Fin de año y balance de lo bueno, lo malo y lo feo que nos sucedió en los últimos 365 días parecen ser inseparables. Para algunos este es tiempo de reflexión, para otros de depuración. Los perfiles de las redes sociales se visten de rojo y blanco, y la revisión del listado de ‘amigos’ hace parte de un sano ejercicio de limpieza.
Tal vez sean las vacaciones, la reducción en las tareas o el afán por saber qué están haciendo los demás, lo cierto es que en estas fiestas ya no solo se escucha decir que reaparecieron algunos amigos, sino que algunos otros se esfumaron de las listas de contactos de Facebook, Twitter y hasta el celular.
Desde psicólogos hasta bioenergéticos están de acuerdo en que depurar nuestras redes hace parte de un proceso natural y necesario. Las digitales parecieran constituir una cartografía de quiénes somos y quiénes nos rodean.
Incluso, las redes sociales van más allá de lo que en nuestra propia vida hacemos de forma inconsciente: agrupan y separan.
Los círculos y grupos de Google+ y Facebook no son nada distinto que cajones en los que ponemos a cada una de las personas y que abrimos únicamente para ciertos asuntos. Los compañeros de trabajo no saben nada sobre nuestras relaciones personales y los amigos de fiesta no pueden etiquetarnos en las fotografías de la noche anterior.
Cada uno en su cajón, cada uno regido bajo nuestro supremo mandato.
Temprano en la mañana revisé mis cuentas (las de redes, porque las bancarias no las quiero ni conocer). Algunos de mis más cercanos hicieron públicos sus saludos y buenos deseos, pero también aparecieron en mi muro algunos de quienes no supe nada en 2012 – ni tampoco me interesó saber –, y así empezó el corte de cabezas.
La chiva, se fue. La burra negra quedó en el grupo de ‘conocidos’. La yegua blanca sigue entre los contactos generales pero sus actualizaciones no aparecen en mi muro. La buena suegra se quedó pero recibió todas las restricciones posibles. Mis escasos 286 contactos en FB recibieron un análisis riguroso y al cierre la lista quedó en 254 personas con quienes al menos me he tomado un café en la vida.
Adiós a relaciones inconclusas, falsos amigos y compañeros de la vida que no volverán a estar. Bienvenidos los grupos, las categorías y los cajones. Tal vez un primer paso hacia la tranquilidad emocional esté en la depuración de las redes.
Pd. Por nostalgia volví a enviarle la solicitud de amistad a la chiva… nunca se sabe qué podría traer.
Adriana Molano Rojas
Comunicadora Social – Especialista en Gestión Cultural
Colombia Digital