La conspiración del olvido

Publicado el Ramón García Piment

La Astucia de la mansedumbre

Por Ramón García Piment y Claudia Patricia Romero

Juan de Dios Restrepo sabía que la mayor ironía de la magia se encontraba en quien la daba, pues estaría llena de ocultismos donde solo podría mostrarse un pequeño fragmento de realidad. Si llegase a mostrar sus artilugios, se desnudaría la ilusión perdiendo por completo el interés y la esencia que es justo lo que en realidad es.

Por eso, desde sus orígenes en la vieja Medellín de 1840, en medio de sus escritos, Juan empieza a dar más de lo que se le pide, pretendiendo conquistar mundos secretos e inverosímiles, jugando a convertir en realidad lo que nadie había experimentado. Entendió que el querer mostrar lo que no se conoce no era solo magia, sino una manera de poder justificar la razón de la vida, era oprimirse contra la cotidianidad. Era transportarse a un estado de incertidumbre total que deseaba ser adoctrinada, amansada en medio de su furia.

Es así como descubrió que se podía vivir a plenitud por un instante, su vertiginoso camino hacia el mundo literario matizado con la política, lo llevó a un estado catalítico de ansiedades futuras traídas a realidades ortogonales donde se requiere de un, no creado aún, realismo mágico que permitiera presentar lo irreverente como si fuera amancebado. Reveló que cuando se trasgrede a la realidad superponiéndole la utopía como algo cierto, es cuando el sueño cobra vida. Sabía que lo demás sería estructurado. Posicionar la idea dependería de muchos factores y de innumerables patrocinadores que buscarían enarbolar las banderas de autorías robadas.

Hubo un momento de inflexión que han pasado los estudiosos de su obra narrativa decimonónica, en la construcción de su pensamiento y de la mimetización de su ser intuitivo, el cual surgió luego de que pudo colarse en las sesiones de la Cámara de Representantes como un falso representante suplente por el Estado de Antioquia, hasta que fue descubierto el 10 de mayo de 1859. De seguro la contrariedad que produjo lo llevó a reconocer que podría actuar sin ser Él mismo.

Entonces, Juan de Dios se cuestionó sobre la manera de mostrar la esencia sin perder la magia, La voz de la consciencia diría que la única manera es mostrar solo lo que conviene.  Sería necesario reservarse lo mejor para cuando no haya razón para ser. En ese momento surgió de su ser, su alter ego: Emiro Kastos.

Por un instante se pudo sentir feliz en su sueño, buscó argumentos, interpoló tensiones a fin de hacerlas coincidir en un paradigma que lleva a una realidad futura. Luego de varias frustraciones logró saber que el peso de la experiencia le llevaría con más cautela hacia los objetivos. En un mundo donde las teorías e hipótesis se impregnaban de instintos profundos, de aquellos de los que no tenía conciencia que los poseía. Es allí donde descubrió muy a su pesar, que volver realidad las fantasías no era más que esperar los momentos oportunos.

De manera meticulosa, con su investidura seudónima privilegió el hecho de que los que cosechan bien el terreno son los que obtienen las cosas importantes, que allí es donde se adquiere la conciencia moral pura.  Algo que también se venia venir con otros tantos, como Pia Rigan y Alpha, entre otros, quienes lograron conspirar contra el olvido.

Juan de Dios Restrepo
Comunicación de la Cámara de Representantes al Secretario de Gobierno y Guerra informando sobre la ocupación inusual de un asiento por parte de un representante que no figuraba en las listas.

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