Imperio del Cáncer

Publicado el Julia Londoño

Mi novio imaginario

Ilustración: Manuel Gómez
Ilustración: Manuel Gómez Vega

 

Llegó a mis manos el video de una conferencia de la sicóloga chilena Pilar Sordo, autora entre otros libros de ¡Qué Viva la diferencia! (www.pilarsordo.cl/)

Entre sus argumentos sobre el origen de las diferencias de género, me hizo clic uno en especial: las mujeres tenemos más “pensamiento mágico” que los hombres. ¿Hasta yo? Hasta yo, que me creo tan madurita y apartada del cliché femenino. 

Por estos días en los que el maltrato hacia las mujeres parece ocupar el lugar que merece en los medios de comunicación, quiero reflexionar sobre otro tipo de maltrato, uno sutil, uno que aunque cause menos indignación trae muchas molestias en la vida cotidiana de las parejas.

Entrando en materia, ¿Qué es eso del pensamiento mágico? Voy a explicarlo con un ejemplo que es como mejor funciona.

El pensamiento mágico, protagonista de ciencia ficción, es ese novio imaginario que muchas mujeres tenemos dentro: reminiscencias de ex novios y amores platónicos, lo mejorcito de cada uno, mezcladas con seres fantásticos del tipo de la mitología griega.

El novio imaginario no tiene nombre, ni cara, pero es tan real que con él  comparamos a todos los demás hombres en nuestra vida, los pobres mortales, los hombres que siempre salen perdiendo en las comparaciones y no dan la talla como nuestros novios imaginarios, esos que tanto daño hacen aunque sigan siendo los únicos perfectos.

Si un novio real llega con flores una noche, gracias Juan, pero es inevitable que nuestro pensamiento mágico piense por nosotras: si nos amara más, si fuera tan perfecto como debería, habría sabido que no eran claveles blancos, ni margaritas amarillas, sino gerberas naranja las que me gustan.

Si vamos a cumplir un año juntos y no hemos hablado del tema, el hombre real  dirá ¿vamos a comer el viernes? Y no habrá terminado de hablar cuando ya nos sintamos frustradas; nuestro pensamiento mágico fugaz había supuesto que esa noche un hombre de verdad, como nuestro novio imaginario, nos regalaría la sorpresa de esperarnos en casa con velitas y flores y la mesa servida con el mantel elegante.

Nótese que el pensamiento mágico carece de insight, es desbordado y apasionado en sus exigencias pero nunca nos preguntaría ¿qué vas a hacer tú para sorprender a Juan?

Pero no siempre somos tan insensatas, a veces alcanzamos cierta conciencia de ese pensamiento mágico y lo miramos a los ojos para dejarlo en evidencia y decirle con valentía a nuestro hombre real lo que queremos. Después de todo no tiene porqué ser mago además de churro, inteligente, divertido y buen bailarín: Mira Juan, yo quisiera más seducción, más romanticismo en mi vida. Te lo digo para que sepas que necesito que me sorprendan de vez en cuando

Y la magia hace su efecto: Si Juan nos “sorprende” unos días después con 20 docenas de rosas rojas desde el corredor de la casa hasta la cama pensamos qué lindo, hizo lo que le dije justo cuando se lo dije, ¿pero y la sorpresa? El novio que nos habita no habría sido tan obvio, obvio.

Pero si Juan, amoroso, intentara inventar expresiones menos literales de romanticismo o decidiera esperar unas semanas, pues entiende por sorpresa algo que no estamos esperando, pensaremos No hay nada que hacer con este hombre, primero no se le ocurre sorprenderme y luego ni siquiera diciéndole que lo haga es capaz de hacerlo.

El pensamiento mágico, el papá de los novios imaginarios, esos que saben todo lo que queremos, cómo, cuándo y dónde nos gusta qué, antes que nosotras mismas (porque nos conoce COMO SI fuéramos nosotras mismas o más) es el culpable de muchas de nuestras frustraciones de pareja.

Juan nunca será tan sensible como podría ser, nunca tan adivino, tan aventurero pero centrado,  tan resuelto pero misterioso, esa mezcla perfecta entre rebelde y mama´s  boy, porque Juan tiene el peor de los defectos: es real.

La realidad a full color, la cotidianidad con sus texturas, son las enemigas del pensamiento mágico que se nutre de nuestras ilusiones infantiles y nuestros delirios de princesas de Disney.

Es así como el artífice de una forma de maltrato en las parejas es nuestro novio imaginario: nosotras mismas en versión avatar sometiéndonos a fantasías complejas, a estándares imposibles que niegan a la persona que tenemos cerca y secan la imagen de esos hombres reales, los que se despiertan con mal aliento o mal genio pero existen por fuera de nosotras, con las ventajas que eso puede traer.

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