Con motivo de su libro “De la naturaleza a la madre tierra. Buenos vivires, ampliación ontológico-política y transmodernidad” (2023), hablamos con su autor, el filosofo y matemático Carlos Andrés Duque, sobre buenos vivires, vivir bien, ontología, Derechos de la Naturaleza, entre otros temas. El profesor Duque es Doctor en filosofía por la Universidad Estadual de Campinas (Unicamp), Brasil. Profesional en filosofía y magíster en filosofía por la Universidad del Valle. Mención de honor en los Premios Nacionales en Ciencias y Solidaridad, Fundación Alejandro Ángel Escobar, 2020. Galardonado por la Red Iberoamericana de Pedagogía (REDIPE) con la “Exaltación al Mérito Educativo, Pedagógico y Ciudadano Iberoamericano, 2021”.  Profesor de la Universidad del Valle y de posgrado de la Universidad Autónoma de Occidente (UAO).

¿Por qué se interesó en el tema del Buen Vivir?

    Para empezar, creo que podríamos hablar mejor de Buenos Vivires en plural, pues se trata de las distintas formas de vida, de habitar el territorio, de diferentes pueblos ancestrales, tanto indígenas como afrodescendientes, de todo el llamado contienete americano, desde Alaska a la Patagonia. Me interesó el tema por la insatisfacción que sentía con los temas tradicionales de la ética y la filosofía política que excluyen dimensiones importantes de la vida, como la espiritualidad, la Madre Tierra, la comunidad ampliada (humana y no humana), la interculturalidad, etc. Asimismo, había un descontento con algunas visiones políticas de la izquierda colombiana de inspiración marxista, conectadas con una visión materialista, que en algunos casos, promovía directamente el uso de la violencia desacralizando el valor de la vida. Asimismo, en términos más teóricos, la filosofía tradicionalmente se pregunta por la sabiduría pero siempre responde desde Europa (Grecia, Roma, Alemania, Francia, etc.), por tanto, existía la necesidad de estudiar la sabiduría ancestral no europea, en particular, la de nuestro territorio-continente, América o mejor Abya Yala/América, usando uno de sus nombres ancestrales. En síntesis, me interesé por los buenos vivires como un camino de sabiduría profundo, que había sido inexplorado en la filosofía colombiana.

    ¿Desde el Buen Vivir qué se entiende por un pensamiento decolonial y alternativo?

    Antes que “pensamiento decolonial”, prefiero hablar, incluso proponer un “enfoque descolonial e intercultural crítico” (o perspectiva decolonial/intercultural), que debería ser transversal en las instituciones en general y, en la academia, en particular. Análogo a la perspectiva transversal de género y diversidad, que ya no se entiende sólo como una teoría aislada sino como una suerte de conciencia política que atraviesa todos los ámbitos. En otras palabras, se trata de una concienciación de lo que implica la herida colonial, el hecho de haber sido invadidos en el siglo XV por efectos de la expansión global europea. Esto nos lleva, en primer lugar, a reconocer la diversidad cosmológica (pluriversal), cultural, epistemológica, espiritual y lingüística para asumir con seriedad la necesidad  de abrirnos a un diálogo o mejor, polílogo inter-epistémico, inter-cultural, inter-espiritual, multilingüe que desafié el sentido común implantado por la hegemonía epistémica universalista/naturalista/eurocentrada. Ahora bien, convendría recordar que en su didáctico libro “Inflexión Decolonial” (Editorial Universidad del Cauca, 2010), los profesores Eduardo Restrepo y Axel Rojas presentan algunos rasgos constitutivos del enfoque decolonial: 1. distinción entre colonialismo y colonialidad;  2. colonialidad entendida como ‘lado oscuro’ de la modernidad: modernidad/colonialidad; 3. la problematización de los discursos euro-centrados e intra-modernos de la modernidad; 4. pensar en términos de sistema mundializado de poder y, 5. antes que un nuevo paradigma, la inflexión decolonial se considera a sí misma como un paradigma otro.

