Al momento de escribir esta entrada de blog, la cuenta de la red social X del presidente de Colombia, Gustavo Petro, registra un total de 7.376.202 millones de seguidores, una proporción superior a la población de Uruguay, Irlanda o Nueva Zelanda. Sobre la base de este indicador, bien puede afirmarse que el mandatario colombiano es uno de los que ostenta mayor exposición a través de la mencionada red social, por lo menos en lo que a América Latina se refiere.

Abona a este aspecto la intensa actividad informativa desplegada por el gobernante aprovechando este recurso tecnológico. De hecho, según el portal La Silla Vacía, durante 2023 Petro escribió 2.512 trinos a razón de 200 por mes, aunque en diciembre de ese año redactó 229 trinos en tan solo dos semanas. Este comportamiento motivó por parte de Mauricio Marín, consultor en comunicación digital, el siguiente comentario: “Yo tengo una hipótesis y es que el presidente realmente la adicción que tiene es a X (Twitter). Él empieza a tuitear y se queda un buen tiempo ahí…” (González y Galvis, 2023, diciembre 17).

Como producto de esta dinámica no es de extrañar que, de acuerdo con el informe de la consultora de comunicaciones Shift Porter Novelli, entre el 7 de agosto de 2022 y el 1º de agosto de 2023 la cuenta @petrogustavo generó 9.1 millones de búsquedas. Adicionalmente, a lo largo de este período, la comunicación del presidente Petro puso en evidencia una tendencia que permanece vigente hasta nuestros días, la llamada intermestic, conforme la cual los asuntos de la política doméstica cruzan la frontera, con interés, en la opinión pública global. Como muestra, de los cinco temas más relevantes puntualizados por el mandatario en función de su alcance (cantidad de usuarios de la red social X impactados), tres fueron generados por coyunturas locales, mientras que los otros dos respondieron a temáticas internacionales. En términos de posicionamiento, además, el presidente Petro arrasó en las conversaciones con 50.6 millones de interacciones, seguido por Donald Trump (17.2 millones de interacciones), el presidente de Chile, Gabriel Boric (14.9 millones de interacciones), y el presidente de El Salvador, Nayib Bukele (7.8 millones de interacciones)” (El Colombiano, 2023, agosto 4).

Ante este panorama, las posiciones polémicas asumidas por el gobernante colombiano también han contribuido a aumentar el foco de atención sobre sus declaraciones, marcando un punto de inflexión en la comunicación estratégica de la diplomacia nacional.En efecto, desde octubre de 2023, sus mensajes (posts) relacionados con el conflicto entre Israel y Hamas en la Franja de Gaza, han desatado reacciones diversas y encontradas en la comunidad internacional y la opinión pública global. A esto se suma la confrontación directa sostenida vía X con algunos de sus homólogos, en concreto, los presidentes de El Salvador, NayibBukele, y de Argentina, Javier Milei.  

Sin duda, al igual que ocurrió con el telégrafo en el siglo XIX, la tecnología digital está cambiando la comunicación diplomática, con la característica añadida de que los actores no gubernamentales y la ciudadanía, en general, participan en el debate e influencian la toma de decisiones. Es aquí donde, en palabras de los profesores Hans Tuch (1990) y Paul Sharp (2005), entra a jugar un rol fundamental la diplomacia pública como proceso de comunicación entre un gobierno y sus públicos (nacionales y extranjeros), en el intento por atraer el entendimiento hacia los ideales y los valores de la nación, sus instituciones y su cultura, sus objetivos y políticas, promoviendo el interés, la identidad, la imagen y la reputación nacionales.

De esta forma, un nuevo estilo de comunicación se impone frente a la diplomacia convencional, acostumbrada a las interacciones oficiales con otros Estados mediante las llamadas notas verbales y diplomáticas, estériles en muchos casos. El mensaje unidireccional y reservado está dando paso al diálogo abierto, cónsono con la naturaleza bidireccional que pregona la diplomacia pública. Ello significa, por contera, un paso firme hacia la democratización de la diplomacia, pues invita al debate de los temas de la política exterior a los públicos casi siempre apáticos y desinteresados de cara a los asuntos internacionales.

