J’accuse!

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¿Habrá empezado un nuevo siglo?

Ha empezado un nuevo siglo. Se trata de una frase recurrente que se ha podido leer en los medios de comunicación de varios países europeos. Afirman que, con la bárbara invasión rusa de Ucrania, un nuevo siglo ha visto la luz. Ya era hora de que dejáramos atrás el siglo sin fin, ese de dos Guerras Mundiales y de la eterna Guerra Fría. El siglo de la guerra de Vietnam, del terrorismo comunista que azotó nuestro continente. El siglo del Plan Cóndor y de la barbarie del Pol Pot, de Hitler y Stalin, así como de sus repugnantes gulags y campos de exterminio. El siglo de la guerra civil española, y de nuestro conflicto armado, ese que nos infestó el campo de minas antipersona, las selvas de jaulas con miles de secuestrados y las calles de sicarios. Fue asimismo el siglo de la justicia en llamas, y del campo en ruinas. ¿Se habrá acabado por fin ese siglo de las ideologías que incendiaron el mundo? ¿Se habrá acabado ese siglo que en su último respiro tomó un poco de conciencia ecológica y que pensó que el antropocentrismo había convertido el planeta en un basurero cuando no un matadero sanguinario? ¿Se habrá acabado el siglo de la mundialización, del libre comercio?

No sé si el genocidio de Bucha en Ucrania haya dado lugar a un nuevo siglo, pero tengo la plena seguridad de que la salvaje invasión rusa a dicho país soberano reformulará muchos engranajes de los diferentes sistemas que a duras penas cohabitan en nuestro planeta. Dudo de que las satrapías que desafortunadamente abundan en el globo y que se siguen multiplicando en nuestro continente vayan a desaparecer con la llegada de la nueva era. Es más, creo que el nuevo siglo, si es que está iniciando uno, nos plantearía la reorganización o cuasi restauración de lo que fue el mundo libre y el bloque soviético, con la gran diferencia de que dicho bloque orbitará entorno a China, entre cuyos satélites figurará Rusia, ya destinada a ser un país bajo la influencia del gigante asiático. El último zar ruso, Vladímir Putin, ya ha condenado el futuro de su país a usar el renminbi chino para toda transacción. Su gas, que se distribuirá por un solo gasoducto –el Siberia Power que conecta Rusia con China–, dependerá de las condiciones que el partido único chino decida, en cuanto a precios y cantidades se refiere. China atisbó esta gran oportunidad y actualmente está haciendo malabares diplomáticos para ser neutra con respecto a la invasión rusa. Este nuevo siglo le mostrará a China que la neutralidad ante un genocidio se llama complicidad (y esto vale para todos). El gigante asiático, en este inicio de siglo, seguirá comprando países enteros en África y continuará coqueteando con todos los países de nuestra América, pero penetrará exclusivamente en aquellas democracias débiles que venden el alma de sus pueblos por unos pocos dólares. De la otra parte, digamos que de la parte del mundo libre –solo por así llamarlo, pues el relativismo campante corroerá en pocos años sus libertades– con Estados Unidos siempre a la cabeza, se vivirá el declive de las democracias liberales y del libre mercado, todo ello mientras algunos países consumen sus riquezas acumuladas durante el siglo pasado (pienso en Europa). El dólar no cubrirá todo el planeta, y con esta reducción menguará el poder americano. Seguirá sin dudas siendo abismal su superioridad militar, y esto, creo yo, le permitirá al imperio americano sobrevivir –y puede que a duras penas– hasta el próximo siglo.

¿Y nosotros? ¿Dónde caemos nosotros en este ajedrez mundial que se está perfilando?

Pienso en una serie de tuits entre el expresidente Uribe y del candidato Gustavo Petro, y sobre todo en uno donde Uribe comentaba unas palabras del expresidente de Bolivia, hoy fugitivo en Argentina. Evo Morales estaría augurando el retorno del chavismo y el kirchnerismo con Castillo (hoy en vías de ser destituido), Boric (no en un momento de altísima popularidad a pocos meses de haber sido elegido), Petro y Lula (estos últimos candidatos liderando las encuestas de las próximas presidenciales de sus respectivos países). Uribe habría comentado esta noticia afirmando que “Petro representa un modelo más viejo y más fracasado” que el suyo. Y, de hecho, si nos paramos a pensar, el hoy anticuado modelo que implantó el uribismo se está esfumando como opción viable con el inicio de este nuevo siglo. El libre mercado y la globalización tienen los días contados. Los planes para volver a cultivar los campos en Europa están poniéndose en marcha de forma vertiginosa. La idea es dejar de depender de las importaciones de productos agrícolas, y, por eso, frente a la penuria de este año, todo el continente empezó a reactivar millones de hectáreas no cultivadas. Las posiciones ecologistas se empezaron a moderar, y, frente a la escasez de energía, causada por la dependencia del gas y del carbón ruso, se empezaron de nuevo a activar plantas eléctricas de carbón. En el viejo continente está circulando la idea de que la producción de energía nuclear puede ser limpia y segura. ¿Cómo reformular nuestra economía frente a tal reto? ¿Cómo poner nuestra riqueza a producir en este nuevo siglo? ¿Reforzando el Estado? ¿Nacionalizando la empresa privada? ¿Estatalizando la iniciativa privada? ¿Expropiando (o, como se dice, “democratizando”) el campo y la riqueza privada? Esta es la formula del siglo antepasado, esa que solo ha llevado a la miseria en sus mejores resultados, porque, en los peores, ha exterminado pueblos enteros, ya sea de hambre o torturando en algún campo de concentración. Nunca ha funcionado, en ninguna parte lo ha hecho. ¿Qué les hace pensar a algunos dinosaurios de la política que esta vez sí funcionará?

Propongo ir por partes. Paso a paso, encontraremos un lugar en este nuevo siglo. Por ahora solo tratemos de que las próximas elecciones no nos pongan en el otro lado, en el lado de la influencia china, porque ahí, en fila y esperando nuestro turno, quedaríamos detrás de Venezuela. Una vez a salvo, tratemos de implicarnos para reforzar el Estado de Derecho, la democracia liberal, es de ahí desde donde se puede debatir sobre el proyecto de una sociedad capaz de producir, capaz de reforzar la creatividad y la iniciativa privada, y obligarla a repartir para un bienestar colectivo.

La gran pregunta ahora es ¿está nuestra clase política representando ese cambio de siglo? Me temo que no. Lectores, les aconsejo que le echen un vistazo a algún noticiero de los años ochenta o noventa. Verán a un Gustavo Petro ya aspirando a llegar a la presidencia, en una década de forma violenta y en la sucesiva a través de la política. Verán a un Uribe ya preparándose para gobernar. Verán a un Santos (y la serie dinástica es larga) gobernando. A Íngrid Betancourt aspirando a la presidencia. A Gaviria joven gobernando. Pastrana, Samper, Cristo, De la Calle. Estamos hablando de una clase política que lleva años, lustros, décadas reformulando de forma fallida algunas tesis obsoletas del siglo pasado que (nos) llevaron a la bancarrota.

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