    ¿Qué implica hablar de Derechos de la Naturaleza?

    La primera vez que se habló en el mundo de los Derechos de la naturaleza fue en el marco del denominado Nuevo Constitucionalismo Latinoamericano expuesto en las constituciones políticas de Ecuador (2008), Bolivia (2009) y, si se quiere, luego en las disposiciones de las cortes colombianas, expresadas en el reconocimiento como sujeto de derechos del río Atrato (sentencia T-622 de 2016) y de la Amazonía colombiana (STC 4360 de 2018). Estos hitos constitucionales han abierto una serie de discusiones éticas y jurídico-políticas a la vez que proponen nuevos conceptos para concebir la relación del ser humano con su entorno natural. Este horizonte implica una innovación jurídico-política que propone nuevos elementos que ya han permeado todos los estudios internacionales de Derecho, en áreas jurídicas como el Derecho Constitucional y Derecho Comparado. Hablar de Derechos de la Naturaleza, conlleva reconocer como sujeto de derechos a un ser que va más allá del humano, implica reconocerle derechos al territorio, a la vida, a la tierra, conocida como Madre Tierra por los pueblos indígenas. Por esto hablamos del desplazamiento del antropocentrismo en el Derecho hacia un horizonte biocéntrico y cosmocéntrico fundado en la vida.

    ¿Cómo fundamentar esos derechos?

    Esta es una pregunta clave que hace parte de la discusión profunda del Nuevo Constitucionalismo Latinoamericano. Existen varios caminos para su fundamentación. En el libro se aborda una forma de fundamentación conectada con la Ontología Política que ha sido trabajada por pensadores como Arturo Escobar, Marisol de la Cadena y Mario Blaser. Desde la ontología política se va hablar de conflictos ontológicos no sólo de conflictos culturales o conflictos epistemológicos. En síntesis se afirma que las prácticas de diferentes comunidades ─no sólo sus creencias─ crean diferentes realidades, diferentes “mundos” y por tanto se concibe tal realidad como múltiple y expresada en diferentes ontologías. Los Derechos de la Madre Tierra son una expresión de esta ontología política proveniente de los pueblos indígenas y afrodescendientes ancestrales. 

    ¿Qué diferencia la ontología que expones, de la ontología clásica?

    La ontología clásica o también conocida como ontología dual u ontología cartesiana, está fundamentada en la relación sujeto-objeto, es decir, que es antropocentrada, basada en una epistemología representacional y fundamenta el modo de vida de la modernidad-capitalista: somos sujetos (humanos), individuos, que se deparan con objetos, cosas, recursos. En el libro propongo la tesis de la ampliación ontológico-política que no busca postular una “nueva ontología”, la relacional, sino mostrar que la ontología moderna (dualista) se funda en el reduccionismo ontológico-político moderno sustentado a su vez en: (1) una reducción epistemológica (en términos de la Ciencia Universal); (2) una reducción económica (en términos del capitalismo); (3) una reducción política (en términos del antropocentrismo) y, (4) una reducción espiritual (en términos de la tradición judeocristiana). De esta manera, postulo la ampliación ontológico-política que representan los Buenos Vivires basados en el sentir/pensar/habitar de la Madre Tierra como un camino decolonial hacia la transición civilizatoria (o pachakuti en kichwa) que haga frente a la posibilidad inminente de auto-extinción humana.

    ¿Qué aporta la concepción del Buen Vivir, Vivir Bien, Vivir Sabroso, a la comprensión de problemas como el de la crisis civilizatoria?