Extrapolando estas consideraciones al caso de Colombia, cabe aseverar que el presidente Petro ha ido transformando el aislamiento, la introversión y el secretismo propios de la identidad diplomática nacional gracias a la instalación de una desafiante cultura de la trasparencia. Las reiteradas e inocuas notas de protesta, asociadas a la violencia y narcotráfico, han sido superadas por las publicaciones del gobernante en las que aborda temas como, por ejemplo, el medio ambiente.

De por sí, la historia republicana de Colombia ha estado signada por gobernantes de origen conservador dedicados a la gramática, la ortografía y la filología, como Miguel Antonio Caro, Rafael Núñez, Santiago Pérez, José Manuel Marroquín, José Vicente Concha, Marco Fidel Suárez y Miguel Abadía Méndez, entre los que habría que incorporar al liberal Rafael Uribe Uribe, quien, inclusive, escribió un diccionario de galicismos (Izquierdo, 2024, febrero 24). En la actualidad, el primer presidente de izquierda en la historia colombiana ha emulado el ejemplo de la labor de escritura (aunque con frecuentes errores gramaticales), imprimiendo un toque distintivo a la comunicación diplomática colombiana del Siglo XXI.

Desde esta perspectiva, en la misma tónica de Recep Tayyip Erdoğan, presidente de Turquía desde agosto de 2014 (con antelación, primer ministro de esa nación entre marzo de 2003 y agosto de 2014), el presidente Petro ha recurrido a la diplomacia personal para catapultar la imagen de Colombia entre las sociedades extranjeras. Claro está, existen diferencias sustanciales en el ejercicio diplomático de ambos países.

Tratándose de la política exterior turca, el concepto de la diplomacia pública ha ganado aprecio y calado en los predios académicos, siendo uno de sus principales logros la creación de la Oficina de Diplomacia Pública del primer ministro turco en 2010. Para ese momento, la principal motivación de las élites de poder en Ankara residía en asentar condiciones estables y constructivas para el desarrollo de relaciones con otros actores internacionales, traducidas en “cero problemas con los vecinos” y solución a los conflictos de vieja data con Armenia, Grecia, Siria y otros países. Hoy, el gobierno de Turquía se ha centrado en la diplomacia pública y personal como una herramienta útil para su servicio exterior, especialmente en circunstancias de crisis.

A contracorriente de la vía turca, el gobierno de Colombia carece de oficina, diseño e implementación de diplomacia pública en su política exterior. A lo sumo, aplica una diplomacia personal, definida por Murat Ülgül (2019), profesor de la Karadeniz Technical University, como la acción a partir de la cual “un líder nacional en particular trata de resolver un problema internacional sobre la base de sus propias relaciones personales y comprensión de otros líderes nacionales”. Esta visión es encarnada, en nuestros días, por el presidente Petro.

Para algunos autores, sobre todo aquellos pertenecientes a la Escuela Realista de las Relaciones Internacionales, la práctica de la diplomacia personal resulta contraproducente, toda vez que las ambiciones de los individuos pueden desbordar y ser perjudiciales para los objetivos racionales que todo Estado persigue a través de su política exterior. En este sentido, la personalidad es irrelevante en los asuntos internacionales porque no importa quién dirija el país.La diplomacia ha de ser ejercida por los diplomáticos profesionales y no por líderes con preferencias ideológicas susceptibles de perjudicar los intereses de la nación.

Por lo pronto, un número creciente de académicos señala que la diplomacia personal tiene efectos tremendos en los asuntos globales. A la luz de esta afirmación, queda mucho por reflexionar en la medida en que su aplicación se normaliza y se extiende, lo que conlleva riesgos, pero también oportunidades si se gestiona desde un esfuerzo de diplomacia pública debidamente diseñado, planificado e implementado.

*José Miguel Castiblanco es embajador (r) de la Carrera Diplomática y Consular, actualmente director del Centro de Diplomacia Pública & Corporativa.

** Las opiniones expresadas en el blog corresponden únicamente a los autores y no comprometen a la Asociación Diplomática y Consular de Colombia “ASODIPLO”.

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