Este año completamos cincuenta desde que se estableció la Convención Única de Estupefacientes de 1961. Cincuenta años que, en materia de drogas, sólo han servido para corroborar una cosa: la prohibición ha sido un desastre. Conclusión que probablemente hubiese sido imposible de sostener sino es por la soberbia de los mandatarios estadounidense. Soberbia que hace cuarenta años, en 1971, Richard Nixon hizo evidente al denunciar el abuso de drogas como el nuevo enemigo público número uno. Dándole así inicio a la «guerra contra las drogas».
¿Merecía, de verdad, el abuso de drogas semejante apelativo? Puede ser, pero de lo que no cabe duda es que hoy el problema es peor, desde cualquier punto de vista, que en aquel entonces. Después de cuarenta años de esta política pública, los Estados Unidos se han convertido en el país con el mayor número de presos en el mundo (la mitad de ellos por delitos relacionados a las drogas) pero igual continúan figurando como los mayores consumidores en el planeta. De servir el enfoque prohibicionista, tanto arresto debería acompañarse de una reducción en los indices de consumo. En la practica, ha sido todo lo contrario. La prohibición es un experimento cuyo costo ahora se calcula en un billón de dolares [1].
La pregunta que hay que hacerse es: ¿Cómo es que una política tan palpablemente nociva sigue en pie? En un articulo reciente en Foreign Policy, el profesor en asuntos internacionales de la universidad de Harvard, Dr. Stephen M. Walt, da cinco criterios que explican como es que las malas políticas perduran. Me tomo el atrevimiento de resumirlos así:
1. Límites del conocimiento: La ciencia política no es una ciencia como la física o la biología. Cuando una política falla, no siempre hay consenso al identificar las razones por las cuales el éxito fue esquivo. Más aún, una idea que fue descartada en el pasado puede ser resucitada trayendo a colación nuevos adelantos tecnológicos (ej. la doctrina Nixon en Vietnam reaparece con Bush en Iraq).
2. Estados fuertes pero insensatos: Las consecuencias negativas de una política insensata raramente son catastróficas para los estados poderosos. Luego estos no tienen motivos de peso para cuestionarse (ej. la doctrina comunista, al estilo soviético, en la Unión Soviética perduró 70 años).
3. Sociedades cerradas, mentes cerradas: El mercado de la información no es perfecto, lo que saben unos no lo saben otros. Si bien los estados necesitan la retro-alimentación de la sociedad civil y la sociedad debe exigir que sus gobernantes rindan cuentas, estos canales no siempre funcionan (ej. en los Estados Unidos cuestionar las guerras en Afganistan y en Iraq se ha transformado en sinónimo de ser anti-patriota).
4. ¿A quién le conviene?: Este es el criterio más evidente. Existen grupos a los cuales les conviene insistir en persistir con una mala idea (ej. El embargo a Cuba le sirve a los «gusanos» con intenciones políticas).
5. Los Estados Unidos de Amnesia: Ideas que en el pasado fueron descartadas son olvidadas, y así, fracasos pasados son ignorados.
Consideremos estos cinco criterios en la quintaesencia de las políticas fallidas: el prohibicionismo al estilo gringo patrocinado por las Naciones Unidas.
1. Los que defienden la prohibición jamás reconocerán lo funesto que es su política. Estos argumentan que cualquier otra política de control de drogas conllevaría a un escalamiento vertiginoso de los indices de consumo, hasta el punto de alcanzar niveles catastróficos. Pero intente contradecirlos. El éxito de Portugal con la descriminalización es minimizado aduciendo a las particularidades de ese país.
2. Ningún miembro del G-8 sufre directamente los estragos de la guerra contra las drogas. El ex-director de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Crimen afirma que los países pobres estarían condenados sin la prohibición, pues no podrían costear los tratamientos de sus adictos. La balanza con la cual en Viena y en Davos sopesan la amenaza del consumo de drogas contra la de los narcotráficantes esta sesgada.
3. Los defensores de la prohibición siempre han exagerado el problema del consumo de drogas y ridiculizado o callado a sus contradictores. El Cocaine Project de la Organización Mundial de la Salud fue escondido, la «Comisión Shafer» fue ignorada por Nixon. En ninguna otra política de salud pública hay tal desacuerdo entre los especialistas y los legisladores.
4. ¿A quién le conviene la política actual? Con toda certeza no es a los adictos que no pueden buscar ayuda por el miedo a ser arrestados, humillados o arrojados a tratamientos inhumanos. A los políticos que no tienen nada que mostrar más que su lucha contra el crimen, a los policías que les exigen mostrar cifras record, a los bancos que lavan dinero, a las contratistas de prisiones y a los contratistas militares, a todos ellos les conviene la política actual.
5. La historia no sirve como referente pues, a muchos les parece que, la prohibición del alcohol en Estados Unidos o las guerras del opio en China, en la cual los narcotráficantes ingleses ganaron, no tienen nada que ver con la situación actual.
No se mienta, lo que le ha traído tantos problemas a Colombia en los últimos treinta años no es el consumo de drogas sino la política actual de prohibición. Hace cuarenta años los tentáculos del narcotráfico no estaban por doquier.
Bien hace el ex-presidente Gaviria al sugerir que a las «Bacrim» se les llame bandas de narcotráficantes, porque eso es lo que son. El enemigo público numero uno de Colombia es el prohibicionismo, no el consumo de drogas.
Notas
[1] Eso es un uno seguido de doce ceros: 1 000 000 000 000. Trillón que llaman los gringos. Esto es equivalente a lo que la economía colombiana produce en cinco años.
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