    Podemos empezar distinguiendo entre el homogéneo y globalizado Vivir Mejor (moderno-capitalista) y los Buenos Vivires, plurales, heterogéneos (Buen Vivir/Vivir Bien/Vivir Sabroso, etc.). El Vivir Mejor (hoy, ethos neoliberal) es realmente un Mal Vivir para las mayorías humanas y no–humanas y un Vivir Opulento para una ínfima minoría, se funda en una visión antropocéntrica-individual, temporal-lineal y materialista del progreso o del éxito. En contraste, los diferentes modelos/proyectos interculturales de Buenos Vivires de pueblos [no totalmente] occidentalizados o no [solo] modernos (como el Sumak Kawsay kichwa del Ecuador, Suma Qamaña aymara de Bolivia, Vivir Sabroso de las comunidades negras afrocolombianas, entre otros), pueden entenderse, en un sentido amplio, espiritual-relacional, como la búsqueda de la armonía consigo mismo (armonía interior), armonía con la comunidad (armonía comunitaria) y armonía con la Madre Tierra, Casa Grande, Útero Mayor y el territorio (armonía cósmica).

    ¿Cuál es la apuesta fundamental de tu libro?

    Son dos, principalmente. La primera: entablar un diálogo desde el filósofo alemán Matin Heidegger (que se había preguntado por el olvido del ser y por la técnica como consecuencia del modelo de vida en Occidente) con la apuesta descolonial y autores como Arturo Escobar, Aníbal Quijano, Enrique Dussel y Silvia Rivera-Cusicanqui, entre otros y la sabiduría ancestral indígena/afroamericana expongo 𝗹𝗮 𝘁𝗲𝘀𝗶𝘀-𝗽𝗿𝗼𝗽𝘂𝗲𝘀𝘁𝗮 𝗱𝗲 𝗹𝗮 𝗮𝗺𝗽𝗹𝗶𝗮𝗰𝗶ó𝗻 𝗼𝗻𝘁𝗼𝗹ó𝗴𝗶𝗰𝗼-𝗽𝗼𝗹í𝘁𝗶𝗰𝗮 𝗲𝘅𝗽𝗿𝗲𝘀𝗮𝗱𝗮 𝗲𝗻 𝗹𝗼𝘀 𝗽𝗿𝗼𝘆𝗲𝗰𝘁𝗼𝘀/𝗽𝗿𝗮𝘅𝗶𝘀 𝗱𝗲 𝗹𝗼𝘀 𝗯𝘂𝗲𝗻𝗼𝘀 𝘃𝗶𝘃𝗶𝗿𝗲𝘀 (buen vivir, vivir bien, vivir sabroso, etc.). En pocas palabras, se trata de mostrar que la comprensión de lo existente como “naturaleza”, cosa, objeto, recurso, heredada de la modernidad cartesiana, implica un reduccionismo ontológico que se opone a la vida; a su vez, la comprensión relacional no-antropocéntrica de lo existente y de lo que somos como “cuerpos-tierra” (como recuerda la maestra colombiana Patricia Noguera),  que desde los pueblos originarios de Abya Yala/América se nombra o mejor, se habita como Madre Tierra o Pachamama, implica un profundo camino de cuidado de la vida. El libro muestra que esta comprensión de lo existente no niega ni la ciencia ni el humanismo, sino que exhibe sus límites al tiempo que nos invita a ampliar nuestra identidad egotista para construir, o mejor, para transicionar hacia los plurales Buenos Vivires que responden al “vivir mejor” que es realmente, como decía más arriba, un mal-vivir para las mayorías humanas y no-humanas.

