La droga, ¿y Colombia?

Publicado el Jorge Colombo*

La Granja Narcótica

Seis largas décadas pasaron desde que en los Estados Unidos empezara la histeria colectiva por las drogas hasta que se les declarara en 1971, en plena campaña en Vietnam, la guerra a estas. ¿Cómo entonces administraron ese problema antes de establecer la política actual?

En 1911 el primer comisionado del opio, Hamilton Wright, advirtió que los Estados Unidos era el mayor consumidor de narcóticos en el mundo. Preocupado por la situación, el comisionado exigió una legislación para remendar esto.

Pocos años antes, al aplicar la prohibición en las Filipinas, los gringos lograron anotarse un éxito al parar la epidemia de adicción que allí había. Gracias a esto, se les ocurrió entonces implementar la política a escala global, primero bajo la Convención Internacional del Opio en 1912 y luego incorporando esta al tratado de Versalles.

De todas formas, con prohibición y todo, los gringos rápidamente entendieron que no estaban aplacando el problema. Con mayor razón, como el crimen era nuevo en ese entonces, se sabía que no era lo mismo criminalizar a un consumidor de droga que a alguien que sí le hacía daño a terceros. Por ello, se les ocurrió lanzar un proyecto con un objetivo que hoy sabemos irrealizable: una prisión-hospital para usuarios de drogas donde estos se curarían definitivamente de su adicción. Esta prisión se conoció como la Granja Narcótica (The Narcotic Farm).

Tal y como lo cree hoy por hoy la mayoría, se pensaba que la gente se volvía adicto por una falta moral. Así pues, en 1935, la prisión-hospital se estableció en un escenario idílico: una granja auto-suficiente. En esta funcionaría una combinación de laboratorio, hospital, prisión y comunidad.

Aunque el proyecto evidentemente no logró su objetivo, mucho de lo que hoy sabemos de las drogas se lo debemos a este. Por ejemplo, es allí donde se descubrió la metadona y se identificó el THC. Es más, mientras funcionó, la Granja Narcótica fue la autoridad mundial en adicción.

Esta prisión se convirtió en un lugar obligado de visita para cualquiera que navegará el bajo mundo de la droga: allí se compartían contactos para conseguir droga y estrategias para evitar a la policía. Además en ella los adictos se ofrecían para que se experimentara con ellos. El ambiente era bastante particular: la escena artística de la contra-cultura siempre se ha asociado con las drogas, así pues la comunidad no careció nunca de músicos y de otros artistas. Además los científicos, por la reputación del laboratorio, se sentían realizados cuando se les asignaba una estancia en la Granja.

El proyecto se perdió cuando los hippies empezaron a criticar el uso de humanos en los experimentos y a los de la CIA se les ocurrió investigar si el LSD les podría ayudar con sus interrogaciones.

Pero lo más llamativo del proyecto es lo que puso en evidencia: a los adictos a las drogas se les debería tratar como gente con un mal crónico y no como criminales. Es conmovedor ver las imágenes de los adictos a la heroína laborando la tierra con la misma fortaleza de cualquier otro campesino. Es que un adicto a la heroína al que se le aplica su dosis de forma controlada es tan productivo y cívico como cualquier otro ciudadano. De hecho, en ese ambiento de consumo supervisado los usuarios empiezan a disminuir su dosis, y muchos hasta la eliminan por completo.

Ya casi cumplimos cien años desde que se prendieron las alarmas en los Estados Unidos por el problema de la droga. Y lo único que han logrado es exportar el problema pero no la solución.

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