Imperio del Cáncer

Publicado el Julia Londoño

El imperio del cáncer

Un día, hablando con un amigo psicólogo sobre la inmortalidad del cangrejo, el tipo me dijo: hay infinitas maneras de expresar lo que uno siente, lo tenaz es cuando la gente no lo muestra. Después me miró a los ojos y siguió: si tú tienes ese perfil de yo sí sé pero no digo, entonces escribe cartas, te recomiendo que escribas mucho para que saques las emociones guardadas y no te quedes con todo eso adentro.

Al día siguiente acompañé a una amiga al bioenergético y cuando me lo presentó me miró a los ojos y me dijo: ¿Has leído un libro se llama El imperio del cáncer? Léetelo, te lo recomiendo.

En vez de salir de esa conversación directo al médico, alarmada por lo que sea que hayan visto en mí esos señores entrenados para ver, en vez de correr a una librería a comprarme el libro (que aún no he leído), me quedé pensando en una cosa: he vivido y sigo viviendo en el imperio del cáncer.

En la casa me enseñaron a probar el postre de la vecina y antes de tragarme el primer bocado decir ¡está delicioso!, en las reuniones familiares de los domingos aprendí que los mayores tienen siempre la razón, hasta cuando no la tienen. En mi colegio, del Opus Dei, los valores más apreciados eran la obediencia y la discreción; era casi de mal gusto disentir. En mi anterior trabajo contradecir a la jefa, que se creía perfecta, era una estupidez astronómica y al que no le gustara se podía ir.

Me parece bien, estoy de acuerdo, listo y buenísimo son respuestas mecánicas, todas iguales, para preguntas que en verdad no parecen admitir contestaciones: ¿cómo te pareció?, ¿qué opinas?, ¿lo ves bien así’? Para preguntas protocolarias, respuestas automáticas.

¿A alguien le suena este cliché de las preguntas femeninas: me veo bien? Ensaye con cualquier respuesta diferente a sí…

Colombia es un país donde si uno hace parte del impopular 20% que no apoya a tal político mejor se calla, hay que evitar el riesgo de consternar a los amigos y someterlos al desagradable dilema de seguirnos queriendo así pensemos tan raro. Y algunos, claro, lo que tienen que evitar no es incomodar a los amigos, sino el riesgo de perder el trabajo o la vida.

El nuestro es un país donde hay, conmigo, demasiados relacionistas públicos entrenados para contestar casi cualquier pregunta con mensajes claves, libreteados. Eso nos permite sobre todo no contestar lo que se preguntó. Este es un país donde los editoriales no se firman y las editoriales se preocupan más por evitar demandas que por contar historias, un país donde la gente se cuida de las palabras y a cada rato se rinde ante la presión por retractarse de lo que dijo: Lo que quería decir. Incluida yo.

¿Alguna vez han tenido que pedir perdón por haber dicho la verdad? ¿Recuerdan el caso de la demanda con la que amenazó Sara Corrales a otra actriz porque insinuó que ella era una loba?

Estamos muy entrenados para decir lo que la gente quiere oír y no lo que de verdad pensamos: Vecina, el pie de calabaza le quedó horrible, otra vez. Abuelo, podrás evitar que te contradigan gritando más duro y quedándote sordo, pero no podrás evitar que dejemos de visitarte, aburridos de tus historias. Luz Estela, no estoy de acuerdo con que lo mejor que una mujer puede entregarle al hombre de su vida sea su virginidad, qué estupidez, el hombre de la vida ni quisiera existe, ¿todavía no te has dado cuenta?

Me entretienen quienes le siguen el rastro a las declaraciones desafortunadas de los hombres públicos, es importantísimo, pero en este blog yo quiero más bien celebrar la imprudencia cotidiana de decir lo que uno de verdad cree así incomode a otros: bienaventurados los imprudentes porque ellos están luchando contra el cáncer.

Y no quiero hablar por otros pero me estoy cansando de decir que me gusta lo que no me gusta y sobre todo de no decir lo que me gustaría. Me parece casi más agresivo todo lo que nos estamos tragando que lo que nos estamos diciendo.

Este blog es una invitación a prevenir el cáncer en días en los que el disimulo es considerado un arte. Es una invitación para usted, que acepta ser fan del grupo en facebook de su amigo artista sin importar que crea que como cantante es muy buen amigo, y para usted que se siente culpable por haber borrado al contacto fastidioso que siempre estaba promoviendo la oposición acualquiercosa, no vaya a ser que lo asocien a uno con algo tan maluco como tener una opinión propia. 

Comentarios