La diplomacia multilateral, a menudo subestimada, es esencial para la coexistencia pacífica internacional. Este artículo explora el papel de los diplomáticos en la diplomacia multilateral, destacando cómo, a través de un proceso de socialización, se superan las diferencias.  A pesar de las imperfecciones y la polarización actual, se argumenta que las normas y las Organizaciones Internacionales son cruciales para promover la igualdad  y la cooperación entre Estados.

Siempre es un desafío explicar de una forma simplificada y didáctica, de qué se trata la función multilateral de nuestro oficio. Es decir, en qué consiste la acción diplomática en el relacionamiento que vincula a más de dos Estados y que comúnmente tiene lugar al interior de las Organizaciones Internacionales como las Naciones Unidas, la OEA o la OTAN.

Intentando explicar el quehacer diplomático en estos escenarios, con frecuencia me encuentro hablando de la importancia del foro, de la cooperación, de una reunión o una negociación en la que Colombia obtuvo un resultado específico o de una situación en la cual países con posiciones iniciales muy contrapuestas, lograron al final de un proceso intenso de deliberación, alcanzar un acuerdo denominado “consenso”. 

Y debo reconocer que, a pesar de mis esfuerzos, encuentro cada día un público más escéptico sobre la importancia de esta dimensión de nuestro oficio, especialmente en el último lustro, por cuanto evidenciamos el retorno a la guerra interestatal que creíamos proscrita y cuando constatamos que en todos los continentes se continúan violando las normas de los Derechos Humanos y del Derecho Internacional Humanitario con impunidad o incluso, se arremete contra las instancias y las Cortes creadas para impedirlo.

Sumado a lo anterior, hoy en día líderes internacionales volatizan la política exterior y tanto en el discurso como en el terreno, normalizan el desconocimiento de principios básicos del derecho internacional como el respecto a Independencia, la soberanía y la Integridad Territorial de los Estados. Así mismo, poco ayuda a mi defensa del multilateralismo los retiros de Acuerdos o de prestigiosas Organizaciones Internacionales, o incluso su asfixia a través de reducciones presupuestales.

Es cierto que el orden internacional no es perfecto. Es real que las Organizaciones Multilaterales no son del todo ágiles, que las deliberaciones toman mucho tiempo, que las asimetrías de poder entre los Estados también existen al interior de los organismos internacionales y que alrededor de éstas hay grupos de interés que influencian la toma de decisiones, tales como el sector privado y la sociedad civil organizada.

Es cierto, también, que hoy en día las Organizaciones Internacionales están aún más polarizadas como reflejo de como lo está el mundo en general y que el veto del Consejo de Seguridad, al que históricamente se opuso Colombia, tiene hoy paralizada a al foro universal, las Naciones Unidas.

Sin embargo, estas Organizaciones Internacionales, con todas sus imperfecciones, son valiosas pues al interior de ellas tiene lugar un fenómeno que quisiera explicar y que emana del paradigma constructivista de las relaciones internacionales, denominado socializalización.

Para introducirlo, debo invitar al lector a centrar la mirada en los diplomáticos, quienes son los agentes que interactúan en representación de los Estados y a considerar las Organizaciones Internacionales como espacios sociales. De forma muy simplificada como lo sería, por ejemplo, una Universidad.

La socialización (Johnson, 2001) es el proceso a través del cual las personas adoptan normas, valores, actitudes y comportamientos, aceptados y practicados dentro del sistema que se encuentra en marcha. Es así como un diplomático quien, en virtud de las frecuentes rotaciones propias de su oficio, inicia sus labores en un foro internacional, prestará mucha atención a los diplomáticos con más experiencia dentro del sistema, imitando sus acciones. Como lo haría un nuevo alumno para integrarse y evitar tanto el rechazo, como el conflicto.

Ese mismo diplomático, en su función de representación del país que le compete, constantemente entregará y recibirá durante las sesiones del foro, información normativa (aquella que se asocia a un estándar de comportamiento adecuado y/o juicio de superioridad moral), la cual estará permeada por los principios que defiende la Organización. Es así como los diplomáticos, a través de sus interacciones diarias, se influenciarán unos a otros, tendiendo a converger hacia comportamientos en favor de las normas, en ausencia de amenazas o promesas externas.

En lo que respecta a las negociaciones, los diplomáticos, asumiendo que sus instrucciones iniciales eran divergentes, se adhieren a los acuerdos por dos fenómenos: por persuasión, es decir, cuando hay convencimiento sobre que ello es lo correcto o por influencia social, si hay aceptación pública sin convencimiento, como resultado de una presión de grupo real o imaginada y el deseo del diplomático de cumplir con las expectativas de su cargo.  

Lo fascinante de la socialización es que no solo tiene lugar entre los diplomáticos, sino entre ellos con los funcionarios del Estado, en los niveles que corresponda al interior de las “capitales”, como en la diplomacia multilateral se le denomina a las Cancillerías y las entidades técnicas. Lo anterior implica que el diplomático termina gestionando múltiples espacios de convergencia, internos y externos, en simultáneo.

El diplomático, para ser exitoso en el ámbito multilateral, sin que sea ésta una lista exhaustiva, requiere conocer las leyes, políticas, e intereses su país, la cultura y las normas procedimentales de la Organización Internacional en la que se encuentra los precedentes, así como detalles técnicos del asunto que está negociando. Sumado a ello, debe identificar hábilmente los elementos de orden político y los desarrollos de actualidad que pueden afectar la negociación tanto en su país, como en el mundo.

Más importante aún, el diplomático debe contar con habilidades blandas para comunicarse eficientemente y descifrar a sus homólogos, conocer las prácticas y las diferentes estrategias y tácticas multilaterales, oscilar entre posiciones de fortaleza y flexibilidad, tener apertura intelectual e inteligencia emocional para entender otras visiones así como habilidad para generar confianza y forjar entendimientos y alianzas con delegados con diferente identidad, otra cultura y/o muy importante hoy en día, diferente sesgo cognitivo producto de las burbujas de información.

Es por esto por lo que la diplomacia, es un oficio profesionalizado que no será reemplazado nunca por la tecnología y/o la inteligencia artificial, ni será realmente efectiva a través de videoconferencias, pues es tan importante lo que pasa en la sala de reuniones como lo que sucede en sus pasillos y en los demás espacios de interacción social. La solución a los cuellos de botella está en el relacionamiento de orden profesional e interpersonal que se cultiva en el tiempo.   

Por lo tanto, para el diplomático cada nueva posición internacional, formación académica en otro país, experiencia temática, nuevo idioma o incluso viaje personal se convierten en preciados activos, pues el funcionario, nada fácil, tiene que ser generalista y al mismo tiempo especialista, culturalmente sensible y conocedor de los desafíos y desarrollos globales. Es así como el trayecto único de cada diplomático se convierte en una bitácora que contiene experiencias y conexiones personales e intelectuales valiosísimas para el ejercicio de la política exterior.

Volviendo entonces al concepto de socialización mencionado anteriormente, puedo asegurar con vehemencia que necesitamos Organizaciones Internacionales eficaces, al ser estas, plataformas donde se intercambia información (muchas veces provista por expertos independientes), se generan acuerdos y se crean las normas que gobiernan las relaciones internacionales o incluso la vida cotidiana y global de nuestra sociedad interconectada (comercio, salud, trabajo, aviación civil, telecomunicaciones).

Así mismo, las Organizaciones Internacionales constituyen espacios donde se valora la aplicación de esas normas, pues en su seno los Estados justifican sus acciones, evitándose así que impere la ley del más fuerte. Para cerrar la analogía previa, no porque la institución universitaria sea susceptible de mejoras y existan alumnos problemáticos debe prescindirse del código de conducta y de todo el sistema educativo.

En las relaciones internacionales, apartarse de la norma internacional conlleva un intangible “costo político”, que podría entenderse como la pérdida de apoyo o de reputación internacional de un país o, incluso su aislamiento dentro de la comunidad Internacional. Cabe agregar que el costo político también lo experimenta un país si opone a la acción de otro, especialmente si se trata de un país poderoso, lo que a su vez puede transformarse en costos más tangibles, en la esfera comercial o de seguridad, por dar un ejemplo. Sin embargo, estos costos se diluyen si se trata de un grupo de países o una región y se sustenta en la violación de un tratado internacional.

Es así como las normas y las Organizaciones Internacionales ofrecen posibilidades para equilibrar las asimetrías de poder en el mundo, contener el imperialismo y promover las relaciones de cooperación entre Estados.  

En conclusión, fortalecer la acción multilateral y la justicia, basadas en el Derecho Internacional es hoy prioritario y es una responsabilidad a la pueden contribuir los países latinoamericanos, como lo hicieron durante la creación del orden internacional vigente durante la negociación de la Carta de las Naciones Unidas. Lo anterior de cara a los renovados llamados a actualizar el orden internacional. La región debe vincularse activamente a esos debates que definirán una posible transición, aspirando a que nos preserve de la guerra, el interés privado y la anarquía. La cuestión es construir alianzas e innovar en las normas y en los organismos internacionales o asumir el precio de la inacción.  

*Luisa Fernanda Rueda Rojas es Ministra Consejera de la Carrera Diplomática y Consular de Colombia. Profesional y Magíster en Relaciones Internacionales de la Universidad Externado de Colombia. Maestría en Seguridad Internacional y Seguridad Europea de la Universidad de Ginebra. Ha servido en la Misión de Colombia ante la OEA y la Embajada ante Bélgica y Luxemburgo, Misión ante la Unión Europea y la OTAN.

** Las opiniones expresadas en el blog corresponden únicamente a los autores y no comprometen a la Asociación Diplomática y Consular de Colombia -ASODIPLO, ni al Ministerio de Relaciones Exteriores.

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