LA CASA ENCENDIDA

Publicado el Marco Antonio Valencia

Los privilegios que otros no tienen

En las calles hay gente sin dinero, de poco vestir, sin tener donde bañarse, con hambre y la mayoría de veces enferma tirada en el piso, durmiendo en andenes.

No teniendo donde más, realizan sus necesidades fisiológicas en la calle, a vista de todos. Y en sus ojos no hay más que tristeza, dolor y rabia.

El hambre, la falta de alimentos, el no tender cómo ni dónde obtener comida enloquece a las personas. Se vuelven peligrosas.

La pobreza es el infierno mayor. Allí no hay piedad, ni esperanza, ni alientos, ni amigos. Y la existencia de Dios es un razonamiento vulgar, un sentimiento ingenuo.

En Cali, Bogotá y Medellín, Popayán, Timbío, por citar algunas ciudades, hay seres humanos menospreciados y considerados desechables porque no tienen una vida tradicional, un casa donde vivir, y mucho menos una familia.

Calles largas y barrios  enteros que bien podrían ser la antesala del infierno.

Lugares con olores inmundos, con imágenes dolorosas, con personas abandonadas en carne y espíritu, al clima, la limosna, al escalofrío de no tener nada, absolutamente nada en la vida, salvo la vida.

Nada los alivia. Todo es pesar. Tristeza.

La gente que tiene pequeños privilegios no puede entender la carencia. El privilegio no deja entender.

Tener un cepillo de dientes, agua para lavarse las manos, un sanitario donde descargar el cuerpo, una olla vieja para hacer arroz, una moneda en el bolsillo, cualquier cosa material que sirva para darle bienestar al cuerpo, es un privilegio.

Agradecer por los privilegios tiene que ser algo para enseñarle a los niños y a muchas personas que consideran  que las cosas son gratis y regaladas.

Salgamos del privilegio y del confort con nuestros hijos o amigos a reconocer esas playas de la indigencia, llevemos una bolsa de pan, ropa o dinero para que los que viven en la calle puedan tener algo de bienestar y, devolverles con nuestra acción un poquito de esperanza.

Darles regalos a niños desagradecidos que no conocen el valor de las cosas debería ser pecado, además de ignorancia y falta de sindéresis. Más bien pasarle un regalo para que se lo entregue a alguien que no tiene, puede ser un mejor regalo para ese niño.

En vez de votar dinero en alimentos dañinos para el cuerpo por los azúcares y grasas, sería mejor llevara algo de comer a los pobres en situación de calle.

En vez de gastar dinero en pólvora, deberíamos donarlo a la caridad.

Cuánto dinero se gasta en arreglos navideños y cubiertos desechables. En arreglos que pocos miran o aprecian. Mejor sería ayudar con un medicamento, una cobija o algo de ropa a una persona habitante de la calle.

Los privilegios que tenemos son varios por pequeños y escasos que sean: el estudio, una casa donde vivir, y la capacidad de pensar con criterio.

Usemos el privilegio de entendimiento para apoyar y salvar de la indigencia total a los que viven en la calle y sin empleo.

Al escritor García Márquez alguna vez un periodista le reclamó por su inclinación socialista mientras andaba en carro blindado y con escoltas. El hombre respondió que el socialismo era para igualarnos en riqueza, no en pobreza.

Felicitaciones a quienes ganan hoy el premio a mandatarios que luchan por mitigar la pobreza.

 

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