La crisis financiera de 2008 expuso al común de las personas a la realidad del sistema financiero mundial, es una máquina basada en la confianza y en algunos supuestos que se asumen como inquebrantables, por ejemplo que un banco de los más reconocidos siempre estará en capacidad de honrar sus obligaciones y que tendrá acceso ilimitado a los recursos que necesite para ello. Lo que sucedió en 2008 fue que la gradual perdida de la confianza, llevo a probar los límites de esos supuestos, demandando una intervención pública de dimensiones jamás vistas, pagada por los contribuyentes para restaurar esa confianza, facilitar que los bancos se prestaran nuevamente recursos entre ellos y que la economía creyera una vez más en sus intermediarios financieros.
Si bien el detalle de las fuerzas que perfeccionaron esta tormenta obligaría a un trabajo muy detallado, podemos asegurar que fue producto de una mezcla nociva entre incentivos perversos, enajenación de la responsabilidad e histeria colectiva.
Lo que sucedió en grandes líneas, fue que los bancos hipotecarios tenían la posibilidad de entregar las obligaciones de sus clientes (personas comunes que compraban sus viviendas) a bancos de inversión que los empaquetaban en títulos, (el supuesto era que uno de estos bonos contenía créditos de tan diversas categorías que la probabilidad de siniestrarse simultáneamente era despreciable) y estos -los bancos de inversión- a su vez vendían esos papeles a inversionistas cobrando jugosas primas por en el proceso.
Qué salió mal?, varias cosas, entre ellas:
*Los bancos inmobiliarios que tradicionalmente harían un estudio profesional y exigente antes de colocar los créditos, demandando entre otros una cuota inicial de por lo menos el 20% de valor a desembolsar, comenzaron a relajar sus exigencias, llegando al punto de no solicitar cuota inicial, y rebajar a un formalismo la labor del estudio de crédito, después de todo la urgencia era generar créditos para entregar a los bancos de inversión para que estos los vendieran a inversionistas, y estos al final eran quienes absorbían el riesgo.
*La principal fuente de ingreso de los bancos de inversión que tradicionalmente fue la intermediación entre individuos que tenían recursos y una variedad de alternativas de inversión para hacerlos rendir, se convirtió en las comisiones de estructuración, y una porción no despreciable de estas se generaban por estas operaciones, técnicamente llamadas CDO’s (Obligaciones de deuda colateralizada por sus siglas en inglés).
Podríamos extendernos en causas y efectos de la crisis de 2008, el papel de los agentes calificadores, de las aseguradoras etc, pero no es el objeto ahora, lo que quisiera resaltar es el poder destructivo que tiene una estructura errada de incentivos sobre los mercados, y como ahora una situación similar tiene a Estados Unidos al borde de otra burbuja, y formular algunas preguntas para revisar si algo semejante está pasando en Colombia.
Cuál es esa nueva burbuja que amenaza a Estados Unidos?: los créditos que toman los estudiantes para financiar sus estudios.
En este momento se estima que la deuda estudiantil en ese país sobrepasa la de tarjetas de crédito y vehículos, ese hecho por sí mismo no es un mal síntoma, el tema se pone oscuro cuando se analiza la calidad de esa cartera, su probabilidad de repago y los factores que la vienen deteriorando.
En Estados Unidos se permite el ánimo de lucro en la educación superior, grandes fondos de capital privado como Apolo (operador de la Universidad de Phoenix), DeVry, o Laureatte tienen activos en el sector, estas instituciones tienen como mercado objetivo estudiantes que no acceden a las universidades de mejor nombre, y que en su mayoría requieren financiar el valor de sus matrículas, es decir si no existe acceso al crédito los ingresos y el valor de estos jugadores caería al piso.
En respuesta a esta situación, estas instituciones han comprometido una cantidad considerable de recursos en asesorar a sus estudiantes potenciales sobre la forma de acceder a crédito, hasta ahí todo marcha bien, el problema emerge cuando el objetivo, que debería ser una combinación de tres condiciones: (1) obtención de la financiación, (2) Culminación exitosa del programa académico, (3) ubicación en el mercado laboral en una posición que permita repagar la obligación adquirida; se limita solo a la primera, es decir, obtener el crédito a como dé lugar, después de todo, en ese momento la Universidad garantiza su ingreso monetario y el problema del riesgo de crédito es de otro.
En los últimos años en Estados Unidos se han detectado practicas tan retorcidas como pedir a los estudiantes que mientan en sus solicitudes de crédito, por ejemplo: sugerir a un individuo que piensa estudiar historia del arte que registre ingeniería como su programa deseado para garantizar la aprobación de los recursos, está claro que un graduado de ingeniería tiene mayor probabilidad de obtener un empleo de buen ingreso y por ello, su riesgo de repago es más bajo que quien estudió historia de arte, donde el mercado es más estrecho, y quién bajo condiciones óptimas habría pensado dos veces antes de embarcarse en un paquete tan alto de deuda para acceder a un título de baja empleabilidad. Una vez más, incentivos perversos, que en este momento tienen a personas recién egresadas sin empleo, sentadas en una montaña de deuda.
