J’accuse!

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Expresidente, permítame amablemente que le democratice su chiste

Me había perdido la discusión desencadenada por una serie de comentarios de Gustavo Petro en una de sus numerosas manifestaciones políticas. En tiempo de campaña electoral, lo sabemos –¡y tanto que lo sabemos en nuestro país!– todos los candidatos indistintamente tienden a prometer lo imposible. Ya de por sí, algunas de esas promesas deberían alarmarnos a todos, porque son un síntoma claro de autoritarismo. Algunas teorizan un salto rocambolesco del Estado de derecho, otras van más allá y se saltan directamente los derechos humanos. En el mejor de los casos, muchas de esas promesas vertidas en la embriaguez de nuestro alicorado panorama electoral son simplemente tan descabelladas que llegan a ruborizar a la opinión pública, y, por la vergüenza ajena que generan, la colectividad las ignora. Y así, como en la resaca del día después, esos comentarios bochornosos se convierten en un pequeño detalle que difícilmente puede opacar el recuerdo de la magnífica fiesta de la víspera.

No pudiendo llamar las cosas por su nombre, pues el afán de captar votos indecisos, votos de tendencia liberal, pero cuyo denominador común es el hastío por la clase política y su perpetuar de las injusticias sociales, Gustavo Petro habría puesto en la esfera semántica de la “expropiación” el verbo “democratizar”. Le habrá parecido un término adecuado por su unidimensionalidad, su capacidad de esconderse en una semántica etérea y escurridiza que nadie en su sano juicio podría comprender plenamente, menos si cabe en la embriaguez de la fiesta democrática. El lenguaje unidimensional, según el filosofo Herbert Marcuse, se basa en el uso de un tipo de conceptos vagos y contradictorios que terminan por solidificarse gracias a la imposibilidad general de ponerlos en entredicho. (¿Quién se atrevería a declararse contrario a cualquier manifestación o expresión democrática?) Marcuse veía que era sobre estos conceptos unidimensionales donde se encontraban las bases del estado represivo en la modernidad. El lenguaje unidimensional crea un ciudadano que básicamente vive de emociones primarias, de creencias básicas (como transformar una campaña electoral en la ciega afición futbolística por el equipo del alma) y, sobre todo, dicho lenguaje reduce la vida de cada uno de nosotros a escoger y consumir productos que ilusoriamente consideramos diferentes pero cuya aparente diferencia es simplemente el resultado del lenguaje unidimensional. Hablo de Marcuse porque es él quien ejemplifica su teoría a través precisamente del fenómeno de la mal llamada democratización –y que, por cierto, es la base crítica que le dio forma a toda la izquierda contemporánea–.

¿Que querrá decir Gustavo Petro cuando nos repite que quiere democratizar la economía, democratizar la riqueza? Sigo sin entenderlo, y voy al diccionario, que me confunde aun más. La Real Academia de la Lengua me encierra en dos únicas acepciones afirmando que, “democratizar” significa “Hacer demócratas a las personas o democráticas las cosas”. La primera, me recuerda tristemente las sangrientas campañas bélicas de Estados Unidos en el fallido intento de establecer sistemas democráticos en algunos países del Medio Oriente. La segunda, que fue la que me llevó a pensar en Marcuse, me parece que se acerca un poco más al posible significado, pero sigue siendo poco clara. ¿O más bien empieza a serlo bastante? ¿Me pregunté si Gustavo Petro habría querido decir realmente que quería democratizar las pensiones de sus cotizantes, en el sentido de hacer democráticas las cosas?

Creo que un tuit casual y sin pretensión argumentativa del expresidente Uribe termina por responder a esta pregunta. No era necesario recurrir a Marcuse pare entender algo tan fácil. ¿O seguimos sin entenderlo?

Aclare o no el misterio, el tuit de Uribe fue tendencia y creo que nos hizo reír a algunos millones de colombianos –detractores incluidos–. El tuit de Uribe reza lo siguiente: “Hace cinco minutos, un ‘joven emprendedor’ casi me ‘democratiza’ el celular”.

Me pregunto si el chiste de Uribe no le dio definitivamente forma al campo semántico del verbo “democratizar” en su acepción petrista. Inmediatamente, el tuit en cuestión me lleva a pensar en un chiste, que, dicho sea de paso, le costó la carrera y la exclusión de las cadenas públicas al cómico que se atrevió a formularlo en los años ochenta en Italia. Expresidente, permítame amablemente que le democratice su tuit para reformular el chiste de Giuseppe Piero Grillo, retransmitido en televisión nacional en el 1986.

Una delegación del partido socialista italiano va de viaje oficial a China. Durante una cena con algunos altos exponentes del Partido Comunista que rige el Estado Socialista de China, el secretario italiano le pregunta en voz baja a su propio presidente:

—Presidente, presidente, ¿es verdad que aquí en China hay mil quinientos millones de habitantes?— La respuesta, igualmente en voz baja, es inmediata. —Así es, son mil quinientos millones de habitantes.— A lo que responde el secretario: —¿Y es también verdad que los mil quinientos millones son socialistas?”—

—Así es. Todos son socialistas–.

—Y, si todos los habitantes son socialistas, ¿quién democratiza a quién?—.

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