El Doctor Carlos Valdivieso, Cirujano plástico, orienta su artículo hacia unas actitudes de olvido de memoria y de desconocimiento de nuestras raíces en pro de movimientos que buscan deslegitimizar que parte de nuestra esencia, costumbres, tradiciones, genética y memética vienen de otras latitudes, que somos mixtura que enriquece y que cuando le permitimos florecer, nos permiten conspirar contra el olvido. (Ramón García Piment/ Claudia Patricia Romero Velásquez).
Asistiendo cierto día una entrevista que le hicieron a una importante cantante de Rock de Colombia, cuya música disfruto bastante, me sorprendí de que Ella durante toda la conversación se ocupó de resaltar los valores de las culturas prehispánicas de nuestro país, y nunca se refirió a las raíces ancestrales vascas de su propio apellido.
Una curiosa pretensión de algunos colombianos que a más de risible me parece desafortunada, es la de “tomar prestada” la historia de los aborígenes americanos como si fueran sus ancestros, cuando en muchos casos no lo son. Nadie puede falsear la verdad histórica, pretendiendo ser lo que no es.
Es claro que debemos conocer la historia ancestral de los habitantes originarios de estas tierras, donde ahora vivimos, como colombianos que somos. Sin embargo, Colombia es un país multicultural. Tanto como se debe estudiar la historia de los ancestros americanos, se debería estudiar la historia ancestral ibérica o hispánica, de la que muchos de nosotros provenimos. Sentimos orgullo del idioma español y de nuestra genética hispánica.
Para poner un ejemplo, quiero ilustrar a todos mis orígenes. Nuestra historia familiar, como es obvio, no comienza hace 314 años cuando llegamos de España al pueblo de Girón en Santander. Nuestra historia había comenzado en un lugar llamado Valle de Valdivielso, hace más de 2.300 años. Los Valdinienses eran un antiguo pueblo celta, que vivía en dicho valle. Eran parte de una tribu celta cántabra mayor, los Vadinienses. De ahí viene nuestro apellido.
Las tribus celtas cántabras se opusieron ferozmente a la dominación romana, y cuando al final sucumbieron, se convirtieron en apetecidos soldados. La llegada de los visigodos germánicos en el siglo V trajo un nuevo cambio, y más tarde con la creación final del Reino de Castilla en el siglo XI, nos hicimos castellanos.
Los descendientes de estos pueblos hispánicos del que nuestros ancestros eran parte, iniciaron la reconquista de España, junto a Don Rodrigo Díaz de Vivar “El Cid Campeador” en el siglo XI. El proceso duró más de tres centurias, repeliendo a los invasores árabes hasta su expulsión final en 1492. Solo después de esto y en los siglos que siguieron, salimos de la madre patria España y llegamos a América. Esta es nuestra historia y no la podemos olvidar.
El estudio de los pueblos prerromanos de la península Ibérica es un apartado de la historia antigua, que ha tenido muchos avances en los últimos años, gracias a las excavaciones arqueológicas, al uso de una metodología científica más elaborada, y al progreso de las ciencias auxiliares como la filología, la epigrafía, la numismática, unida a una relectura más aguzada de los textos clásicos. Esto ha llevado a la creación de una nueva disciplina, la Paleohispánica que busca el conocimiento cada vez más completo de las poblaciones prerromanas, tanto desde el punto de vista étnico como cultural, lingüístico, económico, social, político y religioso. Cronológicamente se extiende desde el siglo VI hasta el siglo I A.C., es decir, desde el momento en que aparecen las primeras noticias literarias sobre ellos, en el contexto de las colonizaciones fenicia y griega, hasta su conquista por Roma. (1)

El criterio tradicional para clasificar las culturas ibéricas es el lingüístico, en base al cual se han diferenciado cinco grandes grupos: los íberos, que ocupaban el lado este de la península; los turdetanos y tartésicos, en el suroeste; los pueblos de influencia celta, que ocupaban la mayoría de la zona interior de la península, así como áreas del norte y del oeste; los protoceltas, al oeste y noroeste; y los aquitanos o protovascos, en la zona oeste de los Pirineos y el este de la cordillera Cantábrica. Estos a su vez se dividen en dos macrogrupos: los indoeuropeos (de influencia celta) y los que no lo son (2).
Dicha clasificación genérica sin embargo no refleja toda la complejidad que se daba en la realidad, ya que cada grupo constaba de diversas tribus, algunas de las cuales presentan influencias de varios grupos, especialmente las que se encontraban en tierras de frontera entre una cultura y otra, que podían tener más en común entre ellas que con sus tribus “hermanas”, que aun siéndolo estaban más lejanas.
