Por: Nicolás Salazar Patiño
Aquí nadie sabe lo que está pasando. Salgo de mi casa, pie izquierdo, paso lento, erguido; me miran, y nadie entiende. «Estoy practicando», digo para mis adentros.
Siento el viento, me huele a sahumerio, y sonrío. Me preguntan si es por un amor. «¡Vaya amor!», les digo, no entienden.
Cierro mis ojos, y el sonido de la banda retumba en mi cabeza, mientras sigo el ritmo con mis manos. «¿Qué estará pensando?», se preguntan.
«El vuelo a Popayán sale en media hora», se escucha decir a lo lejos; sonrío, y mis ojos se aguan, nadie entiende, pienso, ni siquiera yo.