Un factor adicional de distorsión en el funcionamiento de estos mercados de financiación son los subsidios en el costo de los créditos, por determinaciones públicas, para un estudiante es igual de barato un crédito para estudiar en Harvard que en una Universidad de segunda o tercera categoría, no quiero parecer excluyente, pero la verdad es que un egresado de una universidad de primer nivel va a obtener posiciones de mayor ingreso que un colega del mismo programa en una de tercer nivel. En un mercado perfecto, los créditos para instituciones de más bajo nivel serían un poco más costosos en tasa, obligando a estas últimas a reducir el valor de la matrícula. De igual manera los programas con baja probabilidad de empleo deberían ser financiados con créditos más costosos, llevando al aspirante a pensar detenidamente su decisión y a las universidades a reducir sus costos, incluso habría programas que no serían sujeto de financiación, lo cual, se se mira detenidamente no es malo, se trataría de programas suntuosos (por ejemplo, profesional en lenguas muertas) con tan baja empleabilidad que solo deberían ser solicitados por personas de altos recursos que no requieran crédito, ni (muy seguramente) un salario futuro.
Puede estar sucediendo algo similar en Colombia?
En Colombia el tema no tiene ni de cerca la visibilidad que tiene en Estados Unidos, y la institución que más activamente participa en ese mercado es un ente público, el ICETEX, sin embargo hay algunas alertas que se deberían tomar en serio.
Durante 2013 se presentaron situaciones tímidamente reveladas en medios como la venta de cartera del Icetex a Cisa, que con un valor contable de más de 13 mil millones, fue liquidada por menos de 600 millones (http://www.portafolio.co/opinion/blogs/negocios-y-movidas/icetex-vendio-cartera-15546-millones-500-millones) , o declaraciones de la misma institución que asegura que la cartera morosa excede la tercera parte del total. http://www.larepublica.co/finanzas/cr%C3%A9ditos-del-icetex-una-oportunidad-que-sale-cara_61496
Las reacciones a esta situación se concentran en reclamos a los usuarios morosos, acusándolos de privar a otros de la posibilidad de estudiar, sin embargo no se ha entrado (por lo menos en mi conocimiento) a entender los determinantes del problema y el porqué de las moras, algunos puntos a tener en cuenta:
- Los créditos del ICETEX son flexibles en condiciones pero de alto costo, no recomendaría a alguien que piense estudiar un programa de baja empleabilidad embarcarse en una deuda de ese tipo.
- Están siendo debidamente informados los estudiantes sobre los costos, y condiciones de pago de su deuda?
- Tienen los estudiantes la posibilidad de contrastar lo que van a tener que pagar de crédito una vez graduados contra la calidad del empleo al que van a poder acceder una vez se gradúen?
- Como toda inversión los créditos del Icetex deben tener una adecuada evaluación de riesgo de repago basada en la probabilidad de empleabilidad del individuo y los ingresos esperados una vez se gradúe.
A riesgo de parecer políticamente incorrecto: un joven recién graduado de secundaria rara vez tiene una visión clara de lo que quiere, y debería ser responsabilidad de las instituciones educativas y entidades públicas advertir sobre los riesgos y desarrollar modelos de calificación que incorporen factores de valoración propios del crédito estudiantil. Las universidades de menor nivel en el país derivan una porción considerable de sus ingresos de estudiantes usuarios de créditos del Icetex, de nuevo, estas instituciones reciben sus recursos de manera anticipada y el riesgo queda en manos de otro, caldo de cultivo perfecto para un incentivo enfermizo.
Aun si esta no fuese la situación, los cargos en que incurre el ICETEX por provisiones y castigos de cartera podrían ser mejor alocados en un escenario de mejora en la calidad de la cartera vía colocación en programas de alta empleabilidad, por ejemplo condonación de saldos o subsidios de tasa.
Un sistema de tasas diferenciales para programas con diferentes niveles de empleabilidad, combinado con un flujo apropiado de información, obligaría a esas escuelas a ajustar sus matrículas reduciendo los costos de los programas con menor demanda laboral de manera que esos estudiantes no se vean obligados a asumir niveles prohibitivos de deuda, y enviaría un mensaje claro a los tomadores de la financiación sobre los riesgos en que están incurriendo.
El mercado educativo va evolucionando, la virtualidad tiene la capacidad de revolucionar la actividad como ninguna innovación lo ha logrado, los estudiantes tienen un mayor numero de opciones y canales para acceder al conocimiento, perfeccionando el mercado, es algo que deben tener en cuenta las instituciones tradicionales y mejorar su oferta, siendo uno de los atributos a atender, el de la financiación.