    La segunda tesis-propuesta, derivada de la anterior y parte clave en su realización, se funda en la 𝗻𝗲𝗰𝗲𝘀𝗶𝗱𝗮𝗱 𝗰𝗼𝗿𝗽𝗼𝗿𝗮𝗹/𝗲𝘀𝗽𝗶𝗿𝗶𝘁𝘂𝗮𝗹 𝗱𝗲 𝗱𝗲𝘀𝗰𝗼𝗹𝗼𝗻𝗶𝘇𝗮𝗰𝗶ó𝗻 𝗱𝗲𝗹 𝗺𝗲𝘀𝘁𝗶𝘇𝗮𝗷𝗲, 𝗾𝘂𝗲 𝗵𝗮 𝘀𝗶𝗱𝗼 𝗲𝗻𝘁𝗲𝗻𝗱𝗶𝗱𝗼 𝗰𝗼𝗺𝗼 𝘂𝗻 𝗽𝗿𝗼𝗰𝗲𝘀𝗼 𝗱𝗲 𝗯𝗹𝗮𝗾𝘂𝗲𝗮𝗺𝗶𝗲𝗻𝘁𝗼. Se trata de reconocer la herencia profunda indígena, afro y campesina que habita nuestra historia, nuestros cuerpos, nuestros genes. Lo indio, lo afro, lo campesino no está en algunas regiones de Abya Yala/América, sino en nosotrxs, en nuestra corporalidad, pero no como una esencia genética o cultural excluyente sino como un potencial ético-político-espiritual a despertar. Como subraya la maestra boliviana Silvia Rivera Cusicanqui, descolonizar nuestra conciencia es “sacar al indio que llevamos dentro”; es decir, liberar al indio, al afro, al negro, al campesino, a lo femenino que nos habita.

    ¿Cómo desde esta nueva ontología se piensa el problema de la relación humano/técnica?

    El paso de una comprensión antropocéntrica hacia una biocéntrica o cosmoscéntrica (postantropocéntrica) nos va a permitir entender, o mejor, asumir de otra manera las relaciones entre el ser humano, la tierra y la técnica. El modelo desarrollo y crecimiento capitalista se ha basado en una idea de progreso conectada con importantes avances tecnológicos que ha descuidado un concepto fundamental para los Buenos Vivires: el de la armonía y, por tanto como varios autores lo han mencionado, pretendemos un crecimiento infinito en un planeta finito, pretendemos seguir extrayendo materiales de la tierra para desarrollar tecnologías (en el marco de la obsolecencia programada) sin comprender la dramática afectación que al medio ambiente esto genera. Los Buenos Vivires desde la sabiduria ancestral nos recuerdan que somos en relación: cualquier afectación a la tierra redundará en una afectación a la vida humana.

    ¿Cómo desde esta nueva ontología se piensa el problema de la producción y el consumo en una civilización mayormente urbana?

    Como lo explicaba en la anterior pregunta hoy es importante que nos replanteemos la forma de relacionarnos con el entorno, con la vida, con el territorio; ahora bien en comunidades mayormente urbanas existen caminos que ya han sido señalados, como por ejemplo, las prácticas de retorno a la tierra, prácticas agroecológicas, prácticas comunitarias de producción de alimento, huertas urbanas, etc. que podrían ser algunas de las opciones para replantearnos nuestra existencia colectiva. Ahora bien, los maestros de la sabiduría ancestral nos han advertido que se aprende a través de la conciencia o a través del dolor. Seguramente si nosotros, desde un proceso de concienciación no empezamos a tomar medidas muy serias respecto al cuidado de la Madre Tierra, del medio ambiente, de la vida, vamos a ir avanzando hacia condiciones muy dramáticas que nos obligarán en unos años a replantear nuestra desarmónica existencia.

    ¿Ve factibles algunas propuestas, como las de Carlos Taibo, en torno  al decrecimiento y la destecnologización?

      La interesante propuesta del profesor Carlos Taibo y otras relacionadas con el decrecimiento las entiendo más para un horizonte europeo, “desarrollado”. Creo que nosotros hoy, desde nuestro territorio-continente, deberíamos hablar mejor de Buenos Vivires. Me explico: en Europa hay altos niveles de vida lo que pueden permitir que se hable de decrecer (el promedio de autos por familia en Alemania es de 2); en el caso nuestro, hay altos niveles de precarización por el déficit histórico por las injusticias acumuladas,  donde no tendría sentido hablar de decrecer sino de encontrar otras formas de desarrollo alternativo conectadas con el cuidado de la vida, con el cuidado de la Madre Tierra.

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