Hablar de la moda como algo que va más allá de ‘cosas lindas’ es casi imposible en la época en la que vivimos. Los diseños son puramente estéticos – y me encantan-, y tildamos de vanguardista a cualquier modisto que le ponga algo de plástico a su ropa o rotos en partes donde nadie más lo haría. Sin embargo me pregunto, ¿dónde quedó la capacidad de la industria de sorprendernos?. Pues bien, en mi opinión aún quedan creadores que van más allá. Como es el caso de dos hombres, que desde su perspectiva y sus diferentes estéticas le dieron sentido al famosa frase de Marshall McLuhan: “el medio es el mensaje”. Martin Margiela y Hussein Chalayan, genios del diseño y de una imaginación iconoclasta, han sabido por medio de su obra convertirse en revolucionarios y transgresores en el mundo de la moda.
Mientras unos contemplaban el futuro como algo inverosímil en el que los humanos volaríamos o los robots gobernarían la tierra (aunque con la llegada de los smartphones no está muy alejado), desde que fundaron sus casas de moda estos dos tenían su propio mundo paralelo. El primero, «el constructor» y el segundo, «el conceptual». Dueños de dos corrientes que parecen excluyentes, pero que realmente tienen un mismo punto: darle a la moda un significado real. Ver la moda como si no fuera moda, verla como arte.

Martin Margiela es pionero de una de las corrientes más interesantes pero menos alabada por las personas que están por fuera del ecosistema de la moda – a veces hasta de los que están inmersos en él-, el desconstructivismo. Por medio de sus obras este modisto belga despieza prendas y objetos viejos para fabricar unos nuevos. La filosofía de construir piezas a partir de otras que ya existieron es su forma de expresar que en la moda todo permanece, y vuelve. Algo bastante impresionante debo decir. Pienso – y afirmo- que para entender un vestido confeccionado por él, hay que verlo más de tres veces y tener la mente muy abierta.
Este «hombre invisible»- desde hace varios años nadie lo ha visto.– tiene la capacidad de concentrar su vida entera en su trabajo. No da entrevistas, ni sale al final de sus desfiles; y como si fuera poco, le ‘quita’ (cubre) el rostro a sus modelos para que no interfieran con potencia del mensaje que transmite por medio su ropa. Es una presencia fuerte pero discreta. Sus creaciones no tienen etiquetas, sus tiendas están situadas en depósitos y no llevan letreros – solo los verdaderos amantes de su trabajo saben como llegar y encontrar una- , sus empleados usan batas blancas, como de laboratorio, y de su lenguaje eliminó la palabra “yo”. Maison Martin Margiela es “nosotros”.

Hablar de este modisto, en la actualidad, conlleva a hablar de su casa de modas en manos de John Galliano. Personalmente, este gibralteño es otro de los diseñadores que admiro, creo que entra en la categoría de transgresor, pero también que sus creaciones y su visión de la moda se aleja demasiado de la filosofía con la que Martin Margiela creó su firma. Galliano es teatral – todo lo contrario a Margiela-, abusa del color, el maquillaje en las modelos es intenso y caricaturesco. Pienso que ha rescatado algunas cosas de la marca, como el fanatismo de su predecesor por el color rojo, pero que le falta comenzar a ver su nueva casa desde un punto de vista más conceptual.

Pret a Porter OI 215-16 (Galliano)
Por otro lado está un diseñador que mi generación desconoce mucho. Generalmente no viste a celebrities –pero si lo copian, como es el caso de Lady Gaga – pero es uno de los que más ha logrado impresionarme desde que lo encontré hace seis años. Hussein Chalayan es sin duda el modisto más visionario que he estudiado. Si hay alguien que puede llevarse el premio a innovador y relevante en la moda, es este británico.
Pensar en Chalayan es pensar en tecnología. Con el lo imposible no existe. Su estética hipertecnológica y ropa animatrónica, la utilización de luces led, nanotejidos, y componentes electrónicos que pueden hacer que un traje se convierta en un traje de baño con tan solo apretar un botón, son algunas de las características del trabajo de este hombre, que con repasar sus primeras colecciones quedo sin aliento.

A pesar de que la utilización de estos recursos en su moda es algo que realmente es digno de admiración, lo que en el fondo me conecta con el trabajo de Chalayan es el hecho de expresar por medio de algo tan cotidiano como es la moda, sus posiciones sociales y religiosas.
Si debo hablar de un momento en el me hizo pensar “este hombre es un genio” – y debo aceptar que todas sus colecciones en la que la tecnología era protagonista me fascinaron -, mencionaría sin titubear su colección ‘Afterwords’, en la que la temática era la inmigración. Allí creó un espacio con una mesa plegable y sillas forradas, que se convirtieron un poco más tarde en trajes de diario y en la falda de un conjunto. La filosofía estaba clara. En sus palabras ‘poco antes de huir, uno se va con lo que lleva puesto’.

Hay algo que tener en cuenta al hablar de estos dos. El hecho de que su visión sea conceptual no quiere decir que su ropa no sea ponible. Aunque Margiela sigue vigente en las semanas de la moda de París – ahora más notorio que nunca gracias a su nuevo director creativo-, Chalayan se ha escondido un poco.
Estos dos diseñadores han sido sin duda trascendentales en mi vida. Me han enseñado a ver la moda desde un punto menos superficial. A verla como un arte. Tomar un poco de cada vertiente y ver más allá de lo obvio. Me han enseñado a aprender de lo ‘absurdo’.