Filosofía de a pie

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Diomedes, el Inevitable

Diomedes, el Inevitable

Para el Doctor… Carlos Díaz

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Ya es tarde para liderar una campaña en contra de la diomedización. No sólo porque la novela de RCN hace tiempo se instaló en la punta del rating, sino porque la cuestión de la diomedización tiene su origen desde la mitad del siglo veinte, para ser más precisos, el 26 del mes de mayo, cuando nació un niñito en el año cincuenta y siete. Seguro saben a lo que me refiero. Y lo deben saber, porque su música y su vida hacen de Diomedes Díaz un verdadero fenómeno pop colombiano. Porque, aunque intentemos obviarlo en nuestras listas de reproducción, está en las tiendas, los buses, en las fiestas y los bazares. Está en la televisión. No se puede huir de lo inevitable.

Esa inevitabilidad fue apelmazando desde mi infancia sones y rimas en algún lugar de mi cabeza, que se mantuvieron como en criogenia hasta diciembre de 2013, cuando por pura casualidad terminé en Valledupar la misma semana de la muerte del Cacique. El calor del Valle, enardecido en un duelo colectivo, fue descongelando ese popurrí interminable y, por el poder de la insistencia, terminé balbuceando una canción, cantando una línea:

“Trata ser, mientras se pueda, conmigo feliz».

Y después otra:

«sólo se tiene la dicha un instante no más».

Me llegó clara una epifanía, las líneas de muchas de esas canciones que canta el Cacique (propias y ajenas) no eran para nada versos azarosos que canta un borracho en su duermevela. Había un contenido que dejaba, más o menos implícita, una visión del mundo. Pero ese pensamiento, aunque no desapareció, se fue apagando. Y volví al altiplano donde la altura y el frío fueron atrofiando mi capacidad de análisis vallenato, en cuanto la ciudad permite, con más o menos éxito, abstraerse de algunos ritmos que consideramos abyectos.

Luego vino la telenovela, como un segundo aviso, y la atroz campaña de RCN por diomedizar un país ya diomedizado. Entonces, ya no había audífonos que valieran ni abstracción posible y las líneas volvieron a mi cabeza y se juntaron con otras haciéndose un verso:

La herida que siempre llevo en el alma no cicatriza,

inevitable me marca la pena que es infinita.

Quisiera volar muy lejos, muy lejos, sin rumbo fijo.

Buscar un lugar del mundo sin odio, vivir tranquilo«

Y luego otro:

“No importa el tiempo que ya es muy corto

en las ansias largas de vivir.

Cualquier minuto de placer

será sentido en realidad.

Si lleno el alma de eternidad”.

Y entonces ya no sólo era una posible visión del mundo, esos versos son un mensaje contundente, una búsqueda interior por la felicidad, como un sentimiento pasajero en un largo y desalentador trasegar inevitable. Diomedes canta desde una visión trágica, un rompimiento del héroe con su mundo, un desencanto frente a la realidad, una insatisfacción del alma con el lugar en el que está contenida.

Pero antes de sacar cualquier conclusión que valiera la pena, debía escuchar más y más versos, canciones enteras, examinar su discografía. Para llegar a determinar la posición de El Cacique frente a su realidad, debía sumergirme en el fenómeno y analizar su forma. Pero no me sentía capaz ni dispuesto.

En contra de mi deseo Diomedes volvió a mí, esta vez en forma de video viral, sin música de fondo. Apenas sus palabras sin filtro que cambiaban la supuesta perspectiva trágica de las canciones que mi memoria había escogido al azar. Esta vez Diomedes hablaba de la muerte, pero no podía concebirla, no se imaginaba afectado por ella o, en caso de estarlo, era la culminación épica de su vida “… pinto mi entierro, bonito. Y el cajón allá en el medio de la gente. Los pelaos, los gamines vendiendo chicle, los otros vendiendo gaseosa, pastelitos (…) la viuda con pastillas para que no llore porque ya tiene plata”. Y me comió la duda: ¿Diomedes es un héroe trágico o épico?

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Fuente: El Espectador / EFE

El héroe épico, a diferencia del trágico, inicia un viaje y no una búsqueda interna. Lo hace porque sabe que los dioses están de su lado y lo guiarán a través de distintas experiencias de las que, de alguna u otra manera, saldrá bien librado. Diferente a la tragedia, en donde no hay dios o si lo hay no interviene, en la epopeya no es el héroe que determina qué hacer, no hay un cambio en su pensamiento ni una transformación o aprendizaje alguno. El héroe actúa con convicción pero sólo porque sabe que está destinado al regreso seguro al hogar. No actúa con determinación, más bien con confianza en su sino. Frente a su contexto, el género épico es posible sólo en sociedades cerradas. La tragedia, en cambio, es el género natural de la modernidad, del hombre sin dios. ¿La Junta, Valledupar, el Caribe, el País del Vallenato son sociedades cerradas o son modernas?

Diomedes se escucha confiado, se niega a reflexionar sobre la inminencia de la muerte:

«Aquel niñito que bien sea yo

se lo llevaron sus padres pa’ Villanueva

hoy es un joven que regresó

y está orgulloso de estar denuevo en su tierra»

 

“Y si pudiera, reconocerles dos corazones

que renovaran su edad,

y se volvieran a enamorar

y al poco tiempo naciera yo nuevamente.»

Diomedes, contando su propia vida, se concibe como un héroe épico. Si avizora su funeral, sonríe. Lo imagina pomposo, multitudinario. Pero si canta, lo hace sumido en la tragedia que es esta vida, en la que la eternidad parece el único descanso. Trágico o épico, al menos fue visionario. Las viudas sí lloraron, el ataúd se perdió entre la gente y supongo que había niñitos vendiendo dulces y refrescos. Trágico o épico, Diomedes, ante todo, fue inevitable.

 

Por Alejandro Martínez.

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