En otros tiempos, una mujer que se embarazaba en lugar distinto a una cama matrimonial la echaban de la casa como a un perro, entre gritos y señalamientos de puta. A veces, la querían tanto que la obligaban abortar, o a un matrimonio con cualquiera para tapar el embarazo, o la escondían por los nueve meses… y el día del parto regalaban la criatura.
En otros tiempos, una mujer que perdía la virginidad sin matrimonio de por medio, podría perder la oportunidad de formar un hogar serio, se desvalorizaba moral y socialmente. Era considerada una mujer de segunda, una cualquiera, un descrédito para la casa, para el apellido, para el honor de la familia.
En otros tiempos, el alcohol fue prohíbo, y a sus vendedores los trataban de mafiosos. Los perseguían, los metían presos, los mataban a través de sicarios y eran considerados como el cáncer de la sociedad.
En otros tiempos, ser gay era terrible. Les decían maricas con tonito de repudio, los señalaban de pervertidos sexuales, de abusadores de niños, de “locas” que daban mal ejemplo. Eran considerados seres enfermos que daban miedo.
En otros tiempos, ser mariguanero, era ser delincuente. O ser delincuente era ser mariguanero. Y eran señalados de hijos torcidos, de seres fallidos, de peligros inminentes, de flácidos mentales, de descrédito familiar y social.
Hoy en día, ya los padres no vigilan ni cuidan tanto como antes la virginidad de sus hijas, ni un virgo vale tanto como en otrora. Ni los virgos hacen parte del inventario del honor familiar. Se volvió un asunto privado, personal, un derecho propio.
Hoy en día, ser madre soltera no es un escándalo familiar para la vergüenza colectiva, y hace parte de la clasificación social de las familias modernas y disfuncionales. Incluso, muchas madres solteras son consideradas heroínas por asumir sus compromisos de padre y madre.
Hoy en día ya los homosexuales hacen parte del panorama social. Y pocos los estigmatizan o repudian como antes. Ya muchos entendimos que una condición sexual no es una enfermedad o implica necesariamente perversión mental, ni física, ni espiritual.
Pero el tema con los mariguaneros todavía no se resuelve del todo. Se han dado pasos grandes para entender y aceptar como personas normales a sus consumidores pero… todavía falta.
Se acepta la existencia y posesión de las dosis personal, se acepta decir que un “cacho” hace menos daño que un litro de aguardiente, que es un producto natural, que un mariguanero no necesariamente es un vicioso pervertido, o atracador. Pero el miedo y el señalamiento siguen.
El consumo de mariguana en las calles y parques escandaliza. Muchos asumen que quienes pasean por las calles con el fragante olor de la mariguana a su espaldas son potenciales pandilleros o atracadores; que quienes van a fumar al parque una vez trabados hacen parte de los violadores y pervertidos que deberían estar en las cárceles. En las empresas, colegios y universidades se siguen expulsando a quienes son sorprendidos con “un bareto” entre las manos.
El asunto es que el debate de si debe legalizarse o combatir a los consumidores con todo el poder del Estado, se sigue dando por los laditos, con disimulo. Y los que señalan desde la moral y religión el asunto mirando a los consumidores como ángeles caídos y sin remedio, hablan mucho y escuchan poco, y no dan pie para debates que permitan tomar decisiones serias.
Pero como van las cosas, con la legalización de dosis personal, con la agencia estatal de plantaciones legales, con la socialización mediática de que es preferible fumar a embriagarse, con la cantidad de marchas, fumatones y consumidores que la defienden con argumentos y de manera inteligente, muy pronto –en Colombia-, la mariguana será legalizada y dejará de ser una preocupación satánica, social o de salubridad.
Esta semana el alcalde de Tuluá volvió a poner sobre el tapete el tema de la mariguana, pues frente a las quejas de algunos ciudadanos preocupados porque los consumidores no tienen reparos en prenderse “un porro” en cualquier esquina, propuso crear “mariguanódromos”.
Y entre chiste y en serio, no faltó quien dijera que si a la guerrilla colombiana desmovilizada se les asignó “zonas veredales” para dejar de ser señalados como delincuentes; entonces, habría que pensar en “zonas mariguanales” para aquellos que quieran darse “un pase” sin miedo a las persecuciones y señalamientos… zonas que de por sí, en cada ciudad y en muchas universidades, ya existen sin permiso de autoridad alguna.
Crédito de la foto: (http://radiomitre.cienradios.com/los-adolescentes-consumen-tanta-marihuana-como-tabaco/)