Tiempo para llegar al rango de Embajador de Carrera

Excelentísimo señor Presidente:

Respecto a sus declaraciones recientes sobre los requisitos para que una persona pueda ser nombrada como embajador de Colombia, así como las afirmaciones sobre la Carrera Diplomática y Consular de la República, es pertinente, señor presidente, aclarar importantes asuntos.

En primer lugar, no, señor presidente, ser hijo(a) de un obrero no otorga, por sí solo, el mérito para ser embajador, del mismo modo que tampoco lo otorga ser hijo de un político o de un industrial. El mérito lo tiene la persona, y ese mérito se cultiva, se construye y se gana; no se hereda ni es un regalo.

Desafortunadamente, señor presidente, parece usted no ser distinto a Iván Duque, Andrés Pastrana, Álvaro Uribe, Juan Manuel Santos, o a los demás expresidentes: todos han desestimado la Carrera Diplomática cuando les incomoda para nombrar a sus allegados, pero no dudan en utilizarla cuando necesitan que esos mismos diplomáticos de carrera hagan el trabajo de las personas que nombran y que desconocen el oficio.

Y créanos que se equivoca, señor presidente, la Carrera Diplomática no es “blanca”. Muy pocos de sus miembros son descendientes directos de europeos, o llevan apellidos de origen italiano, alemán, o cualquier otro extranjero, sin que eso descalifique a quien los tenga para ingresar a la Carrera por mérito. La Carrera es diversa, y su verdadero valor está en el conocimiento, el servicio y la experiencia, no en el origen social, en el apellido, ni en la cercanía al poder.

Colombia, según el censo de 2018, está compuesta casi en un 90% por mestizos, seguidos de afrodescendientes e indígenas, y la Carrera Diplomática refleja no solo esta realidad étnica, sino también al país en términos de género, de origen regional y estrato socioeconómico. Ahora bien, si no es aún más diversa, la responsabilidad no recae en las y los diplomáticos de Carrera. Esa es una deuda histórica de su Gobierno y de todos los anteriores, que no han hecho lo suficiente para ampliar la base de acceso. La responsabilidad recae en sus Cancilleres y en quienes los precedieron, no en quienes hemos ingresado por concurso público abierto, compitiendo con transparencia y mérito.

¿Quiere usted, señor presidente ser realmente inclusivo? Pues, a cambio de nombrar embajadores, con los gastos que ello representa, por un periodo poco mayor a un año, que es lo que queda de este Gobierno, ya que los Embajadores tienen en cada cambio de Gobierno la obligación de presentar su renuncia protocolaria al nuevo Presidente, lo que se debería hacer es, por una parte, ampliar el número de cupos en la convocatoria actual al Curso Anual de Formación Diplomática y, por otra, nombrar a los embajadores de Carrera que se han preparado toda una vida para el ejercicio del cargo. Con acciones como esas le abrirá la puerta a muchos jóvenes de todos los orígenes para competir de manera transparente en un concurso público de méritos, y aquellos que ocupen los primeros puestos por excelencia académica posterior a un año de estudios, podrán ingresar a la Carrera Diplomática y Consular para, después de más de dos décadas, cuando estén formados y tengan la experiencia, opten por mérito a ser embajadoras(es) de la República, cumpliendo exactamente el mismo proceso que hemos surtido todos quienes hoy  pertenecemos a la Carrera.

Con esa medida, que solo requiere de la voluntad de su Gobierno y la firma de la señora ministra en una resolución, podrá además neutralizar el pretexto que han usado los Gobiernos anteriores y este, de que los funcionarios de Carrera no somos suficientes para cubrir todos los cargos y que, por esa razón, han debido nombrar a políticos o sus familiares, presentadores de televisión, hermanas de artistas, hijos de empresarios, entre otros.

Ahora bien, ¿afirmar que todos los diplomáticos de Carrera son excelentes? Por supuesto que no. Como en cualquier cuerpo profesional, hay personas que no están a la altura del honor que representa servir al Estado colombiano. Pero son la excepción, no la regla. Y si algo habría que revisar en los requisitos para ser embajador(a) de Colombia, no es para flexibilizarlos, sino para hacerlos aún más estrictos.

Representar al país no es un derecho automático para nadie, ni siquiera para quienes pertenecemos a la Carrera, y mucho menos para quienes son nombrados por fuera de la Carrera. Es un privilegio, un honor y una inmensa responsabilidad que debería reservarse a quienes puedan servir a Colombia con dignidad, competencia y profundo respeto por sus instituciones.

Ser embajador no debe seguir siendo una recompensa familiar o política. Debe ser el resultado de décadas de servicio al Estado por parte de personas que han recorrido el camino difícil, visitando con constancia y usando incluso sus propios recursos para asistir a los colombianos en adversas circunstancias, detenidos, enfermos; organizando jornadas consulares en fines de semana interminables, enfrentando los retos del sistema de pasaportes y de las limitaciones tecnológicas en los tramites; diseñando y ejecutando, muchas veces con recursos económicos propios, iniciativas para las comunidades en el exterior, embajadores y cónsules que enfrentan las más diversas situaciones de emergencia, con escasísimos recursos y apoyo, para salvaguardar los derechos de los colombianos en su vida e integridad, así como para preservar y defender los intereses de la Nación. Ser embajador debe ser un honor para quienes han dedicado su vida al servicio diplomático profesional, han invertido en estudiar más, aprender nuevos idiomas y formarse en temas especializados, con la única finalidad de servir mejor al país y ejecutar la política exterior de Estado, no para otros intereses.

Ahora bien, señor presidente, no todos los nombramientos políticos son malos. De hecho, la mayoría son personas íntegras y bien intencionadas. El problema no es su calidad humana: el problema de la mayoría es que no conocen el trabajo. No saben qué es una Nota Verbal, ni cómo se redacta, ni por qué importa; no conocen las formas diplomáticas, ni entienden que no se negocia igual que en el sector privado; muchos se frustran con las restricciones legales que regulan el gasto público y no comprenden que sus actos comprometen al Estado. En resumen, aunque tengan las mejores intenciones y sean personas decentes y respetables, no son idóneas para el cargo porque no tienen la formación ni la experiencia para ello.

Usted, señor presidente, y sus antecesores, parecen desconocer el enorme costo en recursos públicos que implican las largas curvas de aprendizaje que sus nombrados deben recorrer. Tampoco, cuántos errores y pérdidas para el Estado evitamos las y los diplomáticos de Carrera, normalmente en silencio y a menudo ganándonos la antipatía de nuestros jefes, simplemente para proteger la institucionalidad y la dignidad del país.

Reducir los requisitos para ser embajador no solo constituye una falta de respeto hacia quienes hemos ingresado y ascendido mediante concursos públicos, evaluaciones anuales, cursos rigurosos y exámenes de ascenso. Significa también abrir más la puerta para que el próximo Gobierno, como lo han hechos todos, nombre a más “amigos”, premiando vínculos políticos o familiares en lugar de capacidades profesionales. Usted, señor presidente, estaría haciéndole el favor más grande a los Gobiernos que lo precedieron y a los que seguirán: concretar el deterioro del servicio exterior, la crisis de su profesionalización y de su especialización. Estaría mancillando un régimen, que aún debe seguir consolidándose, construido con esfuerzo por hijas e hijos de obreros, de maestros, de contadores, de campesinas, de bachilleres, de economistas, de miembros de las FFMM, de amas de casa, etc., e integrado por personas que se han formado por décadas con denuedo para representar con dignidad y responsabilidad a Colombia y a los colombianos.

¿Sabe usted, señor presidente, cuántos de nosotros venimos de universidades públicas? ¿Cuántos terminamos nuestros estudios en universidades privadas gracias a becas de excelencia académica o a créditos del ICETEX? ¿Sabe usted que el 100 % de los diplomáticos de Carrera somos, bilingües y que casi todos somos políglotas? ¿Que la mayoría tenemos una o varias maestrías, cuando no doctorados? La Asociación Diplomática y Consular -ASODIPLO- le ha solicitado en varias ocasiones una reunión para que usted conozca los miembros de la Carrera, para que sepa la calidad de profesionales con que cuenta el Servicio Exterior de Colombia, con quienes cuenta usted como Jefe de las relaciones internacionales del país. No somos una élite privilegiada; somos colombianos y colombianas que nos hemos formado para servir a Colombia con responsabilidad y compromiso y que gracias a la Carrera Diplomatica y Consular, pudimos llegar a pertenecer al servicio exterior sin tener padrinazgos políticos ni apellidos “ilustres”.Funcionarios del servicio exterior: Carrera y Libre nombramiento o provisional.

Por eso, señor presidente, lo que pedimos no es un favor: es respeto. Respeto por un sistema de acceso al servicio público que ha sido construido con inmenso esfuerzo por quienes hacemos parte de él, con años de servicio lejos de casa y de nuestras familias. Respeto por una vocación que no busca aplausos ni cámaras, sino resultados para Colombia. Respeto por quienes hemos entregado nuestra vida a defender los intereses del país en los lugares más complejos del mundo. Porque, dicho sea de paso, los destinos difíciles están normalmente cubiertos por las y los diplomáticos de Carrera, y lo hemos hecho con entrega y compromiso; y bien sea en Viena o en Puerto Obaldía, en Beirut o Tel Aviv, en Barinas o en París, en Tokio o en Esmeraldas, nuestra visión es el Estado y las y los colombianos en el exterior.

Fíjese, señor presidente que usted está transitando por el mismo camino que recorrieron esos Gobiernos que, con tanta razón, critica por su falta de respeto y dignidad hacia el servicio público. Está repitiendo la historia que prometió cambiar, pues bien recordamos sus promesas de campaña, y en el proceso, está ignorando y desvalorizando a cientos de servidores y servidoras que hemos dedicado nuestras vidas, profesional y personalmente, al Estado colombiano, a quienes habiendo ingresado por mérito al servicio exterior, somos ejemplo vivo de cómo se reparan desigualdades. Presidente, está usted cayendo en el mismo desprecio por la institucionalidad, en la misma lógica clientelista de otros gobiernos, en el mismo daño profundo a un servicio exterior que merece ser fortalecido, no destruido.

Y esto lo escribe alguien que viene por un lado de una rama familiar con algo más de holgura, pero que, por otro, es orgullosamente nieta de una mujer humilde: una señora de los tintos en la Caja Agraria. Mi abuelita, de origen campesino, no tuvo diplomas ni títulos, pero tuvo algo que usted hoy desprecia: dignidad, esfuerzo y un amor inmenso por su familia. Con su trabajo silencioso y sacrificios enormes, sirviendo café y lavando grecas mientras otros tomaban decisiones, logró lo que parecía imposible: que sus hijos estudiaran, que soñaran con un futuro mejor. Mis primos y yo somos parte de ese sueño. Mis colegas de la Carrera Diplomática son la concreción de su esfuerzo y de los sueños de sus madres, padres y abuelos; sueños y logros que hoy, usted, señor presidente parece querer desconocer.

*Mónica Beltrán Espitia, es Ministra Plenipotenciaria de la Carrera Diplomática y Consular, profesional en Finanzas y Relaciones Internacionales de la Universidad Externado de Colombia y master en Ciencia Política, con especialización en Estudios de Mujeres, de la Universidad de Ottawa. Actualmente se encuentra en situación administrativa de disponibilidad, siendo su anterior designación la de Ministra Plenipotenciaria en la embajada de Colombia en Canadá.   

** Las opiniones expresadas en los blogs corresponden a sus autores.

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