El alcohol hace parte del rito católico y, como él, el resto de drogas tradicionales han sido también parte de rituales religiosos. Entre estos, los que se apoyan en sustancias que “inspiran la divinidad en nuestro interior” siguen siendo material de estudio científico. Estas sustancias se describen hoy como enteógenos, un neologismo derivado del griego que literalmente describe aquel concepto (en-teó-geno). Se trata de los psicodélicos: como el DMT, que se encuentra en el yahé, la mezcalina del peyote, o la psilocibina de los hongos alucinógenos. Hoy gozan de usos recreativos, pero tradicionalmente su consumo estaba enmarcado por un protocolo que administraba un chamán.
Del peyotismo tenemos muchísimos registros modernos. Posiblemente muchos más que de los otros usos tradicionales de los enteógenos. Entre los más populares está “Las enseñanzas de don Juan” del antropólogo Carlos Castañeda. En la ceremonia del peyote, empezada la noche, los participantes se reúnen en círculo con un chamán y se pasan la bebida que contiene la mezcalina. Se bebe en pequeñas cantidades y a nadie se le obliga a consumirla. Llega el efecto de la sustancia y los participantes hablan y comparten la experiencia entre si. Toda esto bajo la supervisión del chamán. Llegado el amanecer, todos se despiden cordialmente y regresan en paz a sus hogares.
Fue en su contacto con la cultura occidental que el alcoholismo entró a las tribus nativas en Norteamérica. A la par, los registros de superaciones exitosas de esta adicción gracias a la ceremonia del peyote. Naturalmente, no solo llegó el alcoholismo con este encuentro de civilizaciones, también lo hizo la resistencia de los nativos. Entre los líderes de esta resistencia se encuentra el famoso Quanah Parker. Reconocido también por haber dejado su lucha gracias al peyotismo. Reportes hablan que, gracias al ritual, entendió que la lucha suya, como la de todos los seres, es una lucha interna, en la que debe conquistarse uno mismo. Y así, el hombre que juró acabar con todo hombre blanco que cruzase, no volvió a recurrir jamás a la violencia.
Entre los efectos que generan los enteógenos se habla de un distanciamiento de conflictos internos, y así, traumas reprimidos pueden ser confrontados. Esto acompañado paralelamente de un sentimiento de comunión con el universo que le permite a uno aceptarse tal y cómo se es.
Sustancias artificiales similares al DMT, mezcalina o psilocibina fueron sintetizadas en el siglo XX. Albert Hofmann sintetizó el LSD en 1938. Unas décadas más tarde el tenaz Alexander Shulgin, único humano al que se le ha dado permiso de sintetizar todas las drogas que quisiese, inventó más psicoáctivos que la naturaliza misma, y de los cuales meticulosamente registraba sus efectos (consignados en sus libros Tihkal y Pihkal), inventó el MDMA, más conocido como Éxtasis (estrictamente hablando, fue inventado antes, en 1912, y Shulgin lo redescrubió).
Ambas drogas, LSD y MDMA, fueron rápidamente clasificadas como drogas sin ningún uso médico. Primero fue el LSD. Un mito urbano es que esto se debió a la indignación que surgió cuando se reveló que la CIA pensaba haber encontrada en él el suero de la verdad (que viene siendo cómo la piedra filosofal de la investigación criminal) y lo estaba probando en usuarios de heroína arrestados y enviados al hospital de Lexington (el cual fue inmortalizado en Las Tumbas de Ismael Rivera). Pero fue prohibido por las mismas razones que se ha prohibido toda otra droga: histeria colectiva e irresponsabilidad legislativa. Después fue el MDMA, que aunque mostró inicialmente potencial en terapias de pareja por su capacidad de generar empatía, pudo más el miedo que inspiraba su uso recreativo adoptado por la incipiente subcultura de los clubes nocturnos de los 80s.
Cuando una droga es clasificada como una sustancia sin uso médico, su único uso posible radica en aquellos que más desesperadamente necesitan una solución: los enfermos terminales o aquellos en los que se ha perdido toda esperanza pues tienen una condición resistente a todos los tratamientos conocidos. Es con ellos con los que se ha vuelto a demostrar la utilidad de “inspirar la divinidad en nuestro interior” gracias a una sustancia.
Después de tres décadas de investigación, el mes pasado la FDA dio autorización para la última fase de pruebas antes de poder recetar el MDMA a personas que sufren estrés postrauma. Igualmente fueron publicados estudios donde se demuestra cómo los hongos alucinógenos pueden calmar la ansiedad de enfermos terminales. Usos similares se han visto con el LSD. También hay reportes médicos de usos para la superación de adicciones. Todas estas drogas se usan médicamente en el mismo marco de referencia de los usos tradicionales de los enteógenos: terapia psicológica asistida por una sustancia. Y la hipótesis es que su efecto positivo se debe a lo mismo que se sabía tradicionalmente: comunión con el universo y distanciamiento de una condición personal.