LA CASA ENCENDIDA

Publicado el Marco Antonio Valencia

Debate: identidad de los payaneses 28

CONTRA LA CORRIENTE

HORACIO DORADO GÓMEZ

Como seres humanos somos obstinados y a menudo queremos lo mejor para nosotros ¿Quién no? Nos aferrarnos a un camino aunque no sea el adecuado para los otros. Todos tenemos nuestro propio carácter que se complica aún más porque la sociedad nos enseña a no darnos por vencidos. Gracias a Dios, yo también soy testarudo, pues muchas veces hago caso omiso al nudo en el estómago. Me opuse a la tala de guayacanes de la autopista, que quisieron derribarlos para evitar que bólidos se estrellaran contra ellos. Escribo contra quienes los fines de semana derriban muros, ventanas y portalones convirtiendo el centro histórico de Popayán en chiribitiles de todo a mil con altoparlantes, venta de arepas, fotocopias… Debatí cuando edificaron un gran centro comercial sobre humedales. Con mi pluma confronté para que no permutaran un campo deportivo para edificar otro prestigioso almacén que perjudicaría la movilidad no solo a vecinos, sino de la ciudad hoy vuelta peñusquiña. Y encaro cualquiera que sea el escenario donde haya señales de acabar con lo poco que queda de ella. Pero ahora, nadaré contra la corriente, tropezaré con amigos por situaciones que en mi opinión no están bien. Mi intuición que es mi guía, no me deja seguir la corriente de quienes en los últimos días han dejado correr mucha tinta sobre temas de ciudad.

Es que el popayanejo, ama el clima, la poesía, las paredes blancas, y ya estoy nadando contra la corriente, porque de eso nadie vive. El patojo, pontifica imponiendo su condición ante los demás, aunque esté equivocado. Reprocha, pero se esfuerza poco para que la ciudad progrese. Protesta por el caos, pero le gusta llegar hasta la puerta de su casa estacionado su vehículo sin importar que haga estorbo. Me meto en camisa de once varas si digo, que el patojo le gusta leer de gorra El Liberal, come tamal cuando está enguayabado y baja con jugo de tubo. Chupa los huesos del pollo, se afeita con jabón y la misma cuchilla varias veces, y critica desde el asfalto lo que no hizo en el cargo público.

Perdimos identidad hasta en el hablar, ya no oímos: Está ardido el vergajo. Esa pobre quedó íngrima y viringa. Si se lo digo es porque se lo digo, De razón no viene. Está jecho. Tiene lengua viperina, atembao. Le pegó un mangazo, Vino y se aposentó. Me la tiene velada. La cómoda, el escaparate, la hornilla, el foco. Está cundido de piojos, pegachento, No sea pechugona. No se deje carajiar, Se desguariló. Las quimbas, el champús, la escudilla, las rosquillas, la gurupera, el encauchado, el gulumpio, badulaque, el vendaje, una runfla de gente. Tragaldabas, la aloja. Mide dos gemes. En Popayán todo cambia, se derritió el Puracé, cambia el modo de pensar, el clima con los años, solo Dios no cambia y como todo cambia, que yo cambie no es extraño. No soy irreverente contra lo venerado de mi amada ciudad.

Como payanés, desagravio a emprendedores exitosos que llegaron de otras latitudes, poseídos de espíritu de búsqueda de algo nuevo para Popayán, aceptando el riesgo como parte inherente de todo cuanto hacen, y las dificultades como un reto a ser vencido y no bloqueados.

¡Bienvenidos!, entre ellos, Silvio Urbano, patojo adoptivo, casado con reina de la belleza caucana, padre de hijos payaneses, digno ejecutor de soluciones para la ciudad. Su acción son los negocios y, la innovación en orden. Sus límites son su propia capacidad y el tiempo de vida. Dejémoslo que nos enseñe a descender del deshonroso pedestal del desempleo.

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