El presente articulo de opinión nos lleva por un camino histórico del empleo y uso del termino que asusta, perturba y enceguece a la sociedad actual, El Doctor Luis Carlos Julio Hoyos (Abogado e ingeniero), nos deleita con el análisis del término tan controvertido y empleado como arma política. (Claudia Romero Velásquez y Ramón García Piment).
Sin duda, la palabra de moda por estos días en Colombia y en el resto del mundo. Y aunque en apariencia el término parece provenir de lo más profundo del marxismo-leninismo, no parece ser así porque ahora lo están aplicando hasta sus más recalcitrantes contradictores.
Todo me imaginé en la vida menos que el destino me pondría frente a frente con esta figura en manos de los más furibundos defensores de la democracia. Figura que, a todas luces, representa la más encarnizada oponente de la propiedad privada, y esta última, bastión de la democracia y punta de lanza de todo aquel que pretenda ganarse a un pueblo para obtener su favor en las urnas.
No salgo de mi estupefacción cada vez que veo cómo cada país occidental se disputa, minuto a minuto, lo más alto del podio para ser el mayor expropiador de empresas rusas, con el fortísimo argumento de que Rusia inició una guerra por el simple deseo imperialista de extender su territorio, «seguramente porque es un país muy pequeño y necesita una política lebensraum como la que quiso aplicarle Hitler en su momento con la Operación Barbarroja».
Y después de ver todo esto, confieso que me pongo muy triste por haber perdido alrededor de cuarenta años de mi vida leyendo los libros de historia equivocados que me enseñaron que, aparte del imperio romano, mongol, otomano, español, portugués, austrohúngaro, británico, alemán, y ahora estadounidense, es Rusia el país que, de la nada y por nada, se convirtió en el mayor imperialista de ayer, de hoy y de siempre, únicamente por sacarle la piedra a EEUU y a sus esbirros de la OTAN… Sin palabras.
Ciertamente me pongo muy triste, al punto de querer desistir de continuar inmiscuyéndome en lo que no sé, porque los que sí saben nunca lo escribieron en los libros de historia, y seguro fue por eso que nunca me enteré de semejante noticia. Y siendo así, por supuesto que el castigo no podía ser otro que el de la expropiación de empresas rusas enclavadas en las ciudades más importantes de Europa y del mundo como Londres, París, Berlín y del resto de Europa, donde los nuevos capitalistas rusos, luego de haberse dejado convencer de Reagan de que después de derribar el muro y entrar al capitalismo serían tratados como iguales, decidieron montar sus lícitos negocios capitalistas bajo el convencimiento de que en Occidente era muy seguro invertir, gracias a la seguridad jurídica que le brindaban todos los países que respetan la democracia, la propiedad privada y los derechos humanos, pero que hoy, dadas las circunstancias, habrá que dudarlo. ¡Vaya seguridad jurídica!
Nada de eso pasó porque apenas estaban barriendo los últimos escombros del muro, ya EEUU movía sus primeras fichas para arrimar su aparato militar hacia Rusia, vía Europa del Este, al tiempo que obstaculizaba su expansión económica imponiendo sanciones a sus amigos comerciales más cercanos, para culminar imponiendo un gobierno títere en Ucrania con el ánimo de convencerlo de ingresar a la OTAN y así no perder ese primer puesto como el país más conquistador «del mundo conocido». Mejor dicho, Alejandro Magno les quedó chiquito.
Expropiar es expropiar provenga de donde provenga y cualquiera que sean las razones que esgrima el expropiador. Así que podrá usarse todo tipo de eufemismos, argumentaciones o lo que sea, pero expropiar es expropiar, y de ahí la enorme y creciente desconfianza que el mundo entero le está cogiendo a EEUU, que empezó con la expropiación del oro en los «acuerdos» de Bretton Woods, pasando por las expropiaciones del petróleo de Irak y de casi todo el Medio Oriente, que ya hasta se volvió cansón estarlo repitiendo, para aterrizar en las arenas más movedizas de todas: las de Ucrania. Allí en donde Rusia descendió una Cortina de Hierro 2.0 para detener el avance de la OTAN hacia su territorio, porque han sido múltiples los pronunciamientos públicos en los que EEUU y sus aliados han expresado que el tamaño de Rusia «evidentemente representa un peligro para la estabilidad del mundo». ¿Por qué será que me parece estar escuchando a Hitler cuando decía que una nación como la alemana «merecía» un «espacio vital», o lebensraum, de mayor extensión al que ocupaba? , y que ¿dónde más podría obtenerlo sino en el Este?
De ahí que haya enviado sobre Rusia la mayor operación militar que se conozca, con el propósito de arrumar a esos «comunistas judíos caucásicos», como solía llamarlos peyorativamente. Operación que comprendió a más de tres millones de tropas. Número nada despreciable con el que ni siquiera soñó Alejandro Magno, Gengis Kan o Solimán El Magnífico en sus empresas.
