Por: Juan Guillermo Pérez Hoyos

Tácito, historiador romano del siglo I de nuestra era, un niño aun cuando el incendio de Roma, fue testigo del hecho que dejó en cenizas una gran parte de la ciudad, circunstancia que lo llevó a escribir historias sobre esa tragedia. Cuenta en ellas cómo Nerón tocaba su lira mientras la ciudad era presa de las llamas, cómo sus guardias no hicieron algo para sofocar el incendio, cómo las gentes corrían perseguidas por la quema. Luego de siete noches y seis días el fuego se calmó después de arrasar con el setenta por ciento de la ciudad. Los rumores culpaban de la catástrofe al emperador. Para clamar su inocencia Nerón culpó a los cristianos y los arrojó a los leones en espectáculos grotescos realizados en lo que quedaba del coliseo de Roma. Fue la misma práctica del chivo expiatorio de los días del Antiguo Testamento.

Aquí, hace años arde el rancho del ejercicio de la profesión contable con un fuego abrasador que cuenta con grandes tanques de combustible que se encargan de avivar las llamas a cada rato. La corrupción. Dentro de los últimos sonados casos de esta maloliente práctica cultural -bueno, a estas alturas del país uno ya no sabe cuáles son los últimos hechos de corrupción, pues su aparición vertiginosa desdibuja su cronología- están los referentes al sistema de salud.

Luego de la intervención gubernamental a dos entidades del sector, el ente interviniente ha hecho declaraciones que queman el alma de los colombianos. Ha dicho el Superintendente de Salud que la Nueva EPS, una de las intervenidas, “venía escondiendo facturas del sistema de salud desde 2019”, práctica con la que habían conseguido ocultar un pasivo por cinco billones de pesos con las entidades prestadoras de salud, es decir con hospitales, clínicas e IPS en general. “Son $5 billones que estaban escondidos debajo de la alfombra”, dijo el alto funcionario. La alfombra son los estados financieros de la Nueva EPS.

De seguro por seguir de cerca el caso, una congresista dijo que en la salud “existe una falsa contabilidad que deja muchas dudas sobre los recursos públicos”. A la congresista no la han desmentido, ni los organismos de la profesión contable le han pedido explicaciones, ni las EPS le han pedido el retracto de sus aseveraciones, pues ella más bien las amplía cuando dice que hay trece billones de pesos “refundidos de dineros públicos de la salud”. Refundidos también en la contabilidad, se entiende.

Los actos de corrupción en el sector de la salud han sido la constante en los últimos treinta y un años, los mismos que lleva vigente este sistema. Antes fueron Saludcoop, Coomeva, Cafesalud y tantas otras que se pierden en los extensos listados de más de cien de esas entidades liquidadas. Los recursos de la salud se han gastado en lujosos automóviles, en acciones de clubes sociales, en condominios de ricos en donde han oficiado como compradores los auditores de las mismas entidades liquidadas. En todas estas entidades los estados financieros han sido la alfombra bajo la cual se han ocultado los recursos, reportes que se originan, necesariamente, en una falsa contabilidad.

Es claro que quien tiene la capacidad técnica para montar una falsa contabilidad que esconda por debajo de la alfombra cinco, o trece, billones de pesos es el contador del caso. Adicional, en las EPS esa información está sometida al escrutinio profesional de auditores y revisores fiscales, quienes han dictaminado unos estados financieros que llevan por dentro una corcova más grande, y más evidente, que la de Quasimodo. Pero ¿quién dio la orden?

Así, mientras el país se achicharra en la hoguera de la corrupción, los contables interpretan la lira de las normas internacionales de información financiera, acompañada de las notas de unas normas de aseguramiento de la información con las que dizque logran una representación razonable de la información financiera. No importa la partitura cuando la corrupción pone el ritmo de la melodía. Igual, esa lira siempre sonará desafinada y siempre habrá cómo esconder billones de pesos debajo de esa alfombra.

En el entretanto, la promoción científica del saber contable resuelve las dudas acerca de cómo contabilizar los pagos en especie que se hacen a quienes trabajan en el servicio doméstico, y la disciplina se impone sancionando ejemplarmente a revisores fiscales de la propiedad horizontal.

Cabezas de turco, sí hay. Intérpretes de la lira, también.

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