“Crisipo y Zenón, cabezas de la escuela estoica, pensaron que no había mal alguno en servirse de nuestra carroña para cualquiera de nuestras necesidades, ni en obtener alimento de ella”.
La serie Hannibal, dirigida por Bryan Fuller, (NBC, AXN) ha cautivado mi completa atención. Con solo dos temporadas al aire y una tercera en camino, cada episodio se ha convertido en un plato exquisito a mi paladar. Y, aunque la comida tiene que ver con gustos y con su capacidad para alimentar, los amantes de las historias de horror, crimen y drama psicológico, no pueden perderse esta oportunidad de saborear una excelente fotografía y unos diálogos delicadamente cocinados. Nunca había imaginado que un asesino en serie como Hannibal Lecter, psiquiatra de profesión, amante de la música clásica y el vino, hombre de altísima cultura y dotes intelectuales, pudiera embellecer la muerte y hacer de sus asesinatos una obra de arte.
Interpretado por Mads Mikkelsen, Hannibal es sin duda uno de esos malos que atraen de pies a cabeza: mata a sus víctimas y se come los órganos que deben estar en su mesa. Pero no se los come de cualquier manera. En su cocina y a través de su recetario, prepara los platos que todo chef soñaría. Todo lo que no se come lo vuelve una puesta en escena, macabra quizás, pero completamente sublime y esta es su manera de honrar a quienes ha matado, porque de algún modo simpatiza con ellos.
©NBC
Si bien el Dr. Lecter acapara mi interés en esta serie, no puedo dejar de subrayar el trabajo de Will Graham, interpretado por Hugh Dancy, brillante y desequilibrado investigador del FBI. Con una capacidad para simpatizar con los asesinos que busca, Will logra desenvolver muchos de los crímenes más horrendos. Entiende e interpreta agudamente los asesinatos de otros y los de su psiquiatra, amigo-enemigo, Hannibal. De hecho, el Dr. Lecter también lo considera su amigo pues es el único que lo entiende pero, así mismo, lo manipula ya que no puede permitir ser descubierto.
©NBC
Es interesante que ambos personajes parecen simpatizar. Pero ¿qué es eso de la simpatía?
¿Podemos considerar a un asesino en serie como Hannibal un hombre que simpatiza? Tal vez nos simpatice el papel que hace el guapo de Mikkelsen, pero no es en este sentido en el que estamos hablando. Para Hume, la simpatía parecer ser un principio operatorio de la mente que permite establecer una semejanza entre el yo y el otro de tal modo que posibilita, entre otras cosas, abrir el arpa de las pasiones y con ello producir proximidad; por eso puede decirse que la simpatía permite comunicar nuestras afecciones y nuestras creencias a los otros. Es la simpatía, además, la que permite la aprobación, la censura y el refinamiento del carácter y con ello el de las acciones. Es una especie de imaginación moral la que se juega con este principio, pues imagino al otro como siendo semejante a mí, como poseyendo un carácter similar, que yo quisiera tener o que simplemente censuro.
La simpatía, según Max Scheler, también puede entenderse como un sentir el sentimiento ajeno; es una manera de comprender el dolor o el placer ajeno, de padecer con el otro y, sin embargo, de mantener la distancia de cada yo.
Estos aportes orientados a dilucidar el fenómeno de la simpatía nos permiten sostener que en el caso de Will Graham, su capacidad de comprensión e interpretación de los crímenes de otros, de los motivos y los modos de acción de los asesinos, le permite imaginarse como siendo semejante a ellos, manteniendo su propio yo; en este caso habría simpatía. Sin embargo, tal como es mostrada en la serie, esta última parece un tanto mágica, lo cual le quita a su personaje la seriedad de un buen investigador (esa es mi única crítica a la serie). De algún modo, con Graham hay un fenómeno de comprensión de los estados mentales de otros, sin embargo, esta comprensión e interpretación puede ser más que simpática. En el caso del Dr. Hannibal Lecter, nuestro querido psiquiatra no es un hombre que simpatice con sus víctimas puesto que en vez de mantener la distancia corporal y mental con los otros, los asimila en su estómago y allí dentro no hay padecer con el otro que valga, a menos que la comida no le haya sentado muy bien y haya otro tipo de padecer.
©NBC
Con el Dr. Lecter tampoco hay algo así como un sentir el sentimiento ajeno, pues el solo hecho de matar aniquila la posibilidad de toda simpatía con otro. Comerse a los otros no constituye una forma de imaginarse al otro como siendo semejante a mí, sino como siendo un buen alimento. Quizá se trate, en el caso de Hannibal, de una comprensión de la unidad de la vida un tanto macabra. ¿O tal vez no?
En su ensayo Los caníbales, Montaigne subraya que cada cual llama barbarie a aquello a lo que no está acostumbrado. Quizás por esto los asesinatos de Hannibal nos parecen terribles, aun cuando él considera sus acciones como una forma de honrar a sus víctimas. No estamos acostumbrados a comernos a otros, no de esa manera, y juzgamos como inmoral y espantoso todo su obrar. Tal vez el Dr. Lecter se haya apropiado tanto de la expresión Vedanta “ese otro eres tú” famosa en los escritos sobre ética de Schopenhauer; una identificación y unificación tan plena que disuelve los otros yo-es pero en este caso dentro de Hannibal. Lo cierto es que esa disolución de los otros aniquila toda posibilidad de simpatizar, pues para padecer con el otro se necesita, precisamente, del otro. Queda la posibilidad de pensar en Hannibal Lecter como un hombre que haya aceptado, a través de su propia interpretación, la modesta propuesta de Jonathan Swift y contribuya a pensar en una forma de mitigar el hambre de nuestras sociedades, porque a final de siglo no habrá comida.
Por Ana María Rosas R.