¡Que si somos el país más feliz del mundo, que si tenemos las mujeres más lindas! ¿De qué sirve ser tan bonitas si en Colombia usar minifalda se volvió acto de “rebeldía y provocación”? Palabras más palabras menos , eso fue lo que dio a entender Andrés Jaramillo en las entrevistas sobre el caso de acceso carnal violento del cual pudo ser víctima una joven en el parqueadero del restaurante Andrés Carne de Res (Chía).
Obviamente el foco del problema debería ser la persona que perpetró el crimen, pero no se nos pueden escapar los comentarios de una persona que es tan relevante en el jet-set nacional. Obviamente ser parte de ese grupo no le suma importancia a su inteligencia, pero si sorprende que una persona dueña de un establecimiento tenga la desfachatez de culpar a la víctima por llevar minifalda. Otra seria la historia y otros serían los culpables señalados si la victima fuera la hija de una persona conocida como Andrés Jaramillo. Aparentemente vestirse de forma que a uno mejor le parezca se volvió un acto de fe.
A los colombianos se nos llena de agua la boca criticando a los países de oriente por el uso de la burka. Sin embargo, muchos colombianos, en ese sentimiento machista tan arraigado en nuestra sociedad, consideran que el ponerse una minifalda lleva un propósito, una intención, una invitación al acoso. Pero no, si un día una mujer se pone una minifalda no es porque este buscando marido, o en el peor de los casos, acosador. No. Simplemente, se le dio la gana de ponérsela y ya, así como cualquier hombre un día puede llegar a ponerse una corbata inmunda, cada cual verá cómo se viste. Es más, si algún día una mujer sale desnuda o en vestido de baño, fue porque así lo quiso, no porque busque una violación. A nadie le cabe en la cabeza buscar una violación, a nadie.
Muchas personas en las redes sociales estaban usando un argumento bastante vacío para defender al violador y culpar a la víctima. Decían que ella se dejó manosear y por tal motivo buscaba que la violaran. Déjenme decirles que tampoco es el caso, cualquier mujer tiene el derecho pleno de decidir qué tan lejos llegar con otra persona en ese sentido, en ningún momento eso tiene que ser una señal de invitación al acoso y mucho menos al acceso carnal violento.
Lastimosamente, este no es el primer caso y tampoco será el último, pero vale la pena tomar esta oportunidad para atacar esas excusas machistas, retrogradas e ignorantes que terminan culpando a las víctimas de violaciones y acoso sexual. Ojalá que este lamentable caso sirva para cambiar en algo la condición de las mujeres en Colombia, porque por lo menos en mi caso, lo pienso dos veces antes de salir en minifalda en Bogotá; ya una vez lo hice y es desesperante tener que aguantarse miradas morbosas y comentarios malintencionados de cualquier guache que se sienta con el derecho de decir cuanta vulgaridad se le pase por la mente.
En Colombia nos creemos muy avanzados, de mente abierta, pero es indignante que en pleno siglo XXI uno se tenga que exponer al acoso, la burla y el señalamiento por el simple hecho de usar minifalda o llevar un escote.