El comportamiento de cada grupo fue diferente también, frente a los diferentes procesos de conquista que se dieron a través de los siglos. Como se dijo, los cántabros en el norte resistieron violentamente a los romanos por un tiempo. Por el contrario, en el sur los esquemas organizativos de las ciudades prerromanas andaluzas, herederas de la cultura tartésica, coincidían en parte con los de los romanos, por lo que el choque de las antiguas formas económicas indígenas con las nuevas formas romanas no fue violento (3).
La información que tenemos sobre estos pueblos ancestrales de la península proviene de las obras de Polibio, César, Livio, Estrabón, Diodoro, Plinio el Viejo, Tácito, Apiano, Ateneo, con referencias dispersas desde Herodoto a Plutarco y Amiano Marcelino, con varios siglos de diferencia. Todos dedican mayor o menor espacio, a trazar los rasgos generales de la sociedad celta, tal como ellos o los autores de los que tomaban los datos la veían y sentían. De esta manera, nuestras fuentes literarias sobre los celtas representan la visión del dominador.
Eran una sociedad primitiva que otorgaba sus ancianos una autoridad y reconocimiento que los sitúa por encima del resto, en virtud de su mayor experiencia y sabiduría, en razón de los años. Por ello es frecuente que muchas comunidades confíen la jefatura al más viejo o experimentado del grupo, cuyos consejos serán escuchados en los conflictos que se originen, sin que implique ningún tipo de obligación u obediencia. Era un poder civil acéfalo, falsamente individualizado a veces, del que esa elite minoritaria asume competencias, aunque es precario e intervenido, un poder que recuerda una «anarquía ordenada»(4)
En lo religioso, los celtas eran adoradores de un dios principal que algunos identificaban con el sol, con varios dioses y diosas menores. Es de resaltar la existencia de mitos que construyeron su forma de ver el mundo, como el mito de Habis, citado por Justino:
“Los bosques de los tartesios, en los que los Titanes, se dice, hicieron la guerra contra los dioses, los habitaron los cunetes, cuyo antiquísimo rey Gárgoris fue el primero que descubrió la utilidad de recoger la miel. Éste, habiendo tenido un nieto tras la violación de su hija, por vergüenza de su infamia intentó hacer desaparecer al niño por medios diversos, pero, salvado de todos los peligros por una especie de fortuna, finalmente llegó a reinar por la compasión que despertaron tantas penalidades. Ante todo, ordenó abandonarlo y, pocos días después, al enviar a buscar su cuerpo abandonado, se encontró que distintas fieras lo habían alimentado con su leche. Después de llevarlo a casa, manda arrojarlo en un camino muy estrecho, por el que acostumbraba a pasar el ganado; hombre verdaderamente cruel, ya que prefería que su nieto fuera pisoteado en vez de darle muerte simplemente. Como también entonces había salido ileso y no estuvo falto de alimentos, lo arrojó primero a unos perros hambrientos y torturados por la privación de muchos días y después también a los cerdos. Así pues, puesto que no sólo no recibía daño, sino que además era alimentado por las ubres de algunas hembras, mandó por último arrojarlo al Océano. Entonces claramente por una manifiesta voluntad divina, en medio de las enfurecidas aguas y el flujo y reflujo de las olas, como si fuera transportado en una nave y no por el oleaje, es depositado en la playa por unas aguas tranquilas, y no mucho después se presentó una cierva, que ofrecía al niño sus ubres. Más tarde, por la convivencia con su nodriza el niño tuvo una agilidad extraordinaria y durante mucho tiempo recorrió montañas y valles en medio de los rebaños de ciervos, no menos veloz que ellos. Finalmente, apresado con un lazo, es ofrecido al rey como regalo. Entonces, por el parecido de las facciones y por las señales que se habían marcado a fuego en su cuerpo cuando pequeño, reconoce al nieto. Después, admirando tantas penalidades y peligros, él mismo lo designa su sucesor al trono. Se le puso el nombre de Habis, y después de haber recibido la dignidad real, fue de tal grandeza, que parecía no en vano arrancado a tantos peligros por la majestad de los dioses. De hecho, sometió a leyes a un pueblo bárbaro y fue el primero que enseñó a poner a los bueyes bajo el yugo del arado y a procurarse el trigo con labranza y obligó a los hombres, por odio a lo que él mismo había soportado, a dejar la comida silvestre y tomar alimentos más suaves. Sus vicisitudes parecerían fabulosas si no se contara que los fundadores de los romanos fueron alimentados por una loba y que Ciro, rey de los persas, fue criado por una perra. Prohibió al pueblo los trabajos de esclavo y distribuyó la población en siete ciudades. Muerto Habis, sus sucesores retuvieron el trono durante muchos siglos” (5) (6).

Los griegos visitaron la península desde el siglo XIII A.C. y su influencia fue determinante para la implantación de la escritura. Los pueblos celtas de la península ibérica tomaron su signario de los pueblos ibéricos anteriores a ellos y de los griegos. Este contacto infundió la cultura helénica en lo literario a las tribus celtas, y llevó a incluir a los celtas en los mitos religiosos griegos. Esto puede verse en la creencia, de que los pueblos de la península provenían de Celtus e Íber hijos de Hércules. Inclusive el nombre “celta”, es una voz griega (Κελτόι o Κελτάι) (7).
