Filosofía de a pie

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Psicología de Locos (por los autos)

Locos por los autos es uno de los exitosos Reality Shows que History Channel ha transmitido en los últimos años. Su protagonista es uno de los Showman de Las Vegas desde hace décadas: Danny Koker, alias el Conde. La trama de los capítulos parece convencional y repetitiva: en la ciudad del pecado, el conde y su equipo se ocupan de reparar, mejorar y negociar automóviles. El desafío está en que cada nuevo negocio es un riesgo: ¿qué potencial tiene el auto? ¿Cuánto merece que se le invierta? ¿Se obtendrá ganancia de él al final? Dicho por su protagonista: “Las Vegas es una ciudad de apuestas. La mayoría apuesta con fichas. ¡Yo apuesto con autos!”.

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©History Channel

Sin embargo, a pesar de lo simple del formato, el programa gana variedad a partir de los diferentes tipos de encargos que llegan a Count’s Kustoms, nombre del taller del Conde. Así, por ejemplo, se encuentra uno con proyectos básicos donde se repara un auto en mal estado y se lo lleva a un nivel de calidad superior, pero también con las excentricidades de un millonario que desea que le fabriquen un asador de carne con la persiana del motor de un carro, e incluso el soldado mutilado que desea que su silla de ruedas luzca como una moto de metalero hecha a la medida.

Un capítulo fuera de lo común es “La moto de Jille”. Su particularidad está en lo curioso del encargo que recibe el equipo de Count’s Kustoms. Jille es una vieja amiga de Danny que ahora es propietaria de un bar. Su encargo es:

Jille: Danny, quiero que me hagas una moto que refleje lo que yo soy, que sea justo lo que yo soy.

No es difícil ver en qué consiste lo extraño de su solicitud. Si hay que restaurar un carro, se tiene como modelo el original o uno de su tipo; si hay que crear un asador, ya se conocen asadores y, después de todo, la persiana de un carro no difiere mucho de la rejilla de un asador; y si hay que transformar una silla de ruedas en una moto de pandillero, al menos algunos elementos comunes hay: las ruedas, los rines, el asiento de cuero y los guardabarros. Pero ¿cómo diseñar una moto que sea idéntica a una persona? Jille no da más pistas para el diseño de la moto que desea, simplemente dice “que sea justo lo que yo soy”

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©History Channel

Pero si sorprendente es el encargo, no menos sorprendente es la respuesta del Conde:

Conde: te entiendo Jille, ¡te entiendo perfectamente! ¡Sé exactamente lo que quieres! (!!)

La conversación entre Jille y el Conde deja una indeterminación magnífica. Hay que hacer una moto que sea idéntica a una persona, aunque la persona no da pistas de lo que quiere, y el fabricante dice entender perfectamente lo que ella quiere. Dicho brevemente: todos tienen perfectamente claro algo que nadie sabe qué es.

Finalmente, cuando el trabajo está hecho, el resultado es una motocicleta de color rojo, como el esmalte para uñas que Jille usa, decorada con papel de oro, mezclado con lo que ellos llaman “el resplandor de Las Vegas”, un asiento de cuero repujado a mano y un motor ‘v-twin’ de color negro, cromado y con una transmisión de seis velocidades.

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 ©History Channel

En opinión de Danny, esa motocicleta es idéntica a Jille: una perfecta combinación de lo antiguo con lo moderno. No obstante, uno podría ser más pesimista al respecto. ¿Cómo pudo saber el Conde que era eso lo que Jille tenía en mente al hacerle el encargo? Lo más probable es que no pudiera saberlo, sino que sus palabras fueran sólo una manera amable de amarrar el negocio. No obstante, cuando Jille va a recoger su moto nos sorprende con las siguientes palabras:

Jille: “Es perfecta, es como si Danny me hubiese leído la mente, es como si hubiese visto mi alma, esa soy yo por todos lados, ¡Dios mío!”

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 ©History Channel

Con esta declaración queda claro que Danny no es sólo un excelente diseñador de vehículos, sino un psicólogo de locos, de locos por los autos. El Conde terminó siendo un lector de mentes y un visualizador de almas. ¿En qué consiste esta psicología de locos, digna de un Reality Show de History Channel?

Si el Conde leyó la mente de Jille, ¿qué leyó? ¿Qué vio Danny cuando vio el alma de Jille? ¿Vio en Jille el deseo de tener una motocicleta con “el resplandor de las Vegas” adornado con papel de oro y pintura roja? ¿Vio también un motor de color negro, cromado y de seis velocidades? O acaso al ver su alma ¿vio la imagen del diseño exacto del repujado a mano de la silla?

Seguramente muchos responderíamos negativamente a estas preguntas. Sin embargo, podemos preguntarnos más todavía: ¿tenía Jille una imaginación tan potente como para calcular todos los detalles con que terminó la moto al final? Seguramente no. ¿Pudo Danny captar todos los detalles de la moto imaginada por Jille? Es poco probable. ¿Podría la moto final ser siquiera igual a la de la imaginación del propio Danny? Es, como mínimo, dudoso.

Sin duda, la moto imaginada por Jille no pudo ser  la misma que imaginó Danny. La duda que surge es cómo pueden compararse dos imágenes mentales para saber si corresponden entre sí o no. Otra cuestión es si la imaginación tiene suficiente potencia y claridad como para ofrecer los detalles exactos con que termina la moto al final. A pesar de que estas cuestiones no parecen poder resolverse positivamente, este capítulo de Locos por los autos se basa en esa respuesta: es perfectamente posible comparar dos imágenes mentales, y la imaginación es tan poderosa que puede prefigurar por entero un objeto antes de poder fabricarlo materialmente.

Locos por los autos es una invitación a preguntarnos por los alcances y los límites de la imaginación humana. Sin duda la imaginación es una de nuestras más grandes facultades. Sin duda es en la imaginación donde la mente vuela más alto : parece que es mucho más lo que podemos hacer con la imaginación que lo que podemos hacer con las manos. No obstante, aunque tendemos a pensar que en la imaginación se encuentran las obras completas y terminadas con lujo de detalles, la moto de Jille nos da por lo menos el derecho a dudar de lo que creemos sobre nuestra propia imaginación. Creer que la imaginación es la más potente, creativa y fina de nuestras facultades es una psicología de locos (por los autos).

Por María Alejandra Rojas y Miguel Ángel Pérez

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