Pero la historia dice que Hitler no lo logró, y que en cambio fue el comienzo de su caída.
Y aun cuando para esa época no se habían inventado los bloqueos económicos como se conocen hoy, su derrota fue estrepitosa, como parece ser la derrota que se está viendo venir hoy sobre EEUU, sus aliados y sobre el resto del mundo no alineado. Todos por igual preparándose para una hambruna a gran escala o, en su defecto, para una guerra nuclear que «no tendrá vencedor», a decir de Putin.
Porque el problema ya no es sólo la expropiación de empresas, de bienes rusos ubicados en países «con seguridad jurídica», y de cuentas bancarias, sino el cierre de canales de televisión y de YouTube, como RT, entre muchos otros, lo que me hace suponer que Rodrigo Duterte, Daniel Ortega, Nayib Bukele y Nicolás Maduro están siendo notificados en estrados de que esas prácticas, antes eran malas pero ya no, algo así como la legalización de la droga que, sin ley, hace daño a la juventud, y legalizada, ya no tanto.
Porque hoy el bloqueo no está enfocado en Rusia como país sino en todo lo que suene a rusófilo. Y lo advertía Donald Trump mientras avanzaba la construcción del gasoducto báltico Nord Stream 2, quien amenazó con bloquear a las empresas privadas que participaran en su construcción, en franca violación a la libertad económica y de empresa.
Una aberración más a ese esperpento que significa usar una única moneda de cambio mundial, toda vez que permite a su dueño señalar quién puede y quién no comerciar con ella sin ser sancionado.
Nada diferente a lo que sucede hoy, que no sólo se sanciona a Irán, a Venezuela, a Irak, etc., sino a otras naciones o a particulares que negocien con ellos, expropiando sus cuentas bancarias y bienes ubicados en ese país.
De todos modos, yo ya tengo claro que expropiar no es malo, dependiendo de quién lo haga, bajo los argumentos que se haga, en contra de quien se haga y en favor de quien se haga, porque eso de la seguridad jurídica de los países es cosa del pasado y un embeleco sin importancia que ya pasó de moda.
En Colombia, por ejemplo, es la palabra de moda, y los candidatos la están usando para deshacerse de su mayor opositor llenando de terror a la gente para que «opten por la democracia y por las libertades individuales», al tiempo que tienen expropiada la empresa Monómeros Colombo-venezolanos y otras tantas por ahí.
A la Libia de post Gadafi le expropiaron más de 40 mil millones de dólares de sus más de 200 mil millones de reserva monetaria, aduciendo que hacían parte de la fortuna privada del asesinado presidente, cuando lo cierto es que ese dinero es del pueblo libio. Pero claro, como eran del «dictador» lo lógico es que su dinero «mal habido» haga parte del tesoro americano: es lo lógico ¿no?
A Venezuela le han expropiado cientos de empresas e inversiones en países extranjeros, incluida la expropiación mayor, la de su oro de reserva depositado en Inglaterra. «Cosa apenas obvia», y cómo no ha de ser así si el oro no debe ser usado por un dictador que muy seguramente lo va a malgastar, porque los únicos que invierten correctamente el dinero público son los mandatarios legítimamente elegidos por voto popular, como en Colombia por ejemplo, que dos gobiernos atrás, el presidente vendió el 65% de las reservas de oro del país… ¿Y el importe de la venta dónde está?
Eso quiere decir que la expropiación ya se volvió paisaje y que se ha popularizado tanto, que incluirla en el menú de propuestas y soluciones de candidatos políticos ya no es una aberración, siempre y cuando comprenda «fines nobles» como prestarle el dinero ajeno a un banquero para que construya vías por concesión y las cobre con el importe de peajes por 25 ó 30 años, y para que con las ganancias obtenidas no pensione a los ahorradores que confiaron en que los pensionarían, pero que a cambio recibirán la devolución de sus ahorros o aportes, y caso cerrado: el trabajador es obligado a prestarle su dinero al banquero para que éste lo invierta en la construcción de carreteras concesionadas por el gobierno, que otorga los contratos a dedo para que el banquero invierta el dinero ajeno y obtenga el 45% de utilidades, de las que entrega el 8% de rendimiento a sus legítimos dueños, conservando para sí una intermediación del 37%, sin invertir un solo centavo de su propio peculio. Maravilloso negocio de expropiación disfrazado con el nombre de «pensión» que el prestamista es obligado a aportar durante toda su vida laboral a cambio de la «generosidad y seguridad estatal» que le devolverán sus aportes… ¡Dios Santo!
En otras palabras, no fue sino que Hugo Chávez pronunciara la palabra mágica ¡exprópiese! para que todos los mandatarios del mundo salieran en estampida a hacerle caso… ¡Qué paradoja! ¿no?…