La conspiración del olvido

Publicado el Ramón García Piment

El nacimiento del sistema financiero y económico colombiano*

*Por: Ramón Garcia Piment y Claudia Patricia Romero

La historia del origen de los bancos colombianos a partir del análisis de un óleo que custodia los cerros tutelares de Tenjo

¿Cómo puede un cuadro contar una historia sobre la fundación del sistema bancario en Colombia? Un óleo pintado hacia 1893 por el afamado retratista republicano Epifanio Garay, contiene un rostro afable de un personaje con bigote del que se percibe un carácter serio pero suave, así como una mirada que fijaba las persistencia en sus propósitos, estamos hablando de Juan Sordo Girardot, protagonista del perfil en un marco de madera dorado que rodea la emblemática figura de este bogotano en la tarde del jueves 2 de abril de 1835, hijo mayor del español Juan Sordo y Sobrino y de la joven Josefa Joaquina Girardot Díaz, hermana de Atanasio Girardot, héroe de la colina del Bárbura en Venezuela.

El cuadro ha permanecido fijo, sin preocuparle el paso del tiempo, por encima de un dintel sostenido por una viga bicentenaria en una hacienda cargada de historias en la falda de la montaña que toca a la población de Tenjo (Cundinamarca). La mirada penetrante pero tranquila, atisbada de personalidad única, pareciera indultar o alejar al que trate de ingresar a la casa de su bisnieta: Isabel Ancízar Duque, quien resguardó los archivos de Manuel Ancízar, el primer rector de la Universidad Nacional de Colombia, y uno de los confidentes cercanos del liberal radical Santos Acosta, que sancionó entre otras fundaciones de instituciones, la Ley de creación del Archivo Nacional.

Allí, en ese hogar, quería permanecer hasta el fin de sus tiempos, Juan Sordo Girardot en vida, a fin de descansar de las constantes persecuciones y solicitudes de dadivas para financiar las persistentes guerras civiles que atormentaron la naciente Republica de Colombia, donde nos matábamos entre nosotros mismos, enceguecidos por las ansias de un poder político y hegemónico. Era éste su remanso de paz luego de haber sentido la inevitable tristeza por la muerte de su amada esposa y prima Bárbara Manuela Menéndez Girardot con quien tuvo ocho hijos de los cuales perdieron prematuramente a uno de ellos: Luis María, en Paris.

La finca Altamira era el destino final de Sordo luego de haber vivido años atrás en Bogotá, en “la esquina de las Esmeraldas”, en una casa de su propiedad en la calle 12 con carrera 6ª, que posteriormente pasó a ser la Procuraduría General hasta que fue incendiada y destruida en el Bogotazo. De allí, se tiene el recuerdo de una de sus empresas notables, la de haber ganado en licitación, el arrendamiento para explotación de las minas de esmeraldas de Muzo desde 1876 hasta 1886, a través de una sociedad denominada Compañía de Minas y Esmeraldas.

El arrendamiento de la explotación de las minas de Muzo significó para nuestro país una de las referencias a la disputa entre el federalismo y centralismo que se vivía día a día. La discusión se centraba en la Cámara de Representantes y en sus delegados boyacenses, quienes alegaban por adquirir la propiedad absoluta de las minas para Boyacá, pleito que culminó en 1878 con la expedición de una Ley en la que la Nación cedió a Boyacá 10.000 pesos y la posterior entrega de la riqueza esmeraldera al “Estado norteño”. La idea no prosperó, pues a la llegada de Núñez al poder, se implementó el régimen centralista, que retornó al centro, muchos de los bienes dados a las entidades soberanas.

Juan Sordo Girardot sabía que sin riesgo no habría recompensa y esa premisa la tenía desde su paso como fundador y segundo gerente del Banco de Colombia, luego de la breve gerencia de Ramón del Corral en 1875, poco tiempo después del establecimiento del Banco bajo su idea y la de José Obregón, Manuel Antonio Ángel, José Camacho Roldán y Elías Casseres. Se tenía la idea de fomentar un banco que por excelencia fuera de giro y descuento a través de acciones de 1.000 pesos cada una, y con un capital nominal inicial de 1.500.000.

En esa época, la noción de banco tenía una connotación completamente diferente a la actual en su relación entidad-Gobierno, pues años después, en 1898, el banco fue protagonista en el aplacamiento de un inminente conflicto, al aportar un capital de 20.000 libras esterlinas al Gobierno de Italia, a fin de evitar una confrontación bélica con el reino Italiano por la confiscación de bienes de Ernesto Cerruti (súbdito italiano), por parte de Colombia y que por las cuales se había condenado a Colombia en el Laudo Arbitral y que tenía ya, en aguas colombianas a unas flotas armadas apuntando sus cañones bajo el mando del Almirante Candiani.

Juan Sordo Girardot había sustentado su experiencia en formación de bancos, la cual venía desde 1870, fecha en la que se funda la sociedad anónima que se constituye como el primer banco privado de nuestro país: El Banco de Bogotá, que se fundó el 15 de noviembre de 1870, el mismo día del Bautizo de su tercera hija, María, y del cual fue accionista fundador.
Desde joven, Juan Sordo tuvo una actitud para los negocios y para la política, la cual se evidenció en sus inicios con la producción y comercialización de las quinas, que lo llevó desde joven a establecer un esquema de transporte fluvial con champanes por el río Magdalena hasta Neiva, de donde exportaba sus productos y abastecía a la ciudad con múltiples productos, donde fue nombrado procurador y gobernador a la edad de 22 años.

Ahora, el cuadro del sobrino de Atanasio Girardot, y el óleo de Juan Sordo y Sobrino, pintado por el Maestro Rubiano, buscan hacer parte de nuestra memoria e identidad nacional, la cual no solo está constituida en referencia a los próceres y mártires que se dieron en el proceso de construcción de nación, sino de miles de ciudadanos que aportaron su vida, pasión y conocimiento al desarrollo de Colombia.

 

 

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