El cielo vomita cristales
por la ranura de una tarde herida de muerte.
Tiemblan campanas, pero
no puedo amar sus sonidos ni a su sacerdote.
Estoy herido,
porque no creo.
En una hoja de árbol coronado por días fértiles,
Veo el rostro de un dios
la fuerza de mi sangre
al vuelo.
-Marco Antonio Valencia-