LA CASA ENCENDIDA

Publicado el Marco Antonio Valencia

S.O.S A LAS MADRES DE LA PATRIA

 

¿Qué tal, si por un día, el congreso de la república invita a las madres de Colombia, a una madre por región, o por departamento, a hablarle a los padres de la patria?  ¿Qué tal, si por un día en la historia de Colombia las madres van al congreso a opinar o a dar sus ideas para el país donde quieren que vivan sus hijos? Y mejor, aún, ¿qué tal si por fin comenzamos a hacerle caso a nuestra madre a partir de un manifiesto de comportamiento básico para terminar la violencia en Colombia?

Es una idea vieja. La hizo Julia Ward, en la “proclama del día la madre” en Estados Unidos por allá en 1870, convocando a las mujeres del mundo en pro de la paz mundial y la humanización de la vida. En un país como el nuestro, plagando de violencias varias, una idea como esas debería recogerse, tramitarse.

Aristófanes, nos cuenta que, en la antigua Grecia, Lisístrata, en plena guerra entre atenienses y laconios, convocó a una huelga sexual para que los hombres de su pueblo abandonaran la violencia, al punto, que los laconios entregaron las armas y volvieron al hogar con sus mujeres.

El 3 de marzo del 2003, el “Proyecto Lisístrata, fue una realidad. En 42 países se hizo una lectura dramatizada de la obra de Aristófanes y en muchos lugares del mundo se invitó a pensar si una idea así, podría terminar el vicio de la guerra que inunda el corazón y la pedantería de los hombres.

La Proclama del día de la madre de Julia Ward dice así:

¡Levántense, mujeres de hoy! ¡Levántense todas las que tienen corazones, sin importar que su bautismo haya sido de agua o lágrimas! Digan con firmeza: ‘No permitiremos que los asuntos sean decididos por agencias irrelevantes. Nuestros maridos no regresarán a nosotras en busca de caricias y aplausos, apestando a matanzas. No se llevarán a nuestros hijos para que desaprendan todo lo que hemos podido enseñarles acerca de la caridad, la compasión y la paciencia’. Nosotras, mujeres de un país, tendremos demasiada compasión hacia aquellas de otro país, como para permitir que nuestros hijos sean entrenados para herir a los suyos. Desde el seno de una tierra devastada, una voz se alza con la nuestra y dice ‘¡Desarma! ¡Desarma!’ La espada del asesinato no es la balanza de la justicia. La sangre no limpia el deshonor, ni la violencia es señal de posesión. En nombre de la maternidad y la humanidad, les pido solemnemente que sea designado un congreso general de mujeres, sin importar nacionalidad, y que se lleve a cabo en algún lugar que resulte conveniente, a la brevedad posible, para promover la alianza de diferentes nacionalidades, el arreglo amistoso de cuestiones internacionales.

 

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