Los agazapados
Por: Juan Guillermo Pérez Hoyos
La creencia colectiva acerca de los niveles de tributación es la de que se tributa a una tasa del 34% de las utilidades en el impuesto sobre la renta (renta + Cree), a una tasa del 16% sobre el precio de venta en el IVA, que los intermediarios del IVA en la cadena de producción y comercialización no reciben impacto de este impuesto a partir del sistema de descuento.
Pero cuando uno se aproxima a la norma encuentra la fuente del tufillo que emana de esos argumentos. Inicialmente, el que proviene de la falacia de que el impuesto de renta se cobra sobre la utilidad del contribuyente; la realidad es otra, pues su base la encontramos en una fantasía denominada renta líquida gravable, la cual se construye mediante un proceso en el que se inventan ingresos y se niegan costos y gastos, logrando mediante esta alquimia alcabalera que un contribuyente normal, afectado por la inflación y la devaluación y la piratería y el contrabando y por tantos otros fenómenos de la vida real que están a la vista de todos pero que nadie ve, deje de ser alguien de exiguas o nulas ganancias que batalla contra la dura realidad, para pasar a ser todo próspero negociante a los ojos del fisco.
Luego, se detecta algo rancio en el asunto de las tarifas impositivas. Con todos los bemoles en la determinación de la base de renta, las tasas de tributación en renta oscilan para este año en un 44%, y de no mediar reforma alguna podrá llegar al 52% en el año 2018. En cuanto al IVA, la tarifa nominal del 16% se aumenta a partir de que, para quienes participan de la cadena de producción y comercialización, el sistema de impuesto descontable es simplemente parcial, generando un gasto por impuesto que se traslada al consumidor final vía margen de rentabilidad, lo que ocurre en la medida en que no son descontables los impuestos por compra de activos, por ejemplo.
En los meandros de la tributación se oculta una carga fiscal enorme, que no es otra que la que proviene del cumplimiento de obligaciones instrumentales con las administraciones tributarias y con otras entidades de control y vigilancia. Y no es que el contribuyente tenga algo que esconder; de lo que se trata es de que la misma información se envía más de una vez en formatos distintos, en el más puro estilo de una fiscalía penal. La norma tributaria descansa mucho de sus ingresos en el modelo de autoimposición de sanciones, lo que explica aberraciones como la de declaraciones tributarias sin razón de ser, pues la información reportada bien puede ser parte de un solo formato, como ocurre con la autorretención del Cree; o, el hecho de que las plataformas de trasmisión siempre se actualizan en la fechas de vencimientos de trasmisión de información, un karma que origina incumplimientos y sanciones. Veamos en el siguiente cuadro el cúmulo de reportes anuales que presenta un contribuyente normal, con operaciones sólo en Bogotá:
Declaraciones de IVA 6
Declaraciones de retención imp. Renta 12
Declaraciones autorretención Cree 12
Declaración de renta y Cree 2
Formato 1732
Exógena impuestos nacionales (formatos) 1
12
Declaraciones de ICA 6
Declaraciones de retención de ICA 6
Exógena impuestos distritales (formatos) 3
Reporte a Superintendencias 2
Reporte a Dane 1
Total 63
Un promedio de 1,2 reportes a la semana, en una lista no exhaustiva que no incluye otros reportes como impuesto al consumo, impuestos prediales y de vehículos, operaciones en más de un municipio y sus declaraciones de ICA, y un largo etcétera de obligaciones instrumentales. Detrás de cada reporte está el trabajo de un equipo de profesionales de tiempo completo, dedicados a preparar, revisar, validar, trasmitir, generar recibos de pago, pagar, guardar acuses de recibo, y luego, esperar pacientemente a que las administraciones le digan que no cumplió con ese reporte, para empezar la batalla de demostrarles que sí lo hizo.
Los reportes son un tributo en especie, pues es el contribuyente quien debe pagar de su dinero el equipo de contabilidad, de auditoría, de revisoría, de tributaria, de ingeniería, para cumplirle a la administración aunque ella se oponga. Un auténtico tributo de indios en pleno Siglo XXI.