El Río viajó hasta Sibaté, en donde este viernes se vivió la conmemoración del día del río Bogotá, una jornada para reflexionar sobre el futuro de la columna vertebral del departamento de Cundinamarca.

Por: María Paula Rubiano
Periodista Blog El Río y El Espectador
“¡El río Bogotá sí tiene salvación!”, grita Marta Luque, una mujer crespa, de chaqueta naranja. «Somos nueve millones de indiferentes, pero el río Bogotá sí tiene quien lo cuide”, repite Marta Luque en el camino que une a la vereda La Unión con la cabecera del municipio de Sibaté. Ella, junto a un pequeño grupo de ciudadanos, fue una de las promotoras para que el 12 de mayo se convirtiera en el día de conmemoración del río Bogotá.
Su historia con el río comenzó en 2007, cuando en la oficina de integración ciudadana de la Contraloría le asignaron una tarea que parecía un chiste de mal gusto: crear conciencia ciudadana por el río Bogotá. En ese entonces, el río todavía era una cloaca en la que nadie quería pensar, y su protección, una orden todavía no amparada por el Consejo de Estado.
Desde entonces, Luque empezó a recorrer los 46 municipios de la cuenca del río, movilizando a los ciudadanos para que se acuerden que este no siempre ha sido una mancha negra y nauseabunda en el paisaje. Y que, por eso, no está condenado a la muerte. El fallo del Consejo de Estado, que en 2014 obligó a más de 46 entidades del Estado a descontaminar el río Bogotá le dio la razón.

“Esta caminata es solo uno de los eventos que se están llevando a cabo en los 46 municipios de la cuenca para conmemorar al río”, dice. Y repite en un grito que le llega a toda la marcha: “No estamos celebrando, estamos rompiendo la indiferencia”.
Pero pocos le hacen coro a sus gritos. La marcha, compuesta en su mayoría por adolescentes en uniforme de colegio y funcionarios de las alcaldías de varios municipios de la cuenca, avanza silenciosa. Unos cuantos sonríen, aplauden ante los gritos. Par la mayoría, en cambio,los pasos parecen una obligación.

Sin embargo, hay quienes sí celebran este día del río Bogotá. Es el caso de Aníbal Acosta, el gerente del Fondo para las Inversiones Ambientales de la Cuenca del Río Bogotá de la CAR Cundinamarca, quien destacó que tras la adecuación hidráulica que esa entidad finalizó en 2017, no ha habido una sola inundación en la sabana de Bogotá.
“Esa es la mejor prueba de que nuestra gestión está funcionando, y de que pronto el río será el que soñamos”, dijo unas horas antes Acosta, bajo una carpa que compartió con representantes de la Gobernación de Cundinamarca, la Procuraduría, el Ministerio de Ambiente, la Empresa de Acueductos y Alcantarillados de Bogotá, la empresa de Servicios Públicos de Cundinamarca y los alcaldes de Sibaté, Soacha y Chía.
Todas las intervenciones estuvieron plagadas de optimismo. Luis Roberto Rodríguez , el alcalde de Sibaté, dijo que en menos de diez años el Muña sería el rinconcito turístico de antaño. José Ricardo Rodríguez, el delegado del Ministerio de Ambiente, destacó que en 25 sesiones del Consejo Estratégico de Cuenca, “nos hemos articulado todas las entidades de la sentencia, un hecho sin precedentes”.
Un poco más medida, la procuradora delegada para el tema del río, Olga Patín, aplaudió que, por fin, la PTAR Canoas –que tratará el 70% de las aguas residuales de los bogotanos– había llegado a un cierre financiero. “Hoy podemos decir que Canoas, en el papel, es una realidad”, dijo Patín pocos minutos antes de emprender la caminata.

Tarea pendiente
Cuando la marcha empieza a toparse con las primeras casas del casco municipal, Marta Luque habla con dos habitantes de Sibaté. Ellos le cuentan que, aunque ya no son el pueblo más picado por los mosquitos que rondaban el pueblo por las aguas inmundas del embalse, a veces, cuando la brisa es muy fuerte, el olor del Muña es insoportable.
Sibaté –que fue el lugar donde se originó la acción popular que terminó en el monumental fallo sobre el río– sigue sufriendo por la mala calidad del agua del río Bogotá. Cada vez que la empresa de energía Emgesa abre las compuertas del embalse del Muña, el agua putrefacta del río Bogotá llega hasta el borde del municipio.
Es evidente que todavía falta mucho para cumplir con el fallo de 2014 que busca descontaminar el río Bogotá. Eso quedó claro en octubre de 2017, cuando la Procuraduría citó a una audiencia pública de rendición de cuentas a las 31 entidades del fallo y a los 46 municipios por donde se mueve el río. En esa ocasión, el procurador Fernando Carrillo señaló que, según el último informe de la Procuraduría, los incumplimientos alcanzan hasta un 31% en total.
Uno de los puntos más atrasados son las actualizaciones de los Planes de Ordenamiento Territorial (POT) de los municipios, y la actualización del POMCA –algo así como un POT, pero para ríos– del río Bogotá. En entrevista con El Río, el secretario de ambiente de la Gobernación de Cundinamarca, Efraín Contreras, señaló que el atraso se debe a que el nivel de coordinación y voluntad que implica poner de acuerdo no solo a los municipios, sino a todos los actores del territorio que tienen que ver con el río y sus afluentes, es algo que nunca antes se había intentado en la región.
Se supone que esa articulación tendría que hacerse desde la Gerencia del río Bogotá, una entidad que debía crearse un año después de emitido el fallo, pero que todavía no se ha echado a andar. En 2016, el Ministerio de Ambiente presentó el proyecto de ley para crearla, pero fracasó estrepitosamente en el Congreso. Dos años después, los funcionarios en cargados aseguran que siguen haciendo ajustes para presentarla una vez más.
“Nosotros cumplimos con la orden, que era presentar el proyecto de ley, pero nosotros no podemos legislar, eso ya es el Congreso”, dice José Ricardo Rodríguez, el delegado del Ministerio de Ambiente. “Sin embargo, el Ministerio sí va a presentar un nuevo proyecto, pero no todavía”. Teniendo en cuenta que a este gobierno le quedan tres meses, el futuro es bastante incierto. Por ahora, el Consejo de Cuenca seguirá siendo la gran mesa de reunión de los sancionados.
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Mientras la caminata se acerca al parque central de Sibaté, donde sobre una tarima los funcionarios repetirán ante el pueblo lo que ya dijeron a orillas del Muña para los periodistas, los gritos de Luque se hacen más fuertes. La gente, asomada desde los balcones, la mira extrañada.
Solo cuando la marcha llega al parque por fin hay quienes responden con entusiasmo a los gritos de la funcionaria de la Contraloría. Se trata de los niños de la Escuela de la vereda La Unión, quienes, con pancartas y gotitas de agua pintadas en los rostros, gritan junto a Luque: “¡El río Bogotá sí tiene quien lo cuide!”.

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