Inevitable

Publicado el Juan Guillermo Pérez Hoyos

El precio del deber

Una cifra que oscila entre los $18 y $250 millones es el cálculo de la Defensoría del Contribuyente de lo que cuesta atender las obligaciones del contribuyente en el periodo de un año. La determinación del valor en cada caso particular depende del tamaño de la organización, pues, en términos generales, todos los contribuyentes deben cumplir con las mismas obligaciones, refiriéndonos, claro, a contribuyentes obligados a llevar contabilidad independiente del tipo de  persona y de que tengan, o no, ánimo de lucro. Pero, ¿de dónde sale esa cifra?, ¿qué tantas obligaciones debe cumplir el contribuyente? Veamos.

 

En materia de declaraciones tributarias, un contribuyente promedio debe presentar durante un año doce declaraciones de retención en la fuente de impuestos nacionales, doce más de retención en la fuente del Cree (que no existía al momento del estudio mencionado), seis declaraciones de IVA, una declaración de renta, una cuota anticipada del impuesto de renta para los grandes contribuyentes y una segunda cuota para todas las personas jurídicas, dos recibos anuales de pago de impuesto del patrimonio, lo que da una suma inicial de treinta y cinco declaraciones de impuestos nacionales, sin tener en cuenta las declaraciones de precios de transferencia y los reportes mensuales del movimiento en cuentas de compensación, con los cuales sus obligaciones instrumentales ascienden a cincuenta, en solo impuestos nacionales.

 

Adicionalmente, en ciudades como Bogotá, debe presentar seis declaraciones anuales de ICA y seis de retención en la fuente de ICA, con lo cual un contribuyente promedio presenta cuarenta y siete declaraciones por año, y un grande contribuyente alcanza un total de sesenta y dos. Todo esto contando con que el contribuyente no incurra en hechos de otros impuestos territoriales y realice sus operaciones en un solo municipio, pues de lo contrario presentará declaraciones por cada uno de los otros impuestos y tantas declaraciones de ICA y su retención como municipios en los que desarrolle actividades.

 

Luego vienen las obligaciones referentes al suministro de información a las autoridades y a los entes de vigilancia y control. Anualmente se debe presentar, como mínimo, un reporte de información exógena nacional y otro territorial, un reporte a la Superintendencia del ramo (algunas piden dos y más reportes anuales), un reporte de encuesta del Dane, es decir, por lo menos cuatro extensos reportes anuales, que giran usualmente sobre los mismos conceptos a reportar, recordando que si realiza actividades en más de un municipio deberá suministrar un reporte de exógena a cada uno, generalmente con los mismos datos pero en formato diferente. Así, completamos entre cincuenta y dos y sesenta y siete informes anuales, o más si tenemos en cuenta lo de los municipios de sus actividades. Adicionalmente debe renovar cada año su registro mercantil y su registro de proponentes, en la misma entidad y con la misma información financiera pero en diferentes formularios y épocas.

 

Una aproximación a sus deberes nos acerca a que un contribuyente promedio debe cumplir fácilmente con un mínimo de cincuenta y cuatro obligaciones anuales, una cada seis días, las cuales pueden llegar a cualquier cantidad absurdamente mayor si realiza actividades en más de un municipio, todo sin tener en cuenta otras obligaciones del día a día como el pago de los aportes al sistema de seguridad social, la atención de requerimientos, la obtención de licencias y permisos, los impuestos por oír música, el control sobre la implementación de las NIIF, la doble contabilidad a partir del próximo año, en fin. Atender este mar de obligaciones demanda tiempo. Tiempo en cantidad y de calidad, pues detrás de todas las obligaciones existe un espectro sancionatorio que hace que ellas deban prepararse cuidadosa y profesionalmente.

 

A partir de estas consideraciones es claro que el tiempo de los funcionarios del contribuyente que atienden tantas obligaciones se consume totalmente en ello, sin dejar margen para realizar otras funciones. Concretamente, el tiempo de sus contadores y auxiliares contables, de sus asesores contables y tributarios, de sus revisores y auditores, está dirigido a cuidar de la entrega de reportes al Estado en todos sus niveles, a vigilar su oportuno cumplimiento, a determinar lo apropiado de ellos y a evitar sanciones por su omisión. Ahora, que si el contribuyente requiere algo más de ellos que trascienda la esfera de la realización de informes, reportes y declaraciones para que efectivamente le suministren a él información relevante de la marcha de sus negocios, pues debe agrandar su equipo de contables y asesores, y, claro, incrementar el monto de su nómina.

 

Parte del costo de hacer empresa pasa por asumir el costo de ser contribuyente; pero cuando no hay recursos para atender ambos frentes necesariamente se sacrifica el interés productivo de ser empresario por cumplir con el deber de ser contribuyentes.

 

Entonces, ¿cuánto vale cumplir con las obligaciones fiscales y de control y vigilancia? Tanto como le cueste su grupo de contadores, asesores y auxiliares, tanto los que cuidan sus obligaciones de suministro de información al Estado como los que atienden sus necesidades de información de negocios. Y en este orden de ideas, lo que el empresario paga por unos u otros es, sencillamente, un impuesto más.

 

JUAN GUILLERMO PÉREZ

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