Para hacernos una idea gráfica del aspecto de estos ancestros nuestros, les hablaré de sus ropas. Los hombres usaban largos pantalones o braccae sujetos a los tobillos. En la parte superior una túnica corta y un sagum. El sagum celtibérico era un manto de lana pesado, que generalmente llegaba hasta los tobillos, una fíbula ayudaba a sostenerlo sobre el hombro derecho, con lo que dicho brazo quedaba libre para usar la espada. Era una prenda fundamental para soportar los inclementes inviernos (8).
Las mujeres celtas eran consideradas iguales a los hombres, e inclusive en algunos casos, las leyes eran planteadas de tal forma, que las mujeres disfrutaban de un mayor prestigio en la sociedad.

Por lo tanto, en la vestimenta femenina eran comunes los ornamentos, las joyas e inclusive la pintura en la piel, dependiendo de la tribu a la que se perteneciera. Una larga túnica llamada pleplum sujeta con un cinturón de cuero o lino, era el vestido diario tanto para las mujeres del campo, como para las que mantenían altos rangos en la aristocracia. Sobre sus hombros llevaban mantos o sagum, así como el de los hombres, con la excepción de que estos estaban atados con un adorno femenino para simbolizar la belleza de ellas. Estos adornos podían ser de acero precioso o de vidrio.
La lengua hispano-celta occidental era hablada con variaciones en las diferentes tribus, por los pueblos celtas de la península. Se trata de una derivación del llamado idioma Proto-indoeuropeo (9).
Probablemente la épica celta sea el origen de los cantares de gesta castellanos, y de muchas obras de caballería. Muchas leyendas populares españolas, algunas tan famosas como las leyendas “sorianas” de Gustavo Adolfo Bécquer, son un reflejo del imaginario popular de origen ancestral celta. Estas creaciones de tradición oral celta, han sido el germen creador de la literatura castellana, desarrollada a medida que surgían los estados cristianos, en territorios que antiguamente habían ocupado las poblaciones celtas de la península ibérica (10).
Como ya lo dije antes, Colombia es un país multicultural que en cuanto no entienda esa misma naturaleza, y mire hacia el pasado sin actitudes vergonzantes, no podrá conseguir la tan anhelada paz. Construyamos en la diferencia, respetando a cada una de las culturas que conforman nuestra nación.
Referencias:
- SALINAS DE FRIAS MANUEL. Los pueblos prerromanos de la península Ibérica. Ediciones Akal 2006.
- DÍAZ SÁNCHEZ, CARLOS. Vida cotidiana de la Iberia prerromana. Costumbres, cultura y tradiciones. Ediciones Nowtilus, Madrid, 2019.
- MUÑOZ MAURICIO PASTOR, CARRASCO RUS JAVIER. Aspectos Económicos de los Pueblos Prerromanos del área meridional de la Península Ibérica. Disponible en: https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=2065174
- MUÑIZ COELLO JOAQUÍN. Monarquías y sistemas de poder entre los pueblos prerromanos de la Península Ibérica. Homenaje al profesor Presedo / coord. por Salvador M. Ordóñez Agulla, Pedro Sáez Fernández, 1994, págs. 283-296.
- Epítome de las Historias Filípicas de Pompeyo Trogo. Fragmentos, Madrid, Gredos, 1995, edición y trad. de José Castro
- BLÁZQUEZ MARTÍNEZ JOSE MARIA. Familia y religión entre los pueblos prerromanos de la Península Ibérica. Universidad Carlos III de Madrid: Instituto de Historiografía «Julio Caro Baroja». Arys: Antigüedad: religiones y sociedades. Nº. 1, 1998, págs. 77-92.
- DE HOZ BRAVO JESÚS JAVIER Escritura e influencia clásica en los pueblos prerromanos de la Península. Actas de la Mesa Redonda organizada por el Instituto Español de Arqueología «Rodrigo Caro» del CSIC los días 8 y 9 de junio de 1978). Consejo Superior de Investigaciones Científicas, CSIC: Instituto de Historia. Archivo español de arqueología, 52, Nº 139-140, 1979
- PÉREZ VIÑUELA AMADOR. Del Sagum celta a la capa salmantina. Cuadernos del Lazarillo: Revista literaria y cultural, Nº. 20, 2001. Asociación Internacional de Traductores, Intérpretes y Profesores de Español, AITIPE.
- PROSPER BLANCA MARIA Lenguas y religiones prerromanas del occidente de la península ibérica. Ediciones Universidad de Salamanca 2002. pp. 422-427.
- ALMAGRO GORBEA MARTIN. Los celtas: imaginario, mitos y literatura en España. Almuzara, 2018