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El pasado 1º de agosto, la Unión de Funcionarios de Carrera Diplomática y Consular de Colombia -UNIDIPLO- publicó en su cuenta de Twitter –ahora X- una carta abierta al Presidente de la República, Gustavo Petro Urrego, manifestando el descontento de aproximadamente 150 funcionarios de carrera diplomática, actualmente sindicalizados, por la permanencia en el actual gobierno de prácticas contrarias a la meritocracia, un concepto afín con la idea de justicia social que se esperaba de este gobierno.

Hay que preguntarse por qué en Cancillería se otorgan diversas facilidades para nombramientos políticos, mientras que a los funcionarios de carrera se les niega el nombramiento en un determinado país, incluso cuando existen razones de fuerza mayor. Recientemente, a una funcionaria le negaron su solicitud de ser nombrada en un país cercano a Colombia porque sus padres son ancianos y dependen de ella; a otro funcionario de carrera se le negó un destino que solicitó cuando requirió un tratamiento médico y, más aún, lo trasladaron a un país con desabasto total de un medicamento que necesita tomar diariamente; a otra funcionaria se le negó el traslado que pidió a un país donde reside su padre, quien está en fase terminal y ella es hija única, etcétera, por mencionar sólo algunos casos que conozco de manera directa.

A esto se adicionan las jornadas extendidas involuntarias, exceso de carga laboral, asignación de funciones incompatibles entre sí, situaciones de acoso laboral, injusticias en las evaluaciones, fallas tecnológicas en las plataformas de trámites en los consulados, con la entendible molestia del usuario, el estrés que ello genera en el funcionario, y el consecuente deterioro de su salud mental y física. Los cuadros de desbalances de salud, en todos los frentes, repercuten en los servicios que recibe la comunidad colombiana en el exterior y pueden afectar también el adecuado desempeño de las delicadas tareas y acciones diplomáticas en favor de la política exterior colombiana y de los altos intereses de la Nación.

Parte del ejercicio de la carrera diplomática y consular es la atención a los colombianos que se encuentran en el exterior por motivos de turismo, trabajo, estudios, etcétera. Lo que se exige al funcionario, el principio de la asistencia consular, es el buen trato al colombiano que se encuentra en un país extranjero y presenta alguna dificultad, incluso si sus acciones han violado las leyes del país receptor.

En los consulados se atienden colombianos víctimas de secuestro, trata de personas, violencia doméstica, accidentes o emergencias médicas, víctimas indirectas de desapariciones, turistas varados por precariedad económica, detenidos, entre otras tipologías de asistencia en las que se espera un trato humano y apegado a derecho por parte del funcionario. Del mismo modo, el cónsul que estudia una solicitud de visa debe tener en cuenta el principio de unidad familiar al momento de emitir un pronunciamiento y considerar muy bien el escenario antes de negarle a un extranjero reunirse con su familia. Es paradójico que el funcionario no reciba ese mismo trato en su propia casa.

Es aún un activo de la Cancillería que funcionarios de carrera, en muchos casos solos, enfermos, sobrecargados y frustrados, sean lo suficientemente serios respecto a su rol y a su responsabilidad con el pueblo colombiano como para hacer un trabajo decente.

Estos males crónicos han sido históricos en la Cancillería, no es algo que haya iniciado con la nueva administración. La frustración procede de la expectativa de cambio que se tenía con respecto a gobiernos anteriores. Los funcionarios de carrera, en muchos casos, tienen orígenes humildes, como los que teóricamente se defienden hoy. Algunos son personas con padres agricultores, secretarias, empleados de oficinas postales, etc. que lograron que su hija o hijo estudiara en una universidad pública, en un instituto público de idiomas -o lo lograron ellos mismos-, o se ganara una beca en una institución privada y, sin tener conexiones políticas, se presentaron a la carrera diplomática y lograron, a través de la excelencia académica, un cupo y un trabajo por mérito propio y de sus familias.

El cuestionamiento que surge entonces es ¿cómo el presidente Petro no reflexiona que dentro de ese cuerpo de funcionarios de carrera puede haber muchos que votaron por él -como en efecto los hay- que están deseosos de contribuir al cambio?; ¿por qué razón elige desconfiar de todo un colectivo donde hay muchos individuos, cada uno con su pensamiento político, pero todos comprometidos con Colombia y entrenados para servirle como Estado?; ¿por qué comete el error, nada estratégico, de continuar maltratando a la carrera diplomática y consular de Colombia y a sus propios funcionarios?; y ¿qué le lleva a pensar que el funcionario de carrera no puede sumarse a la construcción de un cambio bajo su dirección?

El pasado 17 de agosto, a un año de haberle solicitado una cita, el canciller Álvaro Leyva finalmente recibió a los representantes de los sindicatos que existen en la Cancillería, y manifestó su disposición de corregir los males que aquejan a la carrera diplomática. Esto, en mi opinión, no significa nada. A estas alturas, tras 15 años en la Cancillería, considero que la superación del histórico desprecio por la carrera diplomática, y la rectificación de la poca o nula consideración a las situaciones vitales de los funcionarios de carrera, tendrá que verse en hechos.

*Constanza Lucía Sánchez Gómez es Ingeniera catastral y Geodesta de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas; Consejera de Relaciones Exteriores y actualmente Cónsul de Primera en Ciudad de México.

 

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