las comunicaciones interceptadas, el gobierno de Guinea mostrándose comprometido con la guerra contra las drogas quemando grandes cantidades de harina mientras el hijo del entonces presidente era el principal narcotráficante del país.

Créalo usted o no, a mucho gringo todo esto no se le antoja un buen uso ni de su dinero ni de los recursos, más aún en épocas de austeridad. Y en particular porque el consumo de droga se ha visto poco afectado (por el contrario, solo ha aumentado).

Si de políticas más efectivas se trata, como lo explica Fernando Henrique Cardoso en una columna de opinión en The Age de Australia:

Portugal y Suiza son ejemplos convincentes del impacto positivo que tienen las políticas públicas centradas en prevención, tratamiento y reducción de daños. Ambos países han descriminalizando la posesión de drogas para uso personal. En lugar de llevar esto a una explosión de consumo de drogas, como muchos lo temían, el número de personas que buscan tratamiento ha incrementado y el uso de drogas ha disminuido.

La razón por la cual a algunos les parece que la guerra contra las drogas ha servido es porque se imaginan que sin ella el problema sería mucho peor: tendríamos a una juventud transformada en una horda de zombies que a lo único que se dedicarían sería a conseguir una dosis más. Pero eso nunca pasó, ni siquiera a finales del siglo XIX cuando todas las drogas eran legales pero poco reguladas, y nunca pasará. El problema de la droga como una supuesta amenaza social solo apareció en los Estados Unidos por la irresponsabilidad médica en el manejo de opiáceos, pero como tal era inexistente en Europa y en América del Sur. Ahora es un problema de escala global, que financia grupos que sirven a los políticos para deshacerse de sus opositores y a otros para exterminar iniciativas civiles.

La prohibición del alcohol en Estados Unidos no acabó con el gobierno federal exigiéndole a todos los estados empezar a suministrarle alcohol a sus habitantes. La prohibición del alcohol se acabo cuando se le permitió a cada estado establecer su propia política: cada estado decidía si regular o prohibir el comercio y el consumo del alcohol. Y lo mismo sucederá con la droga, pero a nivel global, cuando entiendan que la guerra contra las drogas es lo contrario a preocuparse del problema: es taparse los ojos.

Si Colombia de verdad quiere hacer algo con su posición en el consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, debería promover la modificación de la política mundial de control de drogas: devolviendole a cada país su soberanía, que cada uno imponga la política de drogas que considera necesaria. Algo muy mal se hizo para que un problema de salud ahora sea una amenaza a la seguridad. No haría mal ver otras ideas en materia de control de drogas.

¡¿O es de verdad nuestra única opción el mandar mensajes patéticos rogándole a los consumidores del primer mundo que si no quieren parar de usar droga por el amor a sus familias o por el amor a si mismo, ahora lo hagan por esos pobres campesinos en Colombia?!

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