¿Y por qué estas consideraciones aparecen en un blog de diplomacia? Bueno, porque en el ya no improbable caso de que esas cuestionables visiones lleguen al poder, se transformarán en agendas públicas y trascenderán a la política exterior.

Esta semana mi hijo regresó del colegio cantando una canción de forma repetitiva, de esas que se quedan en los oídos por mucho tiempo, que ya era un éxito de TikTok y, según él, también en Roblox, Sigma Boy de las blogueras adolescentes rusas Maria Yanovskaya (12) y Betsy (11).

Pese a que ya no frecuento redes sociales, desde que Facebook casi me ocasiona un colapso nervioso por infoxicación en medio de las protestas de 2021 y luego E. Musk adquirió Twitter, tuve curiosidad por el estribillo Sigma Boy. Estas palabras solo las había visto juntas -hace tiempo- en conversaciones en algunos grupos abiertos de Facebook, casi exclusivamente integrado por hombres, y luego (con más búsqueda) supe que reproducían algunas enseñanzas de unos gurús de la “manósfera”.

Buscando en Google toda esa verborrea que acabo de escribir, y que a mis 40 años parece más bien chino, di con algo de sustancia para tener una conversación con mi hijo, aprovechando que el pobre, sin querer, ya había abierto la puerta para hablar de todas esas categorías en las que recientemente se han comenzado a (auto)clasificar a los hombres menores de 40 años (regularmente).

La búsqueda terminó un poco lejos de donde había empezado: De una canción pegajosa partimos a grupos abiertos o cerrados de Facebook en los que se repetían algunos nombres que ya conocíamos, por ser protagonistas de memes (un señor Temach de México) y otro nombre, ya vinculado a crímenes, pero igualmente protagonistas de esa llamada manósfera global: Andrew Tate. Se trata de un ex campeón de kickboxing e influenciador de redes sociales, cuyo contenido, advierto, es “controversial” según algunos y abiertamente misógino y peligroso por distintos motivos, según otros.

Encontré que a Tate le habían levantado la medida de arresto domiciliario a mediados de enero, mientras continúa su investigación por presunta trata de personas y crímenes sexuales en Rumania, mientras ya recibió una sanción por evasión de impuestos en su natal Reino Unido. Este hombre, que afirmaba no llorar durante su detención domiciliaria en Rumania sino dejar rodar las lágrimas mientras hacía flexiones de pecho, aprovechó la cobertura mediática de su recién recobrada libertad para anunciar que desea ser el próximo Primer Ministro de Reino Unido.

Parecería broma, una mala. Pero una nueva búsqueda en google dio con que una figura de la ultraderecha británica, Nigel Farage -casi fantasmal en la escena política tras el Brexit que él mismo promovió- le había dado visibilidad a Tate de formas contradictorias en 2024. En la primera, señaló que Tate era una figura “importante” para los hombres y chicos “emasculados” y en la segunda, señalando a Tate de ser responsable de desinformar a través de las redes sociales sobre los disturbios anti musulmanes y racistas en Gran Bretaña que sucedieron tras el asesinato de tres niños en Southport (julio de 2024), cuando el mismo Farage había sido acusado de instigador por otro político de derecha ‘Tory’. Patrones de masculinidad tóxica, misoginia, xenofobia, islamofobia … ¿suena familiar?

Esta semana también tomó posesión Donald Trump. Nada novedoso, salvo por la destacada afluencia de figuras relevantes de la industria de la innovación, especialmente magnates de las redes sociales, con cuyas visiones se puede o no estar de acuerdo.

Se puede o no estar de acuerdo, en tanto mantengan sus visiones fuera de las redes sociales y no participen o se lucren de la feria de información falsa o engañosa, como ya lo hizo Facebook (rebautizado Meta tras el daño reputacional que sufrió la compañía tras la primera campaña de Trump y la pandemia).

Se puede o no estar de acuerdo, pero Zuckerberg (CEO de Meta) anunció que, al menos en EE. UU., se distanciaba del wokismo californiano y partía al salvaje Oeste de los contenidos libres sin comprobación (fact-checking), en nombre de la libertad de expresión. ¿Adivinan quiénes se van a beneficiar, pese a la promesa de no permitir contenidos como discursos racistas o de odio? Entre muchos otros, los que promueven patrones de masculinidad tóxica, misoginia, xenofobia, islamofobia … y si, tampoco va a haber sanciones para el lenguaje transfóbico.

Se puede o no estar de acuerdo, pero ya vamos en que sus políticas de contratación suprimen las cuotas de género.

Por cierto, acerca de la palabra Wokismo, un paréntesis… también me enteré en google que somos los otrora llamados de manera despectiva “progres”, o afines a cualquier agenda que medianamente amplíe el espacio de derechos para todos, en un contexto democrático. Reconozco a título de mea culpa que discusiones -en mi concepto inútiles- como el empleo de artículos o sustantivos neutros en el español son una buena excusa para ridiculizarnos, mientras que dejamos de lado discusiones – esas sí relevantes- sobre el cambio climático o las impresentables cifras de violencia dentro y fuera del hogar, explotación sexual, brechas salariales, entre otros temas, que afectan de manera desproporcionada a niñas y mujeres. 

Pero para regresar a la democracia, y lo que nos espera, me remito a un análisis realizado por El País en su podcast Gurús y podcasters: así fluye la “energía masculina” que reclama Zuckerberg. Allí, tras la explicación de los detalles e implicaciones del desarrollo de esa manósfera, se refieren al público que consume sus contenidos, chicos entre 18 y 25 años que ya no se identifican con nada y en el que el referente de lo “masculino” es lo único en común … y que es el contenido que las plataformas sugieren a los jóvenes en esas edades, en edad de votar. Dirigido a quienes se estrenaron como votantes de Trump, o se estrenarán como futuros votantes de Tate.

¿Y por qué estas consideraciones aparecen en un blog de diplomacia? Bueno, porque en el ya no improbable caso de que esas cuestionables visiones lleguen al poder, se transformarán en agendas públicas y trascenderán a la política exterior.

El multilateralismo y el derecho internacional ya está bastante maltrecho desde el 24 de febrero de 2022, para sumarle impulsos revisionistas a lo que ha sido una muy extensa lucha en los siglos XX y XXI por los derechos de minorías religiosas, étnicas y sexuales y para mujeres y niñas. Impulsos motivados por los liderazgos (tóxicos y) personalistas de los países que más influyen las agendas globales. Trump, en apenas su semana de posesión, ya anunciaba su (re) retiro del Acuerdo de París y de la OMS, y técnicamente nada impide que otras agendas globales entren en crisis tras el retiro de los EE. UU.

Espero haber transmitido en alguna medida la ansiedad que me genera este escenario y que motivó este escrito. Mi hijo, por su parte, soportó estoicamente hasta la mitad de esta verborrea wokista, antes de regresar serenamente a su partida de FIFA en línea.

*Ana María Cristancho es Consejera de la carrera diplomática y consular de Colombia, economista y doctorante en derecho en la Universidad Côte d´Azur en Francia.  

**Las opiniones expresadas en el blog corresponden únicamente a los autores y no comprometen a la Asociación Diplomática y Consular de Colombia -ASODIPLO, ni al Ministerio de Relaciones Exteriores.

Avatar de Asociación Diplomática y Consular de Colombia

Comparte tu opinión

1 Estrella2 Estrellas3 Estrellas4 Estrellas5 EstrellasLoading…


Todos los Blogueros

Los editores de los blogs son los únicos responsables por las opiniones, contenidos, y en general por todas las entradas de información que deposite en el mismo. Elespectador.com no se hará responsable de ninguna acción legal producto de un mal uso de los espacios ofrecidos. Si considera que el editor de un blog está poniendo un contenido que represente un abuso